Tragedia en Pamplona Alta: más de 100 familias lo perdieron todo y piden no ser olvidadas
A pesar de la tragedia producida por el incendio, la solidaridad entre vecinos ha emergido con donaciones y comidas para los afectados. Controles de salud se establecieron para atender a quienes sufrieron lesiones leves y shock emocional.
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Pamplona Alta, en el distrito limeño de San Juan de Miraflores, despertó entre gritos, humo y llamas la madrugada del jueves. En cuestión de minutos, un incendio de grandes proporciones arrasó con las precarias viviendas de madera y calamina que se extendían en las empinadas laderas del cerro. Más de cien familias quedaron reducidas a la nada.
El comandante Jaime Palacios, jefe departamental de los Bomberos de Lima Sur, informó que cuatro personas resultaron heridas, dos por inhalación de humo y otras dos con quemaduras simples, mientras que el fuego consumía cerca de 80 a 90 viviendas de material noble, según confirmó el exministro de Vivienda, Durich Whittembury. Pamplona Alta es una de las urbanizaciones más extensas y pobladas del distrito, conocida por su ubicación en las laderas de los cerros.
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La emergencia fue controlada después de varias horas, pero las llamas dejaron tras de sí un paisaje desolador: estructuras calcinadas, juguetes derretidos, colchones ennegrecidos y rostros marcados por la incertidumbre.
“Yo tenía un espacio de siete metros, pequeño, pero era mi hogar”, dijo una de las afectadas mientras sostenía lo poco que había logrado rescatar. “Tenía mis ahorros, S/1.200, y se han quemado”, expresó.

Incendio en Pamplona Alta deja familias sin hogar. Foto: composición LR
La llegada del Gobierno
Horas después, el presidente José Jerí llegó al lugar del desastre acompañado de exministros y de representantes del Ministerio de Salud. El mandatario caminó entre las carpas, escuchó algunos reclamos y dio breves declaraciones a la prensa.
“Estamos armando el gabinete. Como Gobierno estamos presentes sobre lo sucedido. Ahorita ya se controló el incendio y sobre la base de esto se evaluará. Ante esta situación, tenemos que ver que no se repita”, manifestó el jefe de Estado.
Más tarde, Jerí se trasladó al estadio del IPD donde fueron reubicadas temporalmente varias familias damnificadas para supervisar las condiciones del lugar y conversar con los encargados de instalar los módulos de emergencia. Desde allí, expresó un mensaje de empatía hacia los afectados: “Queremos dejar claro que la voluntad del Gobierno es resolver los problemas. Queremos que sientan que el Estado está con ustedes; si alguna vez cometimos errores, lo queremos cambiar”.
Sin embargo, su presencia no fue del todo bien recibida. Un grupo de vecinos lo increpó al grito de “¡Lárgate, el 15 de octubre te sacamos!”, en alusión a las acusaciones que pesan sobre él. La tensión obligó a la comitiva a retirarse entre empujones y abucheos.
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Entre la ayuda y el descontento
Mientras el fuego ya era solo un recuerdo doloroso, la nueva lucha de los damnificados comenzó con la reubicación temporal. La municipalidad de San Juan de Miraflores y el Ministerio de Vivienda instalaron carpas en la zona del estadio 28 de Mayo, pero la capacidad fue rápidamente superada.
“Nos quieren llevar a otro lugar y nos están hablando del bono que nos ofrecieron… 500 soles en ningún lugar alcanzan”, reclamó una madre de familia. “Queremos saber qué va a pasar con los terrenos donde hemos estado viviendo, y no nos dicen nada”, agregó.
El terreno donde se produjo el incendio pertenece al Ministerio de Educación (Minedu), y aunque los vecinos viven allí desde hace más de 14 años, muchos carecen de documentos formales de posesión. “Hemos pedido regularizar nuestra situación, pero nadie nos escucha. Tenemos constancias, algunos pagan autovalúo, pero igual no tenemos garantías”, contó una damnificada.
A ello se suma otra denuncia: personas ajenas al lugar estarían aprovechándose de las donaciones y del proceso de empadronamiento. “Hay gente que no ha perdido nada y está lucrando con todo esto. Mientras tanto, los que sí vivimos aquí no tenemos ni una carpa”, lamentó una vecina entre lágrimas.

Incendio en Pamplona Alta deja familias sin hogar. Foto: composición LR
Solidaridad en medio de las ruinas
A pesar de la tragedia, la solidaridad brotó con fuerza. Vecinos de otras zonas de Pamplona organizaron ollas comunes para alimentar a los damnificados. Los desayunos, almuerzos y cenas son preparados con productos donados por empresas privadas, restaurantes y ciudadanos anónimos.
El Ministerio de la Mujer, el Ejército del Perú y diversas organizaciones civiles también se sumaron a las labores de ayuda. En los centros de acopio improvisados se reciben botellas de agua, ropa, alimentos no perecibles, juguetes y artefactos eléctricos.
“Nosotros hemos perdido todo, pero ver cómo nos ayudan da esperanza. Gracias a los vecinos, mis hijos al menos pueden comer caliente”, comenta una madre con tres niños a su lado.
El Ministerio de Salud instaló módulos para atender a los heridos leves y brindar soporte psicológico. “Hay personas que han sufrido quemaduras y otras que aún están en shock. Estamos priorizando la salud mental”, informó uno de los brigadistas del Minsa.
El fuego también alcanzó el Centro de Educación Técnico Productiva (CETPRO) Yachayhuasi, dejando a más de 800 estudiantes sin lugar donde estudiar. La directora, Eulogia Trujillo, contó que el agua utilizada para apagar el incendio dañó por completo el sistema eléctrico y las máquinas de trabajo, además de derrumbar el cerco perimétrico y debilitar las paredes de los salones.
Voces que resisten
En medio del polvo y las cenizas, muchos damnificados se niegan a abandonar el terreno. Algunos temen que, si aceptan ser reubicados, jamás podrán volver. “Si nos vamos, otros van a venir a ocupar lo nuestro. Nosotros hemos vivido aquí catorce años. No queremos que nos quiten lo poco que tenemos”, repite una vecina.
Otros, en cambio, piden una reubicación segura y permanente, con acceso a servicios básicos y títulos de propiedad. “Queremos empezar de cero, pero en un lugar digno. Ya no podemos seguir viviendo con miedo a otro incendio”, afirmó un joven padre de familia.
Los reclamos también incluyen la instalación de una oficina del Reniec para facilitar la reposición del DNI de quienes lo perdieron entre las llamas. “Estamos indocumentados, no podemos hacer trámites ni cobrar los bonos”, explican los vecinos.
Entre la incertidumbre y la esperanza
Pamplona Alta sigue en pie, aunque herida. Las carpas blancas se multiplican entre los restos humeantes, los niños juegan con lo que encuentran, y las familias tratan de dormir en colchones improvisados.
El ruido de los megáfonos, los altavoces con mensajes de ayuda y las sirenas de los vehículos oficiales son el nuevo paisaje sonoro del lugar. La tragedia dejó cicatrices, pero también la certeza de que nadie quiere rendirse.
A dos días del incendio, las lágrimas se mezclan con la fuerza colectiva. “No nos iremos de aquí”, repiten una y otra vez los vecinos. Una frase que no solo expresa resistencia, sino también el deseo profundo de ser escuchados, reconocidos y, sobre todo, de no ser olvidados.
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