La migración marca la campaña en Chile: traza fronteras entre la izquierda y el discurso radical de la derecha
El intenso flujo de migrantes pone a prueba la política en Chile y enfrenta a la sociedad con decisiones sobre control y derechos.
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En Chile, la migración ha marcado el debate electoral a una semana de las presidenciales, con promesas, miedos y discursos centrados en la llegada de extranjeros, especialmente de Venezuela, Haití y Bolivia. En torno a esa frontera, giran las promesas, los miedos y los discursos de los tres candidatos que dominan los sondeos en el país sureño.
El periodista chileno, César Baeza, señaló para La República que las propuestas sobre la migración “claramente responden a una posición ideológica, que escasamente está provista de análisis serios que respalden los eslóganes de campaña.” Esta afirmación ayuda a entender por qué la discusión se centra más en slogans y retórica que en soluciones duraderas.
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Esa visión es compartida por la internacionalista y docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), Camila Bendezu, quien advierte que “el discurso sobre la inmigración está influido por el aumento de la inseguridad y la percepción del descontrol fronterizo”, en un país donde el límite norte se ha convertido en un símbolo político más que en un espacio de gestión humanitaria.
Jeannette Jara, candidata del Partido Comunista y del Partido Humanista, se presenta como la cara institucional de la izquierda gobernante. La exministra del Trabajo de Gabriel Boric, lidera las últimas encuestas con un 27 % de apoyo según Cadem, con su propuesta enfocada a una política de “regularización con derechos”. En sus actos, la representante de izquierda repite: “Hay que empadronar a quienes ya están en Chile, conocer quiénes son y qué antecedentes tienen”. Asimismo, deja en claro que aquellos involucrados en delitos “deben ser expulsados”.
Su tono pragmático —más cercano al reformismo socialdemócrata que a la doctrina comunista— le ha valido críticas desde la oposición, que la acusa de “blandura” frente a la crisis migratoria en Chile. Aun así, Jara ha logrado consolidar un bloque progresista amplio. En sus mítines, el aplauso llega cuando promete “orden con dignidad”, una fórmula que intenta reconciliar los dos polos de la conversación chilena: justicia social y control.
Para Baeza, “estas afirmaciones y propuestas livianas carecen del enfoque de derechos que debería tener el tema”, y recuerda además que “la migración debería ser vista como un derecho”, lo que subraya la relevancia de los derechos humanos en cualquier política migratoria. Por su parte, la internacionalista señala que este enfoque “busca equilibrar el control fronterizo con la dignidad de las personas migrantes”, una fórmula que intenta evitar la criminalización del fenómeno y lo vincula con una política de Estado.
Jara ha defendido un enfoque concreto y seguro: “Esto no se soluciona con gritos ni con ira, se soluciona con medidas concretas”, en alusión a su contendiente de derecha José Antonio Kast. Para ella, la seguridad migratoria no se opone a la integración, sino que la presupone, mediante empadronamiento biométrico, presencia policial en la frontera y coordinación internacional.
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La contradicción de Kast: hijo de inmigrantes que pide mano dura contra la migración
En segundo lugar, con 20% de apoyo, aparece José Antonio Kast, líder del Partido Republicano y símbolo conservador. Hijo de inmigrantes alemanes, utiliza la historia de sus padres para ilustrar el modelo de migración que considera positivo: respetuoso de la ley y beneficioso para el país. Su campaña se centra en la inmigración irregular, con un discurso de “mano dura contra la ilegalidad”. En sus discursos ha sido contundente: “Chile no puede ser un albergue mundial”.
Su Plan Escudo Fronterizo, centrado en la frontera norte, con el objetivo de “disminuir el traspaso ilegal de personas en un 40 % en seis meses”, según señaló el propio candidato. Además, advirtió a los migrantes irregulares: “Quedan 133 días para que asuma un nuevo gobierno y son 133 días que tienen los inmigrantes irregulares para partir. Si no lo hacen voluntariamente, los vamos a buscar y van a haber sanciones”.
En palabras de Baeza, “la expulsión sin análisis equivale a una mirada que se focaliza en la estigmatización de las personas migrantes y favorece la vulneración de los derechos”. Estas advertencias subrayan los riesgos sociales y éticos de la política de mano dura que propone Kast.
La retórica del candidato convierte la frontera y la regularización en un símbolo de autoridad: “A Chile se entra por la puerta, no por la ventana”, insiste, en su narrativa de control y soberanía nacional que atraviesa su campaña. Esta postura lo diferencia claramente de la izquierda de Jara, quien tildó las propuestas del conservador de "insólito".
Radical y provocador, Kaiser propone expulsión total de migrantes irregulares
La gran sorpresa del ciclo electoral tiene nombre: Johannes Kaiser, de 49 años, diputado y fundador del Partido Nacional Libertario. Con 14 % en la última Cadem, se presenta como el anti-sistema, un libertario que cita a Bukele, a Milei y a la “revolución de la gente normal”.
Su discurso sobre migración encarna la misma radicalidad que Kast. Para el libertario, la migración irregular no es solo un problema administrativo, sino un desafío a la soberanía nacional que exige respuesta inmediata. “No vamos a regularizar a quienes entraron ilegalmente a Chile. Esa gente se va a ir del país”, declaró.
Su línea dura lo perfila como el candidato que radicaliza la agenda de seguridad y migración, polarizando el debate al ofrecer un discurso de vigilancia absoluta y rechazo frontal a la regularización, y apeló directamente al electorado anti-establishment. Kaiser no promete gobernar, sino destruir el sistema que, dice, ha permitido la impunidad y la inmigración descontrolada.
Chile decide cómo afrontar la migración y qué país quiere ser
En esta elección, la migración es el espejo donde la derecha chilena se mira a sí misma. Entre Jara y los contendores conservadores se juega algo más profundo que una cifra electoral: el relato de país que Chile quiere contar después de años de crisis institucional y desconfianza.
Para la izquierda oficialista, la migración es un desafío de integración y derechos; para Kast, una prueba de soberanía; para Kaiser, una amenaza. En ese triángulo de visiones —“control con derechos”, “orden y frontera dura”, “rechazo identitario”— se define no solo el próximo gobierno, sino también el rumbo ideológico de una derecha que, por primera vez en décadas, debate su propia alma.
Como recuerda Baeza, “los estudios serios demuestran que las personas migrantes son más víctimas de delitos que actores de los mismos” y que “no se debería reducir la política a las lógicas electorales y populistas”, dejó en claro que el debate requiere soluciones institucionales, no solo estrategias de campaña.
Bendezu coincide en el diagnóstico y advierte que “las propuestas más duras podrían generar estigmatización hacia las comunidades migrantes, incluso aquellas que ya están integradas en la sociedad chilena”. Al final, resume, el debate migratorio pone frente a frente no solo políticas, sino visiones de país.
El factor económico y el sector agrícola
En medio del debate, la Sociedad Nacional Agraria de Chile planteó una regularización acotada para el sector agrario ante la falta de mano de obra. “Esto abrió un nuevo debate sobre la migración”, explica la experta en Cienica Política. “Es curioso: uno pensaría que la derecha está totalmente en contra de la inmigración, pero incluso sectores empresariales han reconocido la necesidad de trabajadores extranjeros.”
La especialista detalla que “el sector agrícola representa cerca del 5 % del PBI chileno y genera más de 300 mil empleos directos. Es un área donde la presencia de migrantes es clave”. En ese contexto, Jara considera que la propuesta empresarial es demasiado limitada, mientras que Kast se opone completamente a cualquier tipo de regularización y Kaiser la acepta solo si el empresariado “asume los costos sociales que implica”.
Un debate electoral que trasciende la frontera
Para Bendezu, “cada candidato sabe a qué público se dirige. Más allá de las diferencias ideológicas, hay una estrategia electoral detrás de cómo abordan el tema migratorio”. Las partes más polémicas, añade, “son las que más visibilidad tienen, porque saben que esas declaraciones pueden atraer votos”.
Cerca del 10 % de la población chilena es extranjera y entre el 15 y el 17 % no tiene documentación. De ahí que, según la experta, “es fundamental contar con un padrón para saber quiénes son y cómo contribuyen”. Desde una mirada institucional, agrega, el empadronamiento “permitiría identificar los sectores donde la mano de obra migrante es esencial y ofrecerles condiciones más seguras”.

























