La cultura alimentaria indígena emerge como respuesta ante una inseguridad alimentaria que golpea a 17 millones de peruanos
El deterioro de la dieta nacional, marcado por el sobrepeso infantil, la expansión de alimentos baratos y la pérdida de prácticas territoriales, está profundizando la malnutrición en el Perú, advierte Rimisp.
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En el Perú, más de 17 millones de personas no pueden alimentarse adecuadamente. La desnutrición crónica subió a 12,1%, la anemia infantil golpea al 43,7% de los niños y, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), más de 11 millones no tienen acceso a una dieta saludable. El hambre avanza mientras las familias destinan cada vez más dinero a productos baratos y de rápida preparación que llenan, pero no nutren.
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En medio de esta crisis, los sistemas alimentarios indígenas, que son diversos, resistentes y territorializados, podrían ofrecer respuestas que el Estado aún no considera. Así lo sostiene Rodrigo Yáñez Rojas, director del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp).
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Según afirma a La República, esos sistemas "están vigentes, resisten...y hay mucho aprendizaje que tomar para tener herramientas para el cambio climático y para combatir la inseguridad alimentaria", en un contexto donde las dietas se vuelven cada vez más estrechas y la malnutrición avanza en la región.

Rimisp presentó en Cusco el libro "Cultura alimentaria indígena: Territorio, tradición y transformación de los sistemas alimentarios en las Américas", una publicaciónque reúne relatos, entrevistas y recetas de 10 pueblos originarios del continente.
"La inseguridad alimentaria no es solo dejar de comer: la malnutrición ya es un problema"
Para Yáñez, la región enfrenta una crisis silenciosa como dietas cada vez más estrechas y menos nutritivas. "La inseguridad alimentaria no es solamente dejar de comer… también está la malnutrición como comer alimentos chatarra o ultraprocesados", sostiene. "No tenemos los mismos problemas de hambre que tienen en África, pero sí tenemos un problema severo en términos de la variedad de alimentos que estamos comiendo", señala.
"Una población que está llegando al casi 50% de sobrepeso u obesidad infantil, ¿qué va a pasar con esta sociedad en 30 años más?", apunta. Ello no solo implica la salud del individuo, sino también el impacto económico como "más gasto en salud pública, menor aprendizaje, menor productividad laboral".
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Jessica Huamán, coordinadora de la Plataforma por la Seguridad Alimentaria, explica que "la población está teniendo cada vez menor cantidad de dinero para poder cubrir sus necesidades básicas alimentarias y el poco dinero que tiene trata de invertirlo en lo que puede llenar el estómago, pero no necesariamente en lo que puede nutrir".
Recordó que esta situación se da incluso cuando las cifras del INEI indican que la pobreza monetaria se ha reducido de 29% a 27,6%, lo cual se podría explicar por el aumento del precio de la canasta básica, que ahora llega a S/454.
La exministra de Desarrollo e Inclusión Social Carolina Trivelli señala que en el Perú se vive un problema severo de inseguridad alimentaria. "No es que no haya alimentos, sino que las familias no tienen certeza de si tendrán alimentos suficientes y adecuados mañana", afirma.
Ingresos, migración y abandono de prácticas ancestrales
El reciente libro editado por Rimisp describe cómo los cambios socioeconómicos de las últimas décadas han alterado las dietas indígenas. El aumento del ingreso y la migración hacia ciudades generó acceso a nuevos productos, pero no necesariamente mejores. Es decir, alimentos baratos, rápidos y altamente procesados, que "satisfacen el hambre, pero son perjudiciales para la salud" y tensionan la relación con las prácticas tradicionales.
Este proceso ha derivado en abandono de cultivos nativos, pérdida de diversidad alimentaria, ruptura generacional entre lo que comían abuelos y nietos y menor conexión con el territorio.
Las familias migrantes enfrentan precarización laboral y poco tiempo para cocinar, lo que las empuja a dietas ultraprocesadas. "Lo que produce el campo ya no siempre es suficiente, y eso aleja a las personas de sus costumbres", afirma Yañez. "La gente que vive en un territorio hace cientos, miles de años, tiene una relación íntima con los alimentos. Eso es lo que hoy se está perdiendo", explica.
Para la economía alimentaria, esto tiene implicancias como una dieta territorializada, rica en tubérculos, legumbres, granos y hortalizas locales, es más diversa, más nutritiva y más resiliente ante shocks de precios o fallas de mercado.
Desayuno escolar y compras públicas
Yáñez propone dos caminos inmediatos que el Perú podría adoptar como una reforma en el desayuno escolar “Los niños no tienen que comer pan y un vaso de leche. Pueden comer verduras y frutas acorde a su territorio”. Una reforma así rescataría prácticas alimentarias locales, diversificaría la dieta infantil y beneficiaría a productores rurales.
Otro camino es impulsar compras públicas desde la agricultura familiar indígena. Inspirado en el modelo de Brasil, plantea destinar entre 10% y 17% de la compra estatal de alimentos a productores indígenas y campesinos. "Si ese porcentaje se utiliza en la compra de ese sector, va a tener la diversidad de alimentos que se entregan en alguna instancia pública", afirma.
Además, plantea promover la diversificación productiva. Explica que el Ministerio de Agricultura podría incentivar a los agricultores para que no solo se dediquen al maíz, la soya o la caña, sino que incorporen hortalizas y frutales. "Mira, yo te doy un incentivo económico, pero si tú además de ese producto tienes hortalizas y tienes frutales", ejemplifica Yáñez.
Perú sigue sin medir pobreza multidimensional
Brasil y México ya integran la inseguridad alimentaria en su medición de pobreza multidimensional. Chile está a punto de integrarlo, Perú aún no cuenta con un indicador oficial de pobreza multidimensional que mide carencias. "Eso detiene conversaciones sobre urgencia, priorización y financiamiento", advierte.
Sin datos, el Estado no puede focalizar recursos ni identificar quiénes enfrentan mayor vulnerabilidad como mujeres, indígenas, hogares con muchos niños o trabajadores informales.
Para los sistemas alimentarios indígenas, el principal problema no es solo el cambio climático, sino el acceso a tierras y agua.
"Se despojaron a las comunidades de tierras ancestrales, menos productivas, más aisladas, con menor acceso a agua. Ahí tienen un problema para producir", explica.
A ello se suman prejuicios que desvalorizan la comida indígena, pese a que, como documenta el libro, sus recetas contienen la variedad de nutrientes que requiere una dieta saludable.
Porque, como señala Yáñez, los pueblos indígenas tienen herramientas para resolver problemas que como sociedad no hemos podido resolver durante décadas. Y en un país donde 17 millones de personas no pueden alimentarse adecuadamente, ignorarlas podría ser un costo que el Perú ya no puede permitirse.
























