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“Es igual al 11-S, pero todos los días”: paramédico sobre la COVID-19 en Nueva York

Además de lidiar con la muerte, Anthony Almojera debe enfrentar a diario el desgaste emocional que le deja intentar salvar vidas y no poder hacerlo. Algunos días recibe más de 6500 llamadas de auxilio por coronavirus, cuenta.

Paramédico
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A diario, el paramédico de Nueva York Anthony Almojera debe enfrentarse a la muerte. Esta situación no es ajena a su profesión; sin embargo, la pandemia del coronavirus SARS-Cov-2 ha generado que el panorama sea mucho más desolador para él.

En Nueva York, los casos confirmados por COVID-19 son superiores a cualquier otro país en el mundo. En entrevista para la BBC, Amojera revela que tiene días en los que recibe más de 6.500 llamadas de auxilio por la epidemia, mayor a las 6.400 que se hicieron el 11 de septiembre de 2001, cuando ocurrió el atentado a las Torres Gemelas.

“En las guerras, tú sabes cómo luce tu enemigo. Esta es una guerra que tiene balas invisibles”, dice el también vicepresidente del sindicato de oficiales de Servicios Médicos de Emergencia del Departamento de Bomberos de Nueva York.

Después de despertarse, su rutina diaria, detalla el paramédico, incluye descontaminar los equipos con los que trabaja. Lo limpia absolutamente todo: sus llaves, su radio, su maletín y el resto de objetos con los que sale a la calle.

El virus puede sobrevivir en cualquier cosa. Nada es seguro, ni siquiera tus compañeros de trabajo”, explica.

Cara a cara con la muerte

En un día específico, el domingo 5 de abril, la primera llamada de auxilio ocurre al promediar las 7.00 a. m. Solo en las últimas siete horas el paramédico y su equipo han recibido 1.500 llamadas como esta. El primer caso fue un paro cardíaco.

“Tenemos días en los que recibimos más de 6.500 llamadas (...) El día de los atentados a las Torres Gemelas recibimos 6.400 llamadas. Con la emergencia de la COVID-19 tenemos ese mismo volumen de llamadas, pero todos los días", cuenta.

"Nosotros comenzamos a notar el aumento de casos hacia el 20 de marzo. Pero el 22 fue como si hubiera caído una bomba”, agrega.

Amojera indica que cerca del 20 % de los paramédicos de su equipo se encuentran contagiados. Algunos se mantienen como portadores, mientras que otros están en cuidados intensivos. Dos de ellos están siendo asistidos por un respirador.

“Es igual al 11-S, pero todos los días”: paramédico sobre la COVID-19 en Nueva York

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Casos similares

El primer paciente atendido, detalla Amojera, es un hombre que lleva cinco días con tos y fiebre. Los médicos lo asisten con un tubo a través de su garganta para ayudarlo a respirar. Sin embargo, después de 30 minutos, declaran su muerte.

“Me cercioro de que todos estemos bien, volvemos a nuestro transporte —descontaminando todo antes— y presiono el botón para indicar que quedamos disponibles otra vez”, afirma.

Tan solo 20 minutos después de esto, otra llamada sucede. El nuevo paciente también tiene un ataque al corazón. “Los mismos síntomas, los mismos procedimientos, el mismo resultado”, revela el paramédico.

La situación se repite una y otra vez. Todas las emergencias son parecidas y en todas ellas se presume un caso por coronavirus.

El virus ataca los pulmones: el cuerpo pierde la capacidad de obtener oxígeno, lo que hace que otros órganos comiencen a fallar”, explica el experto.

Increíblemente, el “alivio” del equipo llega por fin con una emergencia no relacionada con la COVID-19: un suicidio.

“Ese fue el momento en que mi cabeza descansó", confiesa acongojado.

Desgaste emocional

El séptimo caso resulta ser la llamada de una joven. Su madre está tirada en el piso con “los síntomas”. No puede respirar y los médicos tratan de salvarla. El padre de la muchacha murió solo días atrás con los mismos signos.

La doctora del equipo que atiende a la mujer convaleciente mira a los ojos a Amojera y su mirada es la misma que en los otros casos.

“Ahora tengo que decirle a esa joven que ha perdido a ambos padres en cuestión de tres días”, dice él.

Cerca de las 6.00 p. m. las emergencias se repiten una tras otra. Ya se han atendido diez ataques cardíacos, todos con el mismo triste final.

Equipo de paramédicos en Nueva York. Foto: BBC

Equipo de paramédicos en Nueva York. Foto: BBC

“He tenido que decirle a diez familiares que no podemos hacer nada más. Los sentimientos me desbordan. Nunca antes he tenido días como estos en mi carrera. Estoy emocionalmente agotado”, indica el paramédico.

Sin embargo, su turno no acaba aún y debe volver a “apretar el botón”. A las 9.30 p. m. el caso número 12 de un paro cardíaco se presenta otra vez.

“Nunca me había sentido tan agotado”, confiesa el hombre, quien se siente afortunado de no tener pareja ni hijos a quienes arriesgar al virus por si lo contrae.

“Yo elegí un trabajo donde me puedo enfermar y morir. Los familiares del personal de emergencia saben que su ser querido se puede enfermar y morir, pero lo que no eligieron es que les pueda llevar una enfermedad como esta a la casa (...) Ahora hay miembros de mi equipo que duermen en sus carros porque quieren evitar el contagio de sus familias”, añade Amojera.

Estamos luchando contra un enemigo invisible que está eliminando a nuestros compañeros de trabajo, y en este momento, la esperanza es fugaz”, concluye su relato.