
La COP30 en Brasil terminó con la aprobación de un documento final que busca una acción global frente al cambio climático. El texto recoge metas de adaptación, reducción de emisiones y financiamiento para los países más vulnerables. Sin embargo, generó críticas por no hacer ninguna referencia a los combustibles fósiles, pese a que son la principal fuente del calentamiento global y a que varios países pedían incluir una hoja de ruta para abandonarlos.
La COP30, que comenzó el 10 de noviembre y reunió a 195 países, terminó en una sesión envuelta en objeciones por parte de varias delegaciones latinoamericanas que reclamaron problemas en las negociaciones. El documento reduce el nivel de compromiso de la cumbre para enfrentar la crisis climática.
El texto publicado el sábado evita cualquier mención explícita al carbón, al petróleo y al gas, algo que generó preocupación entre los países que esperaban que esta COP fuera un paso firme hacia su eliminación progresiva. La Unión Europea había insistido en incluir una señal clara para reducirlos, pero finalmente no bloqueó el acuerdo.
“No podemos apoyar un resultado que no incluya una hoja de ruta para implementar una transición justa, ordenada y equitativa para abandonar los combustibles fósiles”, señala una carta firmada por países de Europa, América Latina, Asia y naciones insulares del Pacífico cuando salió el primer borrador del acuerdo.
Aunque el texto se aprobó por consenso, la plenaria final estuvo lejos de ser tranquila. Delegaciones de varios países latinoamericanos —entre ellos Argentina, Colombia, Ecuador, Panamá, Uruguay y Paraguay— se quejaron porque la presidencia brasileña no les dio la palabra antes de anunciar la aprobación del acuerdo.
La protesta colectiva llevó al presidente de la COP30, André Corrêa do Lago, a suspender la sesión por casi una hora. Tras consultar a las partes, regresó al pleno, ofreció disculpas por lo ocurrido, pero dejó claro que no revertiría la decisión, pues ya se había “batido el martillo”.
La delegada de Colombia, Daniela Durán, expresó que la situación “no dejaba otra opción que presentar una objeción” y aseguró que esta COP debía ser “la de la verdad y la confianza”. Uruguay, en representación del Grupo Sur, también criticó la forma en la que se condujeron las negociaciones durante las dos semanas de conferencia.
Otro punto que generó malestar por la tardanza en la presentación de los nuevos indicadores de adaptación al cambio climático. La jefa de delegación de Panamá, Ana Aguilar, dijo estar “extremadamente decepcionada” porque, según explicó, estos indicadores fueron entregados demasiado tarde y sin metadatos ni metodologías claras que permitan medir el progreso real en la adaptación.
Aguilar afirmó que no quería apoyar un resultado que “llevara hacia atrás” y consideró “inaceptable” que el documento señalara que los indicadores no crean obligaciones en materia de financiamiento para los países emergentes. Para Panamá, sin indicadores sólidos no hay forma de asegurar los recursos necesarios para implementar las medidas de adaptación.
Los países de Sudamérica —Uruguay, Argentina y Paraguay— también cuestionaron este punto y señalaron que los 59 indicadores presentados no se basan suficientemente en la ciencia. Para estas delegaciones, las decisiones climáticas deben apoyarse en evidencia científica para garantizar políticas estables en temas como agua, energía y uso del territorio.
El documento final mantiene los grandes compromisos del Acuerdo de París, como limitar el calentamiento global muy por debajo de los 2 °C y hacer todo lo posible por no superar los 1,5 °C. Advierte que el presupuesto de carbono compatible con ese objetivo está prácticamente agotado y que las emisiones actuales no permiten cumplir la meta. Aunque evita mencionar explícitamente a los combustibles fósiles, sí exige que los países presenten nuevas contribuciones climáticas más ambiciosas y alineadas con la meta de 1,5 °C, además de actualizar sus estrategias nacionales de desarrollo con bajas emisiones hacia mediados de siglo.
El acuerdo también fija metas claras de reducción: pide recortes globales del 43% para 2030 y del 60% para 2035, así como alcanzar cero emisiones netas de dióxido de carbono para 2050. En materia financiera, reconoce que los países en desarrollo enfrentan serias dificultades para costear sus planes climáticos y llama a triplicar la financiación para adaptación en la próxima década. Sin embargo, no define cómo se logrará, ni cuándo ni cuánto aportará cada país.
Además, introduce novedades como un diálogo sobre comercio mundial —tema sensible por la oposición de China a los aranceles de carbono— y respalda iniciativas para mejorar la transparencia climática, incluido el impulso a la Baku Global Climate Transparency Platform. El documento prolonga hasta 2026 el diálogo sobre la implementación del balance global e insiste en “detener y revertir la deforestación para 2030”, aunque sin detallar cómo.
El compromiso de abandonar los combustibles fósiles (el gas natural, el carbón y el petróleo crudo) se consideró un logro histórico de la COP28 en Dubái. Sin embargo, el acuerdo no llegó a exigir su eliminación gradual ante la intensa presión de los países productores de petróleo.
Un primer borrador del texto de la COP30, que se hizo público el 18 de noviembre, sí contenía la opción de elaborar una hoja de ruta para abandonar dichos combustibles. Pero los principales productores y consumidores, entre ellos China, India, Arabia Saudí y Rusia, rechazaron la propuesta, según informaron varios medios de comunicación, citando a negociadores familiarizados con las conversaciones.

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