Sociedad

Los maestros mueren en silencio

Invisibles. Durante la cuarentena, un total de 181 docentes han fallecido en todo el país, sobre todo debido al Covid-19. En regiones como Loreto, Piura y Ucayali, varios profesores se contagiaron en plena labor, al trasladarse para repartir libros o alimentos del programa Qali Warma en las zonas más alejadas. Otros tenían que visitar las casas de sus alumnos en comunidades nativas o enviar las tareas en lanchas. Demandan equipos de protección, acceso a internet y mejoras en las políticas educativas.

Por: Milagros Berríos y Ángela Valdivia

A fines de marzo, a los 58 años, el maestro Kender Flores terminó su primera obra de carpintería: una biblioteca para su casa. Desde hace 20 años, cuando sus hijas aún eran niñas, insistía en un espacio dedicado a sus libros. Quería la mejor ubicación para los de política y economía, y otra para los dos periódicos que leía a diario. Por eso, en sus horas libres, construyó aquella pequeña habitación de madera en un rincón de su hogar, a 15 minutos de su colegio y a tres cuadras del río Amazonas, en Loreto.

Pero nunca pudo disfrutarla.

No lo hizo porque la pandemia llegó antes que el año escolar. Y porque el virus, que aún asfixia al país, se interpuso a sus 30 años como profesor de primaria, director y hasta entrenador de fútbol del colegio Amauta, el más grande y único secundario del distrito de San Pablo, en la provincia loretana de Ramón Castilla. En esa zona, un veinteañero Ernesto 'Che' Guevara trabajó como voluntario de un asilo para leprosos y, a los 36 años, Kender Flores se convirtió en alcalde distrital.

Mientras que en Lima, a dos horas en avión desde Loreto, se anunciaban las clases a distancia para evitar contagios por Covid-19; en San Pablo, a dos días en lancha desde Iquitos, el director Kender Flores y un grupo de profesores tenían que ir a la escuela para repartir a los padres y alumnos los cuadernos de trabajo y los alimentos del programa social Qali Warma. Iban, también, porque debían redactar y enviar los reportes de su labor en una zona que tiene luz por horas y servicio de internet solo en el colegio. “Mi papá no dejó de ir un solo día allá”, dice Nataly, quien se acostumbró a verlo dos veces al año.

Luego la muerte llegó a San Pablo. Los maestros y auxiliares que acudieron al colegio Amauta se habían contagiado. El último mes, tres fallecieron por Covid-19. Kender Flores resistió hasta la 1 y 21 de la mañana el 21 de mayo.

Desde que empezó la cuarentena hasta el viernes 12 de junio, 181 profesores de colegios públicos han perdido la vida en todo el país, sobre todo a causa del Covid-19, según los reportes del Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación del Perú (Sutep). La mayoría de las víctimas se encuentra en Lima Metropolitana, Piura y Loreto, que si bien son zonas de alto contagio, según el Ministerio de Salud, también son aquellas donde muchos maestros han tenido que salir de sus hogares y exponerse al virus para llevarles las tareas a los alumnos sin internet, repartir los cuadernos de trabajo y grabar programas radiales. También para enviar fotocopias a las comunidades nativas y entregar los desayunos de Qali Warma. Pese a tener todos los síntomas, no encontraron atención en los hospitales colapsados. Buscaban un diagnóstico oficial, pues de lo contrario, debían seguir trabajando, según relataron los deudos, colegas y funcionarios locales a La República.

Nada de nada

“Ni un frasco de alcohol, ni una caja de guantes”, dice la hija del profesor Kender Flores. Nataly asegura que, en lugar de equipos de bioseguridad para la repartición de materiales, lo único que recibió su padre fueron las exigencias de los directivos para que envíe los informes de trabajo que solo podía redactar fuera de casa. “A mi papá nadie lo protegió”.

Tampoco protegieron a Sesiana Rengifo Lores, otra víctima del colegio Amauta. En plena cuarentena, la maestra de 38 años tuvo que dejar a su hija de 8 meses y acudir a la radio local para grabar los programas de Aprendo en casa. En esa labor también participaron Kender Flores y otros colegas. En San Pablo, a orillas del río Amazonas, la educación no llega por una tablet o una laptop, sino desde la voz de hombres y mujeres que no ganan ni el 10% de lo que recibe un congresista mensualmente.

Poco más de 2.000 soles también era el sueldo de Hipólito Zapata Chávez, de 59 años, quien hacía largas colas en el embarcadero de la ciudad de Nauta para enviar en una lancha las copias con las tareas para sus alumnos.

En la comunidad nativa Puerto Auxilio, en el distrito de Parinari, a 8 horas por río desde Nauta, no hay internet, pero sí una escuela secundaria fundada con apoyo de aquel maestro. En esos recorridos frecuentes hasta el puerto, donde todos se aglomeraban para enviar sus productos, Hipólito pudo contagiarse, lamenta su hermana Silvia. El 22 de mayo, el Covid-19 apagó el buen humor del profesor.

“En las comunidades nativas o en provincias como Requena, el maestro busca al alumno”. El secretario general del Sutep, Lucio Castro, denuncia que las autoridades del sector Educación le han dado la responsabilidad a los maestros de distribuir los materiales educativos y alimentación, pero sin proteger su salud.

En abril pasado, el Minedu dispuso que directores, docentes y padres se encarguen de esas labores ante el brote del Covid-19, según la Resolución Ministerial N° 176 y la Resolución Viceministerial N° 091. A esta norma se sumó un protocolo de atención de los comités de alimentación, el cual establecía que los encargados de preparar los productos usen mascarillas para evitar la propagación del virus; sin embargo, no señala quién las brindaría.

El Sutep, a través de un oficio, demandó al Minedu que estas reparticiones se den de manera quincenal, con apoyo de militares y policías, y que se entreguen kits de higiene para los comités. Según dice, no hubo respuesta.

Casa por casa

Los maestros no solo murieron por salir de sus hogares, sino también al volver a ellos. El docente de primaria Raúl Tamani Silvano, de 48 años, diabético, amante de las “peloteadas” de fulbito, estaba listo para empezar sus clases en la comunidad nativa de Carachama, en Loreto, cuando anunciaron el cierre de fronteras. “Acá no va a llegar ese virus”, decía a sus familiares. Les contaba que tenía que llevar las tareas a las casas de sus alumnos y que nadie en el pueblo usaba mascarillas.

Días después, enfermó. Nadie podía atenderlo, nadie lo dejaba volver a casa. Su familia insistió tanto que logró su viaje de retorno: fueron dos días por río hasta Requena. El maestro falleció el mismo día que llegó: el 4 de mayo a las 9 de la noche.

Para Hugo Díaz, del Consejo Nacional de Educación (CNE), la pandemia ha golpeado con fuerza al magisterio. “Si uno visita cualquier Ugel va a encontrar profesores fallecidos, y no sería raro que el 90% sea por Covid-19. Esto tiene que tomarse en cuenta en las políticas educativas”.

La población docente es una de las más grandes fuerzas de trabajo en el país. Supera, por ejemplo, 12 veces a la de médicos. Son más de 500 mil profesores dedicados a la educación básica, de los cuales 360 mil enseñan en colegios públicos.

Según la Encuesta Nacional de Docentes del 2018, registran una edad promedio de 45 años y más de la mitad tiene hijos y es jefe de hogar. Sin embargo, entre las principales razones por las que no volverían a elegir la carrera es porque pagan poco, es muy sacrificada y trabajan en condiciones inadecuadas.

Con el virus a cuestas

Esto ha sido aún más evidente en esta pandemia. “El internet es solo para un 15% o 20% de la población. El resto usa radio y televisión, y para poder complementar los mensajes que emiten estos medios, los profesores tienen que trasladarse y buscar así complementar el esfuerzo del Gobierno para Aprendo en Casa. Hay una serie de condiciones deficitarias que complican las tareas del docente y los pone en riesgo”, refiere Hugo Díaz.

En Loreto, el Sutep reporta hasta cien maestros fallecidos. La mayoría de la provincia de Requena, antes la “Atenas del Ucayali” y ahora una tierra que se queda sin oxígeno en plena pandemia.

Funcionarios de la Ugel dijeron que la mayoría de víctimas presentaba enfermedades preexistentes como diabetes, hipertensión o insuficiencia renal. “El 100% evacuado a Essalud de Iquitos retornó muerto. Los abandonan a su suerte”.

Tras ello, inicia una dura travesía. El féretro lo trasladan por carretera a Nauta, 4 horas por deslizador a Requena y luego al cementerio. El pueblo hizo colectas por algunos maestros.

En este proceso, según los dirigentes del Sute, Eleazar Pezo y Hugo Muñoz, no participa el sector Educación. "Solo exige que se empiece el plan remoto, pero no hay condiciones", dicen.

En la región de Ucayali, el profesor Pedro Monteluis, de 57 años, se contagió de Covid-19 cuando preparaba la estrategia de enseñanza remota. Por las mañanas iba al colegio Abner Alberto Monroy Cachay, de Pucallpa, para reunirse con sus colegas y organizar las agendas de las clases virtuales. Pero un día, a mediados de abril, comenzaron los mareos, el dolor de cabeza y ya no pudo volver a trabajar.

Luego vino la fiebre y la falta de aire. El profesor no podía levantarse de la cama y aun así continuó trabajando. En el colegio le exigían la entrega de reportes sobre sus estudiantes, pero no tenía las fuerzas para hacerlo, así que su familia lo apoyó en el proceso. "La preocupación no lo ayudó en nada. No le creían que estaba mal", dice José Manuel Monteluis, uno de sus tres hijos.

El 3 de mayo la falta de aire empeoró. Lo llevaron de emergencia al hospital, un doctor logró revisarlo, pero momentos después falleció. Una neumonía atípica paralizó 23 años de carrera docente y liderazgo sindical.

La preocupación que lo acompañó por cumplir con sus labores era la que sentía Kender, en Loreto. "Incluso, en su lecho de muerte, mi papá repetía: 'El 23 de abril tengo que entregar mi nómina de matrícula'", recuerda Nataly, quien ahora ayuda a su madre, también profesora y positivo en Covid-19, a terminar los informes de su colegio.

El Minedu, a través de la Resolución Viceministerial 098, establece que los profesores que realicen trabajo remoto deben presentar, cada fin de mes, un informe a sus directores sobre su labor y, de ser posible, adjuntar evidencias. Esto sirve como insumo para el reporte de las asistencias, faltas y remuneraciones.

"El pago previo informe obliga a que el profesor se movilice y ponga en riesgo su salud. La administración tiene que ayudar con normas asequibles. La gran preocupación del docente es cómo hacer que sus alumnos aprendan en el marco de las limitaciones. No hay que seguir necesariamente el currículo. Esta situación es excepcional", comenta Hugo Díaz, del CNE, quien destaca la necesidad de garantizar el acceso gratuito a internet para fines educativos.

Mientras tanto, en Piura, un maestro que no tenía laptop y debía salir a un locutorio a desarrollar sus clases falleció hace poco a causa de un derrame cerebral, asegura Juana Ordinola, secretaria del Sute.

Y otros 40 murieron a causa del Covid-19, agrega el decano del Colegio de Profesores de Piura, William Bayona. Varios distribuyeron productos del programa Qali Warma y materiales educativos a los padres.

El director del colegio Nuestra Señora de Fátima, Luis Torres, comenta que no se les brindaba recursos para comprar mascarillas o guantes. Por eso, incluso, un grupo de directivos solicitó a la Defensoría del Pueblo suspender el reparto de alimentos y materiales. La Ugel Piura aceptó el pedido.

En el recuerdo

Los maestros son los solitarios protagonistas de misas, velatorios sin ataúdes y noticias locales, pero también del silencio de las autoridades que, según los deudos, no se han acercado durante la enfermedad. Tampoco se les ha informado sobre los beneficios que les corresponde.

Los que hoy se van dejan sus enseñanzas. Eso decían los alumnos de Kender Flores mientras pegaban sus fotos en las paredes del colegio Amauta horas después de su muerte.

Una semana atrás, en el hospital regional, el maestro contagiado por el Covid-19 escuchó a una joven pedir a gritos un balón de oxígeno para su papá y, sin demora, decidió prestarle el suyo.

Dos grandes obras de un hombre dedicado a la educación ocurrieron fuera de su escuela: entregó oxígeno y construyó una pequeña biblioteca. Ambas darían un respiro a su vida.

Los maestros

- Hipólito Zapata Chávez (Loreto)

“Buen maestro y padre. Siempre te recordará tu comunidad”.

- Defilia Ávila Zambrano (Loreto)

“Tenía una lucidez increíble y una fortaleza inquebrantable”.

- Raúl Tamani Silvano (Loreto)

“Un hermano que dio todo por su familia, nunca fue mezquino”.

- Hipólito Solís Salazar (Amazonas)

“Un superpapá y gran maestro que enseñó a grandes profesionales”.

- Darwin Córdova Palacios (Piura)

“Él era un excelente profesor. Muy entregado”.

- Jesús Petronila Arcela Medina (Piura)

“Era muy apegada a su ética. Respetaba todo lo que le rodeaba”.

- Sesiana Rengifo Lores (Loreto)

“Nuestra bella hijita de 8 meses siempre te tendrá presente”.

- Diego Armando Sánchez Vásquez (Loreto)

“Honor y gloria para el compañero. El pueblo hizo una colecta por el”.

- Miguel Ángel Cahuana Gil (Cusco)

“Nunca olvidaremos a un ser tan amado por su nobleza y actitud”.

- Luis Fernando Tafur Montenegro (Loreto)

“Siempre te recordaremos por ser carismático y alegre”.

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