Candidatos buscan conquistar el voto del sur en estas próximas elecciones: más de 4 millones de votos en disputa
Según estimaciones del Reniec, la Macrorregión Sur podría representar hasta el 16.5% del electorado total en las Elecciones 2026. Candidatos buscan conquistar este terreno para asegurar un "empujoncito" inicial.
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Arequipa, Moquegua, Tacna, Puno, Cusco, Apurímac y Madre de Dios. La macrorregión sur del Perú es uno de los bastiones electorales más importantes en cada elección presidencial. Diversos analistas políticos sostienen que si un candidato logra obtener un respaldo sólido de esta zona, podría facilitar su pase a una segunda vuelta.
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No es casualidad: en 2021, en los siete departamentos mencionados, Pedro Castillo fue el candidato más votado en todos ellos. En Puno, por ejemplo, alcanzó el 38.69% del total de votos emitidos, obteniendo casi 20 puntos más que el segundo lugar. Según los datos históricos de la ONPE, en toda la macrorregión sur obtuvo 991 583 votos, cifra suficiente para marcar una diferencia decisiva en un escenario de dispersión entre sus competidores.
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Para 2026, el peso electoral del sur podría ser incluso mayor. Una aproximación inicial del Reniec indica que, entre los siete departamentos, podrían registrarse hasta 4 305 192 votos habilitados. Una cifra que superaria ampliamente los 3 048 044 del 2021. En porcentaje, esto representaría casi el 16.5% del total nacional.
Pero, ¿qué detalles hacen que un candidato sea catalogado como atractivo para las regiones sureñas del Perú? En los últimos años, la respuesta más inmediata ahonda en un lugar común: los candidatos "antisistema", aquellos que rompen con el recodo neoliberal y pro-establishment, son más atractivos para este espacio del electorado. ¿Es esto realmente así?
Un perfil atractivo para el votante del sur
“Busco una persona honesta, que no haya sido congresista porque la gente que ha estado allí siempre está vinculada con corrupción”, afirma Jordan Huacan, joven arequipeño de 23 años, al describir sus preferencias de cara a las elecciones de 2026. Cinco años atrás, Huacan anuló su voto en primera vuelta al no encontrar ningún candidato con esas características.
En el sur, valores como la integridad y el sentido comunitario suelen ser fundamentales al momento de elegir una opción presidencial. El voto se deposita con desconfianza a las instituciones, pero también con cierto grado de esperanza en la renovación. Para Katherin Mamani, politóloga de la Universidad Nacional Micaela Bastidas de Apurímac (Unamba), esta parte del país se orienta hacia propuestas que puedan articular políticas capaces de corregir la desigualdad estructural, en diálogo con la idiosincrasia comunitaria.
“Históricamente, el sur ha vivido intervenciones estatales coercitivas, desde la represión política hasta la imposición de proyectos extractivos sin consulta previa. Esta memoria de conflictividad condiciona la interpretación de los discursos políticos y la evaluación de los candidatos. (…) La desigualdad territorial, las experiencias de conflicto con el Estado y las dinámicas comunitarias de organización política operan de manera constante en la vida diaria y reflejan las dinámicas socioterritoriales del sur. A diferencia de Lima o del norte, donde predominan lógicas asociadas a la modernización económica, en el sur el voto se entrelaza con memorias colectivas de marginalidad, centralismo, violencia política e impactos del extractivismo”, explica la especialista.
Esto ayuda a entender la desconfianza hacia candidatos que priorizan valores asociados a la individualidad o que son percibidos como ajenos a la región. Hay ejemplos recientes. La visita de Phillip Butters (Avanza País) a Puno generó una reacción inmediata: decenas de ciudadanos lo repudiaron por sus declaraciones sobre las protestas, lo que obligó a que fuese escoltado por la Policía. De manera similar, Keiko Fujimori ha sido rechazada en lugares como Cusco, donde en 2021 fue abucheada durante actividades proselitistas.
“El rechazo a estas figuras se explica por trayectorias históricas de confrontación entre el sur andino y proyectos políticos asociados al centralismo, la represión y la homogenización cultural. En el caso del fujimorismo, la memoria de las esterilizaciones forzadas, la militarización de los años 90 y la expansión del modelo extractivo sin consulta reafirman una imagen de violencia estatal. Mientras que en el caso de comunicadores de derecha como Phillip Butters, su narrativa pública reproduce discursos que la antropología identifica como racismo estructural. En territorios donde la racialización histórica ha sido un elemento central de exclusión, estas figuras representan la continuidad de una mirada limeña que devalúa lo andino”, sostiene Mamani.
La politóloga cuestiona la visión que etiqueta al voto del sur como “antisistema”. Para ella, el electorado busca más bien una relación política que no reproduzca la distancia histórica entre el Estado y sus comunidades. “No se trata de una respuesta emocional, sino de un rechazo estructural, construido a partir de la experiencia de un Estado que históricamente extrae, controla y sanciona a los territorios andinos”, afirma.
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Mimetización desde Lima
Con el inicio de la campaña electoral, algunos candidatos han intentado posicionarse en el imaginario sureño mediante acciones que llamen la atención de un electorado al que no pertenecen. Rafael López Aliaga, exalcalde de Lima y candidato por Renovación Popular, difundió un video publicitario en el que utiliza una canción de Mercedes Sosa mientras aparece usando un chullo y acompañado de su candidato a la vicepresidencia, Jhon Ramos, natural de Huanta (Ayacucho).
La estrategia parece evidente: en política, la mimetización busca que ciertos candidatos adopten rasgos culturales, simbólicos o discursivos de un grupo social ajeno para generar cercanía y obtener legitimidad. Esto puede expresarse a través de cambios en la forma de hablar, la estética, las referencias culturales o incluso la apropiación de demandas históricas. La intención es proyectar pertenencia y reducir la distancia con el electorado objetivo.
¿Funcionó este primer intento? Para Williams Simaita, estudiante de 21 años de la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa, no: “Al parecer se siente identificado con el chullo”, comenta irónicamente. Las imágenes le recuerdan episodios vistos en sus clases de historia: “Me hace recordar mucho cuando Fujimori se vestía así. Veo mucho parecido en su accionar. No me parece válida esa estrategia”.
Como era previsible, la mimetización es una práctica más frecuente entre ciertos sectores limeños y criollos. El fujimorismo ha recurrido varias veces a este recurso. Antes de lanzar formalmente su candidatura, Keiko Fujimori (Fuerza Popular) apareció vestida con un traje típico campesino en una visita a Combayo, Cajamarca, una región que también le fue adversa en 2021.
Mamani analiza esta práctica: “La mimetización revela una tensión central: la imitación cultural superficial —uso de vestimenta andina, frases rutinarias en quechua, visitas ritualizadas a ferias o mercados— contrasta con la ausencia de compromiso estructural con las agendas socioterritoriales, en particular con la reducción de desigualdades históricas y la regulación del extractivismo. Es una puesta en escena simbólica diseñada para suplir un vacío de legitimidad, pero la población la percibe como un acto instrumental. En contextos de desconfianza entre Estado y comunidades, lo performativo no reemplaza la consistencia política ni la capacidad de responder a demandas concretas”.
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¿Quién podría llevarse el voto del sur?
Si varias figuras políticas no conectan con los valores predominantes en la región, surge la pregunta: ¿qué candidato sí podría ganarse la confianza del sur? Para Mamani, la respuesta apunta a liderazgos que provengan directamente de los territorios.
“Los perfiles que emergen desde los propios territorios —liderazgos comunales, regionales o sindicales— suelen ser percibidos como actores auténticos, en contraste con figuras ‘radicalmente limeñas’ cuya relación con el sur se limita al ciclo electoral. Estos candidatos encajan en la categoría de representación descriptiva y de experiencia compartida, clave en contextos donde persiste una fuerte distancia sociocultural”, afirma.
Mirando al pasado, esta descripción ayuda a explicar la victoria de Pedro Castillo en 2021. De cara al presente, la oferta electoral permite algunas comparaciones. En la alianza de izquierda 'Venceremos', la figura de Vicente Alanoca, natural de Puno y con educación universitaria y experiencia dirigencial en su región, parece encajar mejor con este perfil que la de Ronald Atencio, abogado formado en Lima. Del mismo modo, Alfonso López-Chau (Ahora Nación), autodeclarado socialista democrático, tampoco parecería ajustarse a estas características; pero, por otro lado, su segunda vicepresidenta, Ruth Buendía -lideresa asháninka y dirigente medioambiental- podría cubrir ese rol.
Pedro Castillo aún podría conservar un peso político significativo. Su reciente respaldo a la candidatura de Roberto Sánchez, de Juntos por el Perú (JPP), manifestado públicamente durante la audiencia por el caso del golpe de Estado, podría otorgar a ese postulante cierto impulso electoral.
“El electorado del sur suele valorar a candidatos que articulan agendas de redistribución, adoptan posturas críticas frente al centralismo, reconocen la legitimidad de las formas organizativas comunales, cuentan con una trayectoria territorial que trascienda la coyuntura electoral y construyen narrativas que visibilizan la desigualdad histórica desde una perspectiva de justicia. El voto del sur no solo busca representación, sino visibilidad política y reconocimiento de sus demandas territoriales”, concluye Mamani.























