AEF: "Empresas familiares encararán elecciones con cautela, pero con apuesta en el largo plazo"
La Asociación de Empresas Familiares del Perú destactó que sectores como construcción, minería y agroindustria vienen recuperándose, aunque advirtió que la burocracia y la informalidad siguen limitando inversión, empleo formal y acceso al crédito.
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El representante de la Asociación de Empresas Familiares del Perú (AEF), Enrique Pajuelo, sostuvo que pese a la cautela por el proceso electoral de 2026, las empresas familiares mantienen una visión de largo plazo y un ánimo de resiliencia. En diálogo con La República, destacó que la confianza empresarial no despega por la inestabilidad política, identificó a la informalidad como la principal traba para el crecimiento de los pequeños negocios y resaltó las oportunidades que trae la innovación digital y proyectos de infraestructura como el puerto de Chancay.
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—Se estima que las empresas familiares generan alrededor del 70% del empleo en el país. ¿Cómo enfrentan el actual escenario preelectoral?
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Lo que nos caracteriza es la visión de largo plazo. Siempre repetimos una palabra: legado. No pensamos solo en el presente o en el próximo año, sino en las siguientes generaciones. Por eso nuestro ánimo es ser precavidos hoy, pero mirando siempre al futuro.
—El BCRP muestra que la confianza empresarial a largo plazo sigue optimista, pero sin despegar a niveles de años anteriores. ¿Qué explica esa cautela?
La disonancia entre economía y política. Hace años se decía que iban por cuerdas separadas, pero quedó demostrado que no. Una afecta a la otra. En lo económico tenemos buenos indicadores: reservas internacionales, bajo nivel de deuda, crecimiento del PBI, baja inflación de la región y del mundo. Pero la confianza no despega por la coyuntura política. Si hubiera coherencia política, la confianza estaría más arriba.
—¿Qué sectores de las empresas familiares están viviendo un mejor momento?
En general, los sectores están con bastante fuerza: minería, construcción, agroindustria y comercio. El 2023 fue un año malo, 2024 de recuperación, y 2025 un poco mejor. Diría que la mayoría de sectores está caminando bien, aunque no al ritmo que debería. Estamos con un crecimiento proyectado de un poco más de 3%, pero podríamos estar por encima de 5%.
El ánimo empresarial es de cautal, no miedo. En la elección pasada hubo fuga de capitales, inflación, tipo de cambio alto. Eso nos curtió, nos hizo más resilientes. Ahora, frente al “monstruo” electoral, ya lo conocemos. No es que no asuste, pero no paraliza. Por eso vemos el próximo año con tranquilidad y cautela, no con temor. El capital que queda es el que confía en el país, los que quieren jugar el partido aquí.
—¿Cómo está compuesta la base de empresas familiares en el Perú?
En el Perú hay de todo: grandes, medianas y pequeñas empresas familiares. Cada una vive condiciones distintas de gobernanza. En primeras generaciones suele estar el fundador que hace todo. Luego se forma un equipo, crece, se corporativiza, puede estar en varios países y tener estructuras complejas. Muchas ya están en segunda o tercera generación, pero la mayoría en primera o segunda. El gran reto es la sucesión: trabajar la gobernanza, formar directorios, profesionalizar la gerencia, tener consejos de familia. La clave es aprender, capacitarse, profesionalizar primero a la familia. Todos los miembros deben conocer de empresa y finanzas, incluso si no trabajan en el negocio.
—¿Cómo está creciendo la Asociación de Empresas Familiares del Perú?
Hace tres años éramos 50 familias asociadas. Hoy somos casi 90 familias, cerca de llegar a 100. No queremos ser una organización demasiado grande porque estamos en etapa de consolidación. Lo valioso es que en la Asociación comparten grandes, medianas y pequeñas. Las más grandes transmiten experiencia, las medianas aprenden de ellas y las pequeñas de las medianas. Así se genera valor para todos.
—Uno de los grandes problemas del país es la informalidad. ¿Qué piden al Estado en este tema?
Lo más complejo es para las pequeñas, porque las grandes tienen mecanismos y espalda financiera para afrontarla. Para el chico no es así. Por eso nosotros apelamos a los gobiernos a que simplifiquen las cosas para hacer negocios. Hoy todo es muy complicado: si quieres vender empanadas mañana, tienes que sacar un RUC, si no declaras al mes te multan, si declaras mal también te multan, luego tienes que tramitar licencia en la municipalidad que demora semanas o meses, y si no la sacas también te multan. Además, contratar en planilla implica más trámites y sanciones si te equivocas. Es un sistema muy punitivo y poco favorable al emprendimiento
Esto empuja a que muchas empresas no es que no quieran ser formales, sino que no pueden entrar a ese mundo tan complejo. En mi sector industrial ladrillero, por ejemplo, la informalidad abunda. Hay quienes se quedan estancados en ella porque la burocracia les impide dar el salto a la formalidad.
— Impacta en el acceso al crédito de las empresas familiares, porque los bancos e inversionistas son más restrictivos..
La informalidad también impacta en el acceso al financiamiento: los bancos y los inversionistas no apoyan a una empresa informal. Solo el sector de microfinanzas atiende a esos negocios pequeños. En general, la banca tradicional no entiende ni acepta a los informales, y eso es una limitación enorme para desarrollarse.
—¿Están las empresas familiares peruanas integrándose al mercado internacional?
Hay empresas familiares que ya están fuera, con nombres conocidos. Por ejemplo, los Añaños del grupo AJE, que están en todo el mundo. Otro caso es Vistony, fabricante de lubricantes, que tiene planta en India. También agroexportadores que envían a varios mercados. Incluso cadenas de hoteles peruanos que se han expandido a nivel nacional e internacional.
En general, depende del modelo de negocio y del apetito de crecimiento de cada familia, pero sí, cada vez hay más integración global. Antes era raro que una empresa familiar saliera, ahora ya no lo es.
—En este contexto, ¿qué papel está jugando la innovación digital en las empresas familiares?
Es clave. Hoy hablamos de inteligencia artificial, de transformación digital. Estamos en un proceso de aprender cómo usar estas herramientas y aplicarlas. En la Asociación ya hemos organizado talleres sobre inteligencia artificial. No es solo un tema del futuro: ya está aquí y debemos adaptarnos rápido.
—En tu caso, como presidente ejecutivo de Ladrillos Forte, ¿cómo se encuentra el mercado de materiales de construcción?
Este año se ha sentido la recuperación. El sector de autoconstrucción está dinámico: la gente está construyendo sus casas u oficinas, lo que muestra que hay liquidez en la calle. En paralelo, el sector formal inmobiliario también crece con fuerza; este año podría ser uno de los mejores en cuanto a construcción de vivienda formal. Ambos segmentos —autoconstrucción e inmobiliario— están empujando al alza.
— ¿Ese panorama también se ve en regiones? ¿Planean expandirse?
Sí, es similar en todas las ciudades donde operamos: Lima, Trujillo, Chiclayo y Piura. El mercado es parejo. Como toda empresa, siempre pensamos en crecer, primero a nivel nacional y luego hacia afuera.
—¿Qué oportunidades abre el puerto de Chancay para las empresas familiares?
Enormes. No solo para exportar, sino también para importar y mejorar la logística. Alrededor del puerto se desarrollarán nuevas ciudades que demandarán materiales de construcción, servicios y empleo. Para las empresas familiares es una oportunidad de crecer, diversificarse y competir globalmente. El empresario peruano siempre ve en cada reto una oportunidad.
¿Ya hay inversiones concretas vinculadas a Chancay?
Sí, ya hay empresas que han cerrado acuerdos e inversiones. Se están concretando ruedas de negocios con inversionistas extranjeros. Es un proceso en marcha que traerá oportunidades para las empresas familiares.























