
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, reafirmó su intención de desarmar a Hamás, pero expresó reservas sobre la herramienta diseñada para lograrlo: una fuerza internacional incluida en un plan impulsado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Durante una reunión con diplomáticos en Jerusalén, Netanyahu aseguró que ese objetivo se cumplirá, sin importar el mecanismo. “Podemos hacerlo por las buenas o por las malas, pero al final se hará”, afirmó.
El plan estadounidense contempla una transición política en la Franja de Gaza en varias etapas. La siguiente fase, aún por implementarse, prevé que un gobierno palestino tecnocrático asuma el control administrativo del territorio, tras la salida del ejército israelí. Mientras tanto, una misión internacional de estabilización sería responsable de mantener el orden.
Aunque el jefe de gobierno israelí no descartó la presencia extranjera, señaló que no cree que esté preparada para enfrentar a Hamás directamente. “Hay tareas que esa fuerza podría cumplir, y otras que claramente no”, dijo, aludiendo al desarme como el mayor desafío.
Esa postura refleja una creciente desconfianza de Israel en actores externos para manejar aspectos clave de la seguridad en Gaza, especialmente si se trata de organizaciones armadas que no reconocen al Estado israelí.
Por su parte, Hamás ha reiterado que no entregará su armamento. No obstante, uno de sus dirigentes, Bassem Naim, se mostró dispuesto a discutir un posible acuerdo para almacenar las armas durante un período prolongado, como parte de un eventual proceso hacia la creación de un Estado palestino.
Sin embargo, también dejó claro que su organización no aceptaría la presencia operativa de tropas extranjeras dentro del enclave. “Podemos aceptar una fuerza de la ONU en las fronteras, que supervise el alto el fuego y registre violaciones. Pero no debe actuar dentro del territorio palestino”, declaró a la agencia Associated Press.
En paralelo, Israel y Qatar celebraron una reunión en Nueva York con la mediación de Estados Unidos. El encuentro fue organizado por el enviado especial Steve Witkoff, quien intenta reconstruir los canales de diálogo tras el fallido ataque israelí a oficinas de Hamás en Doha en septiembre.
Según informes, participaron el jefe del Mossad, David Barnea, y un funcionario qatarí de alto nivel. La reunión sirvió para establecer un marco de cooperación destinado a prevenir incidentes, mejorar la comunicación y avanzar en la implementación de la tregua en Gaza.
Aunque Israel y Qatar no mantienen relaciones diplomáticas, Doha ha desempeñado un papel crucial en las gestiones con Hamás y tiene vínculos estrechos con Washington, sobre todo desde el periodo de Trump.
Netanyahu indicó que la primera etapa de la tregua, que comenzó en octubre, está cerca de completarse. Este tramo contempla la liberación de rehenes, tanto vivos como fallecidos. Uno de ellos, Ran Gvili, sigue en manos del grupo islamista, y el gobierno israelí ha prometido recuperar sus restos.
La siguiente fase del acuerdo buscará establecer una nueva estructura política y de seguridad para Gaza, sin la influencia de Hamás. Aunque la Casa Blanca aspiraba a anunciar avances antes de fin de año, la falta de acuerdos sobre la salida del grupo islamista del poder retrasa el proceso.
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Durante su intervención ante embajadores, el primer ministro descartó que la paz regional deba depender de concesiones previas por parte de Israel, en alusión a exigencias como el reconocimiento de un Estado palestino.
“Las oportunidades que tenemos hoy son posibles gracias a los cambios estratégicos que hemos logrado en la región”, afirmó. Además, insistió en que la fuerza de Israel es su mejor herramienta para asegurar acuerdos: “Somos una superpotencia regional, y en algunas áreas, una potencia global”.