
La conversación telefónica entre los presidentes Xi Jinping y Donald Trump, la noche del 24 de noviembre, abordó los temas más sensibles de la relación bilateral: la estabilidad de su vínculo político, Taiwán, Ucrania y el estado de su tregua comercial. Xi recordó que aquel encuentro permitió "recalibrar el rumbo del gigantesco barco de las relaciones entre China y Estados Unidos" y afirmó que, desde entonces, el vínculo se mantiene, "en general, una trayectoria estable y positiva".
Trump, por su lado, elogió a Xi al llamarlo "un gran líder" y afirmó que ambos gobiernos están implementando "todos los elementos de lo acordado en Busan". La llamada estuvo marcada por un tono diplomático más cooperativo que el habitual, e incluyó declaraciones públicas sobre el beneficio mutuo de evitar la confrontación.
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Xi Jinping aseguró que "el regreso de Taiwán a China es parte integral del orden internacional de posguerra", haciendo referencia al acuerdo global que surgió tras la Segunda Guerra Mundial. Además, recordó que China y Estados Unidos "lucharon codo con codo contra el fascismo y el militarismo", insinuando que Washington debería respetar el marco histórico al que contribuyó.
El presidente chino añadió que, "ante la situación actual, es aún más importante que salvaguardemos conjuntamente la victoria de la Segunda Guerra Mundial", dando a entender que cualquier movimiento estadounidense que contradiga la política de "una sola China" sería visto como una ruptura del orden surgido tras 1945. Por su parte, Trump respondió que "EE.UU. comprende la importancia de la cuestión de Taiwán para China", una afirmación diplomática que no hace concesiones explícitas, pero sí reconoce que la isla es un punto extremadamente sensible para Pekín.
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En cuanto a la guerra en Ucrania, Xi Jinping reiteró que China "apoya todos los esfuerzos que conduzcan a la paz" y expresó su esperanza de que "las distintas partes reduzcan sus diferencias, alcancen pronto un acuerdo de paz justo, duradero y vinculante". Esta postura mantiene la línea pública de Pekín de presentarse como actor neutral y partidario de una solución negociada.
Xi también señaló que es necesario "resolver la crisis de raíz", una frase que refleja la visión china de que las causas del conflicto están vinculadas a la arquitectura de seguridad europea y al rol de la OTAN. Trump escuchó los planteamientos, aunque el comunicado no recoge una respuesta detallada del mandatario estadounidense, lo que sugiere que la postura de Washington no experimentó variaciones durante la conversación.
En la transcripción oficial china, no aparecen declaraciones directas sobre una negociación comercial o sobre la guerra comercial entre ambos países. Lo más cercano es la referencia de Xi a que ambos deben "ampliar la cooperación y reducir los problemas", una frase que, si bien se puede interpretar en un marco económico, no menciona explícitamente aranceles, comercio, ni los acuerdos pendientes entre ambas potencias.
Trump, en su intervención pública, tampoco mencionó textualmente aspectos comerciales. Se limitó a decir que "ambas partes están implementando todos los elementos de lo acordado en Busan", una fórmula amplia que podría incluir asuntos económicos, pero que no brinda detalles. En términos estrictos, la llamada no incluyó declaraciones formales sobre comercio o sobre la tregua arancelaria, al menos según lo informado por Xinhua.
La tregua comercial entre China y Estados Unidos avanza, pero es frágil y parcial. La reducción de aranceles por parte de Washington —del 57% al 47%— y la reapertura limitada de tierras raras por parte de Pekín enfriaron las tensiones, pero no cambiaron la naturaleza estratégica del conflicto. Ambos países obtuvieron beneficios inmediatos: EE.UU. se anotó una victoria política con las nuevas compras de soya, mientras China demostró su poder estructural al controlar minerales esenciales para la tecnología mundial.
Respecto a cuándo podría terminar la guerra comercial, analistas en France24 coinciden en que no existe una fecha cercana ni un cierre definitivo en el horizonte. La disputa ya no es solo económica: forma parte de una competencia estructural por la supremacía tecnológica, industrial y militar del siglo XXI. Aunque la tregua actual proporciona un respiro y estabiliza temporalmente los mercados, la rivalidad subyacente —que incluye temas como semiconductores, IA, TikTok, Taiwán y la relación con Rusia— asegura que el conflicto continuará en ciclos de tensión y distensión.

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