Tendencia. En algún tiempo, masticar fue un culto. El empresario millonario Horace Fletcher se autoeducó en nutrición y comenzó a promulgar la doctrina del fletcherismo. Al principio, la academia se burló de su oda a triturar los alimentos 32 veces por su lejanía intelectual: además de adinerado, Horace fue un animado viajero y pintor amateur. Los médicos le negaron inclusión a la discusión hasta 1904, anualidad en que la revista The Lancet apoyó su teoría. Desde entonces, su aceptación mejoró. Nueve años después, publicó su libro "¿Qué es cómo me volví joven a los 60 años".
En un ejercicio de contribución al ego, Fletcher citó en el prefacio un titular del londinense Daily Express: "Lo que es bueno para el hombre más rico del mundo, también debe serlo para el más pobre y todos los demás". Excluyó de su noción las diferencias de clase y género, pero sonó tan convincente que logró persuadir a los ilustres Franz Kafka, Henry James, Thomas Edison, John Davison Rockefeller y James Cash Penny.
Antes de buscar comida, Fletcher recomendaba identificar los sentimientos. Para él, "la digestión de la cabeza" fue trascendental en el ejercicio de la alimentación. Una vez decidido, decía que se debía mascar la comida 32 veces para "mejorar el bienestar físico y mental".
Su ideología obedecía a su apetito: "Mi respuesta a todas estas preguntas es muy simple. Yo como cualquier cosa que mi apetito requiera; yo como que solo cuando mi apetito me llama a hacerlo; y como hasta que mi apetito esté satisfecho y grite '¡Basta!'", escribió en su obra.
Muerto en 1919 con 69 años, el apodado 'Gran masticador' fue comisionado durante la Primera Guerra Mundial en representación de Estados Unidos. Según el New York Times, meses antes de morir, Horace enseñó a miles de belgas cómo economizar sus alimentos.
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Depende. Según sea el insumo, la masticación variará. Por ejemplo, si es un trozo de carne, se debe triturar con los dientes durante más tiempo que, en contraste, una lechuga o unos garbanzos. De igual forma, se sugiere dejar de sobrecargar los cubiertos. La prudencia será clave para que el estómago digiera mejor la comida y no deba operar tanto.