El Gobierno de Uruguay enfrenta un delicado problema en relación con el destino final que le podría dar a un emblema de bronce que perteneció a un acorazado nazi, el mismo que fue recuperado del fondo del Río de la Plata. Se trata de un águila que está acompañado del símbolo de la esvástica.
El asunto se debate luego de que la justicia uruguaya ordenara al Estado enajenar esa pieza, que tiene una suástica bajo las garras del ave, para pagar a quienes la extrajeron del mar.
El emblema pertenecía al Almirante Graf Spee, un sofisticado buque de guerra del Tercer Reich hundido en la bahía de la ciudad de Montevideo tras una batalla con navíos británicas en 1939.
Para la administración uruguaya, el tema ha entrado en terreno polémico por el final de la escultura de bronce y alas extendidas que pesa tres toneladas. Tanto Alemania como organismos judíos advierten que hay un riesgo de que el símbolo vaya a una subasta y aporte a enaltecer al nazismo.
En diálogo con la cadena BBC, una fuente oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania contó: “Alemania y Uruguay comparten el interés de que el objeto no sea subastado y, por lo tanto, no sea utilizado incorrectamente para glorificar al régimen nazi”.
El emblema pertenecía al Almirante Graf Spee, un sofisticado buque de guerra del Tercer Reich hundido en la bahía de la ciudad de Montevideo tras una batalla con navíos británicas en 1939. Foto: AFP
La Batalla del Río de la Plata que protagonizó el Graf Spee el 13 de diciembre de 1939 fue uno de los primeros enfrentamientos navales entre Alemania y Reino Unido en la Segunda Guerra Mundial. También fue la única batalla de ese encuentro bélico en aguas de América Latina.
El rápido buque alemán, un “acorazado de bolsillo” con seis cañones de 280 milímetros, recorría el Atlántico sur cazando barcos aliados cuando tres cruceros británicos lo divisaron y enfrentaron cerca de Punta del Este.
Tras un fuerte combate que se cobró más de 100 vidas, el Graf Spee fue hundido en la bahía de Montevideo por orden de su capitán, Hans Langsdorff, quien temía que los británicos se quedaran con su tecnología. Después de unos días, Langsdorff se quitó la vida en Buenos Aires.
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La embarcación, con su águila de bronce de más de dos metros de altura todavía en popa, permaneció en el fondo marrón del Río de la Plata durante 67 años hasta que una compañía privada recuperó esta imponente figura en 2006.
El trabajo se realizó con “cero visibilidad y altísimo riesgo por los hierros retorcidos de un barco que fue partido en dos”, relató Alfredo Etchegaray, un relacionista público uruguayo y organizador de eventos que promovió la misión con su hermano tras un acuerdo con el Estado de su nación. No obstante, junto con el águila surgieron inconvenientes repentinos.
Etchegaray quería subastar ese monumento, pero las autoridades uruguayas de la época detuvieron los planes ante sospechas de que podían atraer a simpatizantes del nazismo.
Después de exhibirse durante un mes en un hotel de Montevideo, el águila fue guardada en un establecimiento militar bajo custodia de la Armada de Uruguay.
La controversia pasó a la justicia y un tribunal de apelaciones de Uruguay ratificó, el pasado 24 de diciembre, un fallo que ordena al Estado vender la escultura y entregar la mitad del dinero conseguido a los rescatistas privados, en base al convenio entre las partes.
El Gobierno uruguayo aún podría llevar el asunto a la Suprema Corte de Justicia y en su Ministerio de Defensa anticipan que “seguramente se va a recurrir” la resolución.
“Queda todavía un largo camino por recorrer”, narró una fuente de ese ministerio a BBC. “La posición del Gobierno es garantizar por todos los medios que de ninguna forma pueda derivar en algún tipo de culto nazi”.
Pero Carlos Rodríguez Arralde, abogado de Etchegaray, dijo que le “llama la atención” que nadie del Estado uruguayo se haya comunicado con ellos en busca de una solución.
“Si (el Estado) no llega a un acuerdo con nosotros, tiene que salir a vender las piezas”, afirma. Su cliente indicó que en una subasta internacional con distintos oferentes por el águila podrían obtener unos 50 millones de dólares.
Tanto Alemania como organismos judíos advierten que hay un riesgo de que el símbolo vaya a una subasta y aporte a enaltecer al nazismo. Foto: composición / AFP / Infobae
“Ese símbolo realmente es la absoluta y total personificación del mal, en su peor expresión”, contó a EFE el miembro de la directiva del Centro Recordatorio del Holocausto de Uruguay e integrante de la Confraternidad Judeo-Cristiana, Rafael Winter.
Por su parte, el historiador y coordinador del Museo de la Shoá de Uruguay, Andrés Serralta, señaló que, aunque entiende a las personas que quieren destruir el águila por ser “muy simbólico”, tiene un final “muy acotado en el tiempo”.
“La presencia del objeto utilizado para la educación permite que se convierta en un elemento de combate al nazismo o al totalitarismo en general; desde ese punto de vista, es mucho más aprovechable que el objeto pueda ser donado y quede en custodia de una institución educativa”, aseguró.
En su opinión, sería “muy positivo” ver este objeto en el Museo de la Shoá y educar a partir de él.
Por contra, Winter considera que, aunque entiende esa posición, el historiador, por no ser judío, no puede comprender que eso “sería una total profanación a la memoria de seis millones de judíos”.
“Un símbolo tan horrible como la esvástica puede ser llevado a algún lugar como museo y, en el caso que así fuera, que las personas que expliquen sobre ese símbolo realmente lo hagan tal como era, la absoluta y total personificación del mal, en su peor expresión”, subrayó.
Hasta el momento, el águila sigue encerrada en la Fortaleza del Cerro, sin que las autoridades permitan acceder a ella. Mientras tanto, permanece vivo el dilema sobre destruir o exhibir esta pieza tan histórica como cargada de dolor y muerte.
Con la confirmación del fallo de la justicia uruguaya, en las últimas semanas reaparecieron inquietudes sobre qué pasará con el antiguo emblema del Graf Spee.
Elementos de este tipo tienen tres futuros posibles, indicó Ariel Gelblung, director para América Latina del Centro Simon Wiesenthal, una organización judía global de derechos humanos que investiga el Holocausto y el odio en contextos históricos y contemporáneos.
Una posibilidad es que alguien quiera tener la escultura encerrada en su vivienda, explicó. Otra, que se utilice para exhibir los perjuicios que ocasionó el régimen nazi, agregó, y sostuvo que ninguna de estas opciones le merecería objeciones.
“La tercera (opción es que la compren) para poder reivindicar lo que sucedió. En ese caso creemos que está en el ámbito del delito y esa es la preocupación”, explicó Gelblung a la BBC.
Sin embargo, un empresario argentino radicado en Uruguay ha manifestado otra motivación para comprar el águila nazi: destruirla por completo y evitar que se convierta un objeto de culto.
“Una vez que la tenga en mi poder, de inmediato, la haré volar en mil pedazos”, declaró Daniel Sielecki al diario Correo de Punta del Este. “Cada trozo que resulte de la explosión será pulverizado”, añadió.
Etchegaray, en tanto, esboza un “plan B” diferente a la venta: destinar el águila a un memorial por la paz en Punta del Este, con una pantalla en lugar de su cruz gamada que muestre imágenes de los tiempos bélicos.
Pero esclareció que, además de un consenso entre las partes, eso necesitaría una compensación millonaria para los particulares que recuperaron el emblema, incluidos familiares del fallecido buzo Héctor Bado.
“Reuniendo una cifra cercana a los 10 millones de dólares se puede resolver todo”, precisó Etchegaray. “Tengo tres hijos adoptados y dos hijos propios… Ahora tengo la responsabilidad de dejarles por lo menos para pagarse los estudios”, finalizó.
Con información de EFE.