Un destacado equipo de científicos en Australia ha descubierto que el nuevo coronavirus, causante de la pandemia que vivimos actualmente, está “adaptado de manera única para infectar a los humanos”, lo cual vuelve a poner sobre la mesa importantes cuestionamientos sobre si sus orígenes fueron naturales o parten de un laboratorio.
El estudio, en proceso de revisión de pares, ha sido dirigido por Nikolai Petrovsky, profesor de Medicina y Salud Pública en la Universidad de Flinders en Australia, secretario general de la Sociedad Internacional de Inmunómica (IIMMS) y fundador de la compañía Vaxine, junto al profesor de bioquímica y genética David Winkler y los científicos de bioinformática Sakshi Piplani y Puneet Singh.
Los investigadores utilizaron el método de simulación in silico o en computadora para probar la capacidad de la “proteína espiga” del SARS-CoV-2, el patógeno detrás de la COVID-19, de unirse con las células de los humanos y varios animales, incluidos los pangolines, y así obtener información sobre su posible origen y la ruta de transmisión por la cual el virus podría haber llegado a las personas.
Los resultaron demostraron que el SARS-CoV-2 tenía una “unión de alta afinidad” con las células humanas, mayor que la de cualquiera de las otras 12 especies que se pusieron a prueba, incluido el murciélago. De acuerdo con los científicos, este hallazgo indicaría que el virus es un “patógeno humano altamente adaptado”.
También resaltaron que “se esperaría que un virus tuviera la mayor afinidad por el receptor en su especie huésped original”, es decir, el murciélago, y “una menor afinidad con el receptor de cualquier nuevo huésped”, en este caso, los humanos. “Los casos de infección humana directa por coronavirus u otros virus de murciélago son raros y la transmisión típicamente involucra a un huésped intermedio”, agregaron.
Petrovsky explicó que “normalmente, un virus se unirá fuertemente a las células de su especie huésped normal y menos a las células de especies que no ha infectado antes. La sorpresa con la COVID-19 es que descubrimos que se unía más a las células humanas”, lo que sugeriría que el virus ya habría sido adaptado para humanos en el pasado.
“Una forma en que esto puede suceder es a través del cultivo con células humanas en un laboratorio”, indicó el profesor. “Sí, este virus se ve y se comporta como si estuviera perfectamente adaptado a los humanos. Eso es una sorpresa para un virus que aparentemente acaba de ingresar a los humanos por primera vez”.
Nikolai Petrovski mostrando la potencial vacuna contra la COVID-19 que está desarrollando. | Foto: Roy Van Der Vegt
Petrovsky precisó que los eventos zoonóticos, donde los patógenos saltan de un animal a otro, no son raros y se han observado regularmente en enfermedades como el Ébola, la gripe aviar o el MERS. No obstante, aseguró que el coronavirus “no era típico de una infección zoonótica [animal a humana] normal”.
Especificó que los nuevos virus que cruzan de los animales suelen fortalecerse a medida que se adaptan a los huéspedes humanos. Caso contrario de la COVID-19, que resultó “perfectamente adaptado” para infectar a las personas sin necesidad de evolucionar. “No he visto un virus zoonótico que se haya comportado de esta manera antes”, agregó.
“Es una coincidencia notable o una señal de intervención humana”, planteó Petrovsky. Pese esta inusual situación, indicó que aún “es posible que el virus haya sido un evento fortuito y resulta que los humanos fueron el anfitrión perfecto”, tratándose de un “experimento natural que la naturaleza nos ha arrojado”.
“Las dos posibilidades que creo que todavía están abiertas es que fue una transmisión casual de un virus de un animal aún no identificado a un humano”, señaló Petrovsky. “La otra es que fue una liberación accidental del virus de un laboratorio”. Por lo tanto, sostuvo que no ha descartado ninguna teoría, ya que “todas las posibilidades deben abordarse”.
Sin embargo, insistió en que la hipótesis de que el SARS-CoV-2 pudo escapar de un laboratorio de virología no debe ignorarse. “Nadie puede decir que una fuga de laboratorio no es una posibilidad”, enfatizó y añadió que “las implicaciones pueden no ser buenas para los científicos o la política global, pero solo porque las respuestas puedan causar problemas, no podemos escapar de ellas”.