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Sociedad

Caso Telmo: la labor de los practicantes en Perú y el maltrato que algunos afrontan

Testimonios de jóvenes confirman que el abuso es una situación frecuente para muchos de ellos, en pleno inicio de su vida laboral. Las consecuencias del maltrato pueden ser irreparables.

(Foto: Jorge Cerdán / La República)
(Foto: Jorge Cerdán / La República)

El último lunes, un mensaje de voz enviado por una abogada a un practicante se difundió de forma vertiginosa en las redes sociales. Horas después, el suceso ya era tendencia en Twitter y la palabra ‘Telmo’ se convirtió en una de las más buscadas por los peruanos en Google. El audio, que evidencia un trato beligerante y agresivo, se ha compartido miles de veces por el impacto que generan las palabras de la mujer. Sin embargo, aunque el hecho parezca insólito, se trata apenas de la pequeña fotografía de un cuadro mucho más grande.

A diario, cientos de jóvenes son expuestos a maltratos, injusticias y diversos abusos por parte de sus superiores en el espacio laboral. Pese a ello, la mayoría prefiere callar o sobrellevar la situación, como prueban algunos testimonios recogidos por La República.

En ese sentido, lo sucedido con el practicante de derecho Telmo Paz marca un precedente y deja una pregunta: ¿dónde termina la exigencia y empieza el abuso? Episodios como el protagonizado por la abogada Paola Carbajal, cuando en nombre de la autoridad se menosprecia la dignidad de otra persona, pueden significar un daño irreparable en quien los sufre.

El efecto contrario

Al ejecutar un reproche, por lo general se busca una reacción. No obstante, cuando un regaño se lleva a cabo de forma desmedida puede originarse un panorama de violencia por parte de un jefe hacia sus trabajadores. Así lo explica el psicólogo Manuel Saravia.

“Insultar es una forma de violencia. En ningún trabajo tienen por qué dirigirse de esta forma. Es algo que no debe permitirse y genera un efecto psicológico relacionado con la tensión y el estrés. Llega el día lunes y el trabajador siente miedo. Puede ser un miedo a no hacer bien el trabajo”, comentó el especialista a este medio.

Por desgracia, en algunos centros laborales se mantienen las actitudes abusivas contra los practicantes. Una egresada de la carrera de derecho narró a La República las desafortunadas situaciones que vivió en un estudio jurídico, en el año 2018. Allí, al ingresar, le advirtieron que la abogada a cargo tenía “un carácter especial”.

“Una vez me calificó como incompetente delante de mis compañeros. Otra me llamó a su oficina con la única finalidad de romper un escrito que había hecho. Al romperlo, lo tiró al piso y luego me dijo: recoge tu trabajo. Evidentemente enojada le respondí que era una falta de respeto lo que había hecho, y luego me pidió disculpas. Ese día me fui a mi casa horrorizada y decidí no aparecerme al día siguiente para trabajar”, contó la joven de 24 años.

Escenas como esta ponen de manifiesto la paralización, esa sensación de impotencia que agobia a un trabajador y lo induce a la inacción. “El exceso puede producir un bloqueo. También una actitud rebelde o desafiante. He visto casos de personas con gran experiencia que han empezado a sentir inseguridad a raíz de este tipo de comportamiento”, reveló Saravia.

Esas no son mis funciones

Las llamadas de atención, desde luego, son uno de los hábitos que más frecuentemente originan situaciones de maltrato laboral. Sin embargo, existen también otras formas de menoscabar la motivación y el ánimo de un trabajador. Para los practicantes, esto es algo con lo que se enfrentan cada día, al desempeñar funciones que, en principio, no se asocian con sus expectativas profesionales.

“Yo trabajé en una conocida empresa automotriz. Éramos tres personas, yo era practicante. Muchas veces, me mandaban a hacer cosas que no eran de mi competencia, como ir a comprar desayunos o almuerzos, pedirles cenas si se quedaban hasta más tarde. Si mi jefa no había tomado desayuno en su casa, yo tenía que dejar todo lo que estaba haciendo para ir a comprar lo que ella quería”, relató a otra joven, egresada también de la carrera de derecho.

Estas tareas extralaborales son nocivas no solo por el lado de la estabilidad mental de los jóvenes, quienes ven afectado su valor como trabajadores, sino también por lo que demuestran los profesionales que las encargan. Puede que, en ciertos casos, sea un intento por parte del empleador por afianzar su posición y remarcar la verticalidad.

¿Qué hace un practicante? En definitiva, la respuesta a esa pregunta no debería ser lo que se le ocurra al jefe, o lo que produzca mayor complacencia a su sensación de superioridad. “En general, en el país existe un problema de ausencia de liderazgo. Hay un sector de la población que piensa que solo con un gobernante autoritario las cosas pueden mejorar”, acota el psicólogo sobre este tema.

A pesar de esto, actitudes de esta naturaleza, que subyugan la vida laboral de jóvenes en todo el país, continúan efectuándose con normalidad. La consecuencia, por lo general, es un profundo debilitamiento de su fortaleza emocional. Así, en lugar de aprender a hacer, terminan aprendiendo a odiar lo que hacen.

“Era estresante y estaba fuera de tus funciones. Porque tú vas a cualquier trabajo a aprender sobre la carrera y no a andar yendo o corriendo porque se les olvidó, por ejemplo, algo en el carro. Como lo cuadraban a cinco cuadras, tenía que estar corriendo y traerles lo que se les hubiera olvidado: la llave de su casa, su teléfono, su cargador, sus audífonos. A veces me decían ‘te estás demorando mucho’. Yo estaba con los tacos”, recordó la egresada sobre su experiencia en la empresa automotriz de origen japonés.

Vulnerabilidad aumentada

El mensaje de voz que recibió Telmo Paz ha abierto la posibilidad para que cientos de jóvenes, la mayoría con menos de 30 años de vida, exponga en redes sociales las vivencias desagradables a las que se vieron sometidos en algún momento, mientras ejercían como practicantes. Pero ello no quiere decir que todos la pasen igual de mal.

Para muchas mujeres, la situación se agrava debido a actitudes machistas o episodios de acoso. Al hostigamiento laboral, se pueden sumar presiones de otros tipos, como sucedió a una estudiante de derecho de 24 años que compartió con La República su experiencia en un conocido estudio de Lima.

“Yo sufrí lo que se conoce como hostigamiento laboral y hostigamiento sexual. Tenía un abogado a cargo y me escribía a las 3, 6 o 7 de la mañana, y me dejaba hasta seis pendientes para el día. A veces tenía que faltar a clases para cumplir. Como siempre hablaban de ponerse la camiseta y yo quería hacer bien las cosas para tener reconocimiento, muchas tuve que hacerlo”, relató.

En dicho centro laboral, su caso se agravó con el tiempo, debido a que fue víctima de acoso por parte de sus propios compañeros de trabajo. A raíz de ello, su tranquilidad se vio severamente perjudicada, e incluso su ánimo por seguir con la carrera caminó por un abismo.

“Todo esto me hizo cuestionar muchas veces si la carrera de derecho era para mí. Aparte de la presión laboral, llegué a recibir mensajes bastante fuertes de connotación sexual, donde se referían a mí. No solamente era mi abogado a cargo, sino también su mano derecha. Era algo que muchas personas escuchaban y lo normalizaban. Empezaron a criticar mi forma de vestir”, reveló la joven.

Casos como este demuestran que características como el género pueden ser un factor que convierta un escenario adverso en uno aún más hostil. “Yo nunca fui al estudio a provocar a nadie. Ellos creían que eso era algo que yo hacía. Frente a esto, pedí cambiar de abogado. Aguanté un mes más y luego cambié de estudio. Nadie me pidió disculpas hasta que esto se hizo conocido, y fueron unas disculpas muy forzadas”, agregó la estudiante.

¿Y la salud mental?

En 2017, un año antes de conocer a la abogada de “carácter especial”, la joven del primer caso presentado en esta nota había trabajado, por primera vez, en un estudio especializado en propiedad intelectual. Allí encontró un espacio en donde se había normalizado la violencia, con jefes que insultaban a sus practicantes como parte de su rutina diaria.

“Una vez me equivoqué en colocar la palabra ‘ley’ en minúscula, cuando en realidad, para el abogado fundador de la firma, debía ser escrito con mayúscula. Mi error fue ‘gravísimo’, me gritó muchísimas palabras o frases como: ignorante, ¿acaso no sabes escribir?, inútil, me haces perder el tiempo, entre otras cosas que para mí eran ofensas. Me tiró el papel y me dijo que lo volviera a hacer o me podría ir del estudio. Desde ese día, me encerraba en el baño para no tener que despachar los pendientes con él”, narró la abogada, que en ese entonces tenía 21 años.

¿Cómo trabajar así, presa del miedo? La circunstancia descrita puede dar luces sobre la escasa promoción de la salud mental en muchos centros laborales del país. El temor que experimentan muchos jóvenes al dar sus primeros pasos como profesionales es una oportunidad para pensar en ello.

“Un estudio reveló que, en el Perú, solo el 12 % de las empresas se preocupan por la salud mental de sus trabajadores. Se viene trabajando la salud ocupacional, pero no la mental. Para evitar estas situaciones hay que implementar un modelo de salud mental”, enfatizó Manuel Saravia.

Sin embargo, aquello se vislumbra como un panorama aún lejano. Por ahora, la sensación de inseguridad y sometimiento es parte del día a día de muchos practicantes. Una desconfianza que, incluso, permanece luego de abandonar el puesto. Todas las personas que hablaron para esta nota pidieron que sus nombres no sean revelados.

Para Saravia, la nueva modalidad a distancia puede abrir vías más sanas de interacción. “Hay un ‘efecto COVID’ que nos puede recordar que las empresas necesitan una ayuda en salud mental, apoyo antiestrés. No solo verificar que la silla donde se sienta el trabajador sea cómoda, sino ver cómo están durmiendo, cómo están sus familias. El COVID-19 ha llegado para cambiar muchas cosas”, aseguró.

Telmo Paz ofrece su versión

En su cuenta personal de Twitter, el practicante víctima de la controvertida reacción de su superior, Paola Carbajal, relató su reacción a la difusión de los audios.

“No planeé esto, no difundí los audios y mis niveles de ansiedad y depresión se han disparado estos últimos dos días”, se lee en el hilo de tuits.

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