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Sociedad

La batalla médica contra la pandemia en Iquitos

Día a día en el centro crítico. Con más de 8 % de letalidad del virus, Loreto es punto neurálgico en la lucha contra el COVID-19. Médicos enviados en brigadas especiales desde Lima, seleccionados ante la emergencia, dan testimonio de esta lucha.

En Iquitos, Loreto, punto neurálgico de la pandemia del COVID-19 en el Perú, brigadas especiales de médicos, enfermeros y tecnólogos tuvieron que sumarse a sus colegas de la ciudad amazónica. Pacientes agonizando afuera de hospitales y rumas de cadáveres en depósitos mostraban un desborde que dio a Loreto el apelativo de “nuestra Lombardía” en referencia a la región de Italia más afectada por el coronavirus.

El Ministerio de Salud (Minsa) y el Seguro Social de Salud (EsSalud) enviaron desde Lima a médicos y otros profesionales de la sanidad seleccionados para reforzar la atención.

El Hospital III Iquitos, principal de EsSalud en Loreto, era el centro con mayor demanda. Unos 150 médicos, enfermeros y tecnólogos llegaron en varios grupos este mes.

Apenas vieron el nosocomio los primeros, se enfrentaron al horror: enormes filas de sufrientes loretanos sobre plásticos precedían la entrada y se internaban a los pasillos.

“Eran muchos, no dejaba de ver gente. Entraba al hospital y estaban en bancas sentados y al lado su oxígeno y su cloruro. Era muy triste que estén tan mal y ni siquiera se les pudiera brindar una camilla”, recuerda la médica Yudira Chacón, de 24 años, que llegó en la primera brigada compuesta por una veintena de profesionales de la salud. Egresó el año pasado y tiene experiencia de internado en un hospital público limeño.

“En los jardines, habían armado carpas con plásticos por la lluvia. Parecía una escena de guerra, cuando hay tantos heridos en el piso. Pasaba el turno y no acabábamos de ver a todos esos pacientes, unas 200 personas tiradas. Había colapsado todo”, añade.

Sistema colapsado

“Fue catastrófica la primera impresión. El sistema ya estaba colapsado. Ese colapso, la idiosincrasia de varios de no acatar el aislamiento y la escasez de oxígeno fueron factores que golpearon a Iquitos. A tal punto se sobrecargó el sistema que la gente moría haciendo cola”, cuenta el médico Juan Humberto Diez, de 26 años, del mismo grupo, que dejó su trabajo en una aseguradora privada para sumarse a esta tropa anti-Covid.

Los primeros días de mayo fueron los más duros para esta brigada inaugural.

“Era horrible. Era madrugada y la gente gritaba porque le faltaba el aire, se desesperaba. Uno no sabía dónde conseguir oxígeno. Volteaba y ya una persona estaba fallecida, pasaba un rato y otra más. Realmente sentía que estaba viviendo una guerra y el que resistía, iba sobreviviendo”, dice la doctora Chacón.

En su primer día, seis de sus pacientes murieron. Tres eran hermanos, de la tercera edad. Fue su primera experiencia como médico de perder a un enfermo que atendía.

“Vi colapsos en todo sentido, como se vio en Italia. Era una mini-Italia. En mi primer día, me asignaron tópico de medicina no Covid, pero estaba tan colapsado todo que terminé viendo casos de Covid. El segundo día, ya en triaje del área de Covid, veía pacientes tan críticos que, al no conseguir oxígeno, fallecían. Tres murieron ese día”, cuenta Diez.

A las complicaciones con los pacientes se sumaron dificultades por el clima tropical.

“El traje de protección que usamos es pesado, nos cubre todo y el calor de Iquitos es fuerte. Varios nos descompensamos porque era tanto el calor y lo que sudábamos que nos deshidratábamos. Muchos tuvieron que retirarse, sacarse el equipo, tomar agua y después de un rato volver porque los pacientes no dejaban de llegar”, relata Chacón.

El 3 de mayo empezó a funcionar un hospital de campaña, en una gran carpa, para 75 pacientes. Entonces, la situación empezó a mejorar, aunque la batalla no daba tregua. Pero también fueron sumándose más médicos al contingente de refuerzo para Loreto.

“Vi que buscaban fortalecer Loreto porque estaba peor que otras regiones. Entré a la segunda convocatoria y llegué el 6 de mayo. Siempre hay un poco de temor de lo que pueda pasar, pero siempre está la vocación de servicio. Aparte soy bombero y siempre queda la idea de poder hacer algo más”, expresa la médica Gilary Maquito, de 26 años, quien fue a Iquitos en la segunda brigada para sumarse ya al hospital de campaña.

“Desde la primera guardia, vimos que faltaba bastante atención médica. Había pacientes distribuidos debajo de un árbol o en una banca, que no eran lugares adecuados. Fue una guardia bastante fuerte. Ahora se están distribuyendo mejor las atenciones”, dice.

Jornada contra la muerte

Un día en este hospital de Iquitos está marcado por los esfuerzos por salvar vidas, tanto de los profesionales de salud como de pacientes y sus familiares. Los primeros llegan a vestirse con los pesados equipos para iniciar jornadas de 12 horas, de 8 de la mañana a 8 de la noche, o viceversa, en triaje o en hospitalización, según les toque en la rotación.

“Los trato en todo: distribuirlos, hacerles su historia clínica, pasarles visita, indicar el tratamiento y cuánto de oxigeno deben recibir, reevaluarlos, ver cómo están yendo. Al principio veía de 15 a 18 pacientes, que es bastante, ahora 10 u 11”, comenta Chacón.

“Empiezo a las ocho de la mañana, me encargo de 10 a 12 pacientes. Paso visita médica, armo terapéuticas y solicito exámenes. Eso se suma a verificar que tengan el nivel de oxígeno adecuado. Coordinamos estrechamente con los familiares. Si no tienen oxígeno, desgraciadamente el único soporte, es muy probable que fallezcan”, dice Diez.

El hospital da dos tanques de oxígeno por interno, cuentan, pero algunos están tan golpeados por el virus que al iniciar la tarde ya consumieron el que debía durar hasta la noche. Entonces, los familiares van a una planta particular a pagar por recargas de aire.

“Tenemos que estar midiendo, racionando el oxígeno, prácticamente haciendo malabares para que los pacientes puedan mantenerse en estado vital”, expresa Diez.

“Lo más duro definitivamente es perder a una persona aun sabiendo que se ha hecho todo lo posible para ayudar. Es algo bastante fuerte, nos golpea”, reflexiona la doctora Maquito.

“Hay pérdidas que me han dolido hasta las lágrimas porque los he visto luchar tanto, que me dio mucha pena que no lo logren. Uno de mis pacientes que logramos pasar a UCI… lo he visto luchando muchos días… con la saturación en 40 %... hasta 50 (ideal es 95) y seguía vivo. (Tenía) entre 40 y 50 años… era hipertenso”, dice Chacón entrecortada.

El lunes pasado inició su cumpleaños buscando oxígeno y lamentando otra pérdida.

“Lo más gratificante es ver cómo mis pacientes se van de alta”, cuenta luego. “El trabajo en equipo”, resalta a su tiempo Maquito. “Estamos cumpliendo una misión”, indica Diez. Son breves momentos para reflexionar, pronto tienen que volver a esta atípica batalla.

No hay pruebas para todos, pero tienen los síntomas

A la controversia sobre un subregistro de contagiados y muertos por COVID-19 en el Perú se suman testimonios de médicos que atienden en Loreto casos que consideran parte de la pandemia, pero que no pasan pruebas serológicas o moleculares porque no hay.

“Es por criterio clínico, contacto y tomografía. Si bien las estadísticas son a base de la prueba, como no hay esa disponibilidad, no se podría decir que el paciente murió por eso, pero clínicamente uno como médico sabe”, comenta la doctora Yudira Chacón.

“Las pruebas están limitadas al personal. Hacemos diagnóstico presuntivo en base a la clínica, contacto epidemiológico y tomografías de imágenes compatibles con Covid. Ese contacto es algo ciego: gran parte de la ciudad está infectada”, dice el médico Juan Diez.

Las cifras oficiales registran 3.293 casos en Loreto.

Alto daño

Muy letal. Loreto es la tercera región del interior con mayor letalidad, de 8.29 %, superado por Piura (11.18 %) y Lambayeque (9.29 %). El promedio nacional es 2.91 %.

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Periodista peruano con experiencia en diversos medios de comunicación, principalmente sobre asuntos políticos y sociales. Graduado de Periodismo en la Pontificia Universidad Católica del Perú y Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.