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Sociedad

En Ucayali, el “todo está bien” ante la llegada del coronavirus tuvo mortales consecuencias

Hospitales colapsados, pocas pruebas disponibles, cifras que no cuadran y un panorama sombrío envuelve a Ucayali, la región que tardó en reportar casos confirmados y que ahora se ve asfixiada por la COVID-19. Un relato que duele más cuando se vive en primera persona.

La ciudadanía acusa a su gobernador regional de haber hecho una mala gestión ante el peligro de la pandemia. Foto: composición
La ciudadanía acusa a su gobernador regional de haber hecho una mala gestión ante el peligro de la pandemia. Foto: composición

Ucayali fue una de las regiones del país que más tardó en reportar pacientes con coronavirus. Mientras en Lima y gran parte del Perú comenzaban a contagiarse los primeros cientos de personas, el gobernador Francisco Pezo Torres le afirmaba al presidente Martín Vizcarra que “todo estaba bien” y se estaban tomando las medidas necesarias para prevenir “masivos contagios, colapso de hospitales, recojo de decenas de muertos diarios”, y otras situaciones que hoy, dos meses después de iniciada la pandemia, ocurren y han explotado como una bomba de tiempo en la cara de las autoridades.

El 9 de mayo, recibí un mensaje de mi hermana: papá está muy mal, tose demasiado y tiene mucha fiebre. Lo llamé con urgencia y él mismo me dio la mala noticia, me comentó que había acompañado a mi tía al médico porque ella había empeorado. Sin embargo, fue el último día que pudo estar a su lado, pues a las pocas horas él se agravó.

En adelante, los dolores de cabeza se hicieron constantes. El calor de su temperatura no disminuía y tosía a cada rato. Su lengua ya no le probaba sabor a los alimentos. ¿Era el SARS-CoV-2? No podía estar seguro hasta que no le hicieran una prueba. Y allí comenzó nuestra odisea.

En la Dirección Regional de Salud (Diresa) no contestaba nadie. Todas las llamadas terminaban siempre en la casilla de voz. La otra opción era el comando rápido, que se encarga de llevar atención médica a las viviendas de los pacientes que, se presume, tienen el virus.

Sin embargo, desde la primera respuesta llegó la lentitud: indicaron que mi padre debía tener más de 7 días con los síntomas, sino posiblemente iba a salir negativo en la prueba rápida. Él no llegaba a ese registro, pero mi tía sí, por lo que pedí que le practiquen el examen. En efecto, al día siguiente fue un equipo médico y se toparon con un nuevo positivo.

Solo por esa razón accedieron en ir a ver a mi padre; sin embargo, ya no se podía hacer más puesto que las pruebas rápidas se habían acabado. Solo recibió una prescripción de medicamentos y un anuncio que nunca se cumplió: “lo volvemos a llamar durante esta semana”.

La situación empeoró, comenzó a tener agitaciones e incluso le propuse que vaya al hospital y pase por emergencia, pero su respuesta fue más que clara: los nosocomios estaban colapsados.

Y así lo confirmó el doctor Edilberto Núñez, del área de cuidados intensivos del Seguro Social de EsSalud en Pucallpa, capital regional, quien revela que la situación en Ucayali es crítica y apunta a seguir empeorando, si es que eso fuese posible.

El médico, como todos sus colegas, a diario debe luchar contra la escasez de equipos necesarios para tratar a pacientes infectados, pero también combate contra la impotencia de no poder atender a quienes hacen largas colas por un tratamiento y que, al no ser atendidos estando en fase avanzada, mueren en la puerta del hospital, tendidos en una mototaxi, como casi todos los días de la semana.

Pacientes mueren en la puerta del hospital

Núñez es médico intensivista del hospital de EsSalud de Pucallpa y da soporte a la unidad de cuidados intensivos del Hospital Amazónico de Yarinacocha. El galeno detalla que el sistema de salud de Ucayali actualmente solo cuenta con 9 camas UCI funcionando y 18 respiradores en mal estado.

Además, no hay espacio para atender a pacientes con cuadros severos de coronavirus que llegan todos los días, por lo que estos mismos, acompañados de sus familiares, deben esperar en la puerta del hospital a ver si tienen alguna oportunidad, y muchos ya no ingresan vivos.

“El área de contingencia que se levantó en el mismo nosocomio de Yarinacocha es solo de oxigenación. Por ahora la ocupan 32 pacientes infectados con COVID-19, pero no se tienen los equipos necesarios para hacerle las pruebas de laboratorio y monitoreo requeridas para este tipo de atenciones”, recalca.

La muerte de alcalde de Masisea

El último martes 12 de mayo se dio a conocer la muerte de la primera autoridad edil a causa de coronavirus en el Perú, el alcalde del pueblo shipibo de Masisea, Silvio Valles, quien no pudo encontrar un balón de oxígeno a tiempo y sufrió un paro cardiaco. El doctor Núñez dijo que los médicos que atendieron al burgomaestre intentaron improvisar una cama de cuidados intensivos con respiradores artificiales para poder salvarle la vida, pero fue muy tarde.

A esa realidad también se le suma la burocracia que ha infectado a las áreas administrativas del sector salud, que no agilizan el trámite de medicamentos u otros requerimientos médicos y no implementaron un horario de atención de emergencia, como se requiere en situaciones como esta.

Casi 80 muertos, pero más de 500 enterrados

Desde hace dos meses, cuando el gobernador regional Francisco Pezo Torres le dijo al presidente Vizcarra que todo estaba bien y que si no se presentaban contagios era por el trabajo de prevención que habían realizado hasta el momento, el Perú tuvo una percepción distinta de lo que ocurría en Ucayali. Hasta pudo haber sido tomado como ejemplo de gestión a nivel nacional.

Hasta el último 13 de mayo, dos días antes del visita del presidente del Consejo de Ministros, Vicente Zeballos, la Dirección Regional de Salud de la localidad solo había registrado 88 muertos por coronavirus. Sin embargo, esos datos para la ciudadanía no eran el reflejo de la realidad, pues las autoridades ediles tenían otros registros y los trabajadores que se encargan de recoger a las personas fallecidas de las puertas de sus viviendas también.

A través de su cuenta de Facebook, el regidor de la Municipalidad Provincial de Coronel Portillo, José Cárdenas Núñez, alertó que, al 12 de mayo, la Diresa daba a conocer unas 66 personas muertas por el virus, pero en sesión de consejo, el alcalde municipal dijo que al menos 396 personas fueron llevadas a un cementerio que se levantó solo para enterrar a las personas que pierden la vida en medio de esta crisis.

El joven político dijo que, dentro del protocolo de levantamiento de cadáveres de las casas, se ha registrado a muchas personas que fallecieron con los síntomas de COVID-19 y que no llegaron a ser atendidos en ningún centro de salud. A estas víctimas se les considera como “sospechosos”, que son aquellos que sobrepasan las cifras oficiales.

No fue hasta el 14 de mayo en que las cifras realmente se sinceraron. Entonces, Ucayali pasó a tener 88 muertos confirmados, pero 406 sospechosos. Algo que llamó la atención a la comitiva que venía desde el Gobierno central para inspeccionar. La ministra de la Mujer, Gloria Montenegro, fue parte de ese grupo.

Sin embargo, ni bien se fueron los representantes de Lima, los decesos confirmados aumentaron solo a 90 y los sospechosos a 413. Una cifra que “sigue maquillada y trata de confundir a la región”, según el periodista ucayalino, Roberto Alván Sinacay, director periodístico de UTV canal 19.

Roberto dice que a diario el equipo encargado de recoger a los muertos de las viviendas levanta entre 20 y 30 cadáveres, estos en su mayoría son sospechosos de coronavirus. Además, hay personas que pierden la vida en las zonas periféricas de la ciudad y cuyo acceso es muy accidentado. Por lo que el último reporte del incremento de decesos “sigue muy alejado de la realidad”.

En la gestión regional actual no hay credibilidad ni un criterio adecuado para tomar acciones que puedan devolver la calma a la ciudadanía y prevenir el contagio de más personas. Roberto, un colega al que conocí cuando iniciaba mi carrera como periodista en Ucayali, me dice que “se ha gastado el 50 % del presupuesto de un promedio de 5 millones de soles que tiene el Gobierno Regional y no hay transparencia en ello”.

Ante la crítica situación por la que atraviesa el mismo lugar que nos vio nacer, atacado por una pandemia que nos quiere ver morir, este periodista llora al aire, tratando de pedir al empresariado que colabore para poder juntar 1 millón de soles y se pueda comprar una planta de oxígeno.

La lucha por el oxígeno

El oxígeno es una de las cosas que más falta en Pucallpa. La única planta que se encarga de producirlo no logra abastecer la cantidad diaria que requieren los hospitales. La empresa solo puede generar unos 250 unidades por día, pero solo el requerimiento del Hospital Amazónico de Yarinacocha es de 150 unidades y hay otras 200 que se necesitan generalmente en EsSalud. En la calle cada balón puede llegar a costar entre 1.000 y 5.000 soles.

La realidad se volvió más indignante cuando la ciudadanía se enteró que el Hospital Regional de Ucayali, que está muy avanzado en su construcción, cuenta con una planta de oxígeno, pero que no ha sido terminada. Sin embargo, si esta estuviera operando, produciría unas 60 unidades diarias, según el congresista por la región Ucayali, César Gonzales Tuanama.

El parlamentario denunció penalmente al gobernador regional por “haberle ocultado esa información a la ciudadanía", y aprovechó la llegada del premier Zeballos para hacerle saber sobre lo que para él se trataría de un acto con “serias irregularidades que colindan con la corrupción”.

Las desgracias nunca llegan solas. Al escribir este texto, me enteré que mi padre sufrió una segunda recaída que no le permite mejorar por completo. Ahora tengo impotencia, la misma que sienten miles de familias en todo el Perú.

A diario lo llamo, y lo escucho muy cansado. “Como si hubiera corrido una maratón”, me dice mientras lo veo a través del celular, que es la única forma en que puedo estar cerca de él, aún encontrándome a 740 kilómetros de distancia, en una Lima que muy poco sabe de la cruda realidad por la que está atravesando Ucayali.

Actualmente siente que por momentos pierde la respiración, y esto es algo que le asusta y no lo deja dormir. Volví a llamar al comando que visita las viviendas y los pacientes enfermos. Les pregunté si es que podrían ir a hacerle una prueba rápida, aquellas que había llevado el primer ministro en su último viaje a Pucallpa, pero me dijeron que era imposible, que esas solo estaban destinadas para el personal de primera línea. Mi papá solo ocupa ese puesto en mi corazón.

Como no iban a enviar un equipo médico, me dijeron que debía llevarlo al Hospital Amazónico de Yarinacocha. De ir ahí, tendría que hacer una cola de más de 25 personas, corriendo el riesgo de no ser atendido. Tampoco puede conseguir oxígeno, que actualmente llega a costar hasta 5.000 soles.

Mientras escribo esto, muero de preocupación por pensar también en mi madre, que se encuentra allá, expuesta al peligro de contagiarse. Porque, pese a que el Ejecutivo prometió abastecer de mayor equipamento para que Ucayali pueda enfrentar el coronavirus, para muchas personas enfermas como mi papá cada día que pasa puede ser el último.