Patricia Paniagua: “Esto es una olla de presión en la que estamos y que va a encontrar un canal de desfogue”
La politóloga Patricia Paniagua analizó el panorama futuro del Gobierno de Dina Boluarte y de las acciones tomadas por el Congreso.
En esta entrevista, la politóloga Patricia Paniagua Gutiérrez reflexiona sobre la crisis política del país con este Gobierno de coalición entre Poder Ejecutivo y Congreso. Desde su punto de vista, estamos ante representantes con características autoritarias que no han podido impulsar diálogo y tampoco resolver las demandas de la ciudadanía.
— ¿Por qué algunos de sus colegas dicen que el Gobierno de Dina Boluarte tiene características autoritarias, pero no se animan a llamarlo dictadura?
— Bueno, yo concuerdo con quienes señalan que este es un Gobierno marcadamente autoritario, en tanto sus acciones van en esa línea. Se decidió optar por la represión en vez del diálogo para la gestión del conflicto social y han tomado otras decisiones arbitrarias, como el cambio del Consejo Nacional de Educación (CNE) y del titular de la Autoridad Autónoma del Transporte (ATU), y así podríamos ir listando una serie de posturas del Gobierno que nos lleva a afirmar que estamos frente a uno marcadamente autoritario. Incluso, hay quienes han dicho que tiene bastante inspiración en lo que vivimos en la década de los 90.
— ¿Y qué lo diferencia de una dictadura?
— Lo diferencia que hay un marco legal en el que está amparado, pero carece de legitimidad. Hay un rechazo marcado de la población, y un cuestionamiento grave por la vulneración de los derechos humanos y a haber ejercido la fuerza letal en la represión de la protesta.
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— ¿Qué institución ha demostrado ser más autoritaria? ¿El Ejecutivo o el Congreso?
— En este caso, ambos están trabajando en lo mismo. Es un Gobierno de coalición con las fuerzas representadas en el Congreso y el Ejecutivo. Hablamos de un Congreso que ya traía ciertas decisiones previas en la línea de ir copando poder porque esa es una marcada acción de este Legislativo. Ha ido creciendo la acción de hacerse de más y más poder, incluso algunos lo han llamado dictadura congresal.
— Mencionó la década de los 90, periodo en el que hubo la dictadura de Alberto Fujimori. ¿Qué tendría que pasar aquí para que el Gobierno de Dina Boluarte dé su brazo a torcer sobre su autoritarismo? ¿Qué puede determinar la fragilidad de esta alianza entre el Ejecutivo y Congreso?
— En la dictadura de los años 90 fue crucial la sociedad civil accionando y tomando protagonismo en el último tramo para su caída. Aquí hay una ciudadanía consciente de lo que está pasando. No es que estemos ante una ciudadanía entumecida. Sin embargo, se requiere ese despertar, que pasa porque nuestras élites, políticas y económicas, tomen conciencia del entrampamiento en el que estamos y acompañen ese camino de salida. Por otro lado, el detonante también pasa porque este Gobierno carga con los cuestionamientos de los que ya hemos hablado y que está siendo incapaz de gestionar ante problemas del día a día del ciudadano, como la inflación.
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— O el hambre.
— Por ejemplo, la seguridad alimentaria, la familia vulnerable y la de clase media. Hablemos también de la salud. La gestión que está teniendo la epidemia del dengue. Tenemos fallecidos en el norte y hemos tenido en esta zona el desastre del ciclón. Y si sumamos el tema de la educación, vemos que tras la pandemia hay un cierre de brecha que no se termina de cuantificar.
— Si hay tantos problemas e indignación, ¿por qué es tan difícil que exista alguien o una organización que canalice las demandas de la ciudadanía?
— Lo que está sucediendo es un síntoma de un problema más grave que estamos viviendo en nuestro país, que es el tema de la falta de liderazgos y representatividad de los partidos políticos. Todo esto coadyuva para que nos veamos en una situación en la que parece difícil hacer la incidencia suficiente. Hay esfuerzos, la ciudadanía está reclamando mediante líderes locales o de comunidades, pero esa capacidad de tener fuerza deja de sentirse mientras no haya grandes liderazgos. Los partidos están en una crisis. No solo no son capaces de representar a la ciudadanía que los lleva a los cargos, sino que, además, se han vuelto agencias en las que la representación está marcada por ser mercantilistas y eso la ciudadanía lo sabe. También es cierto que en la medida que los liderazgos sean claros, las protestas cobrarán fuerza. Hay una serie de factores que disuaden a la ciudadanía de participar. Sin embargo, yo creo que esto es una olla de presión en la que estamos y que va a encontrar un canal de desfogue. Algunos se atreven a decir que es un momento constituyente, habría que ver.
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— La elección del defensor del Pueblo fue similar a la que hubo en 2014, pero nadie protestó esta vez. ¿No estamos en un momento de resignación?
— Nos encontramos en un momento en el que estamos comprendiendo que la magnitud del desastre, del oscurantismo en que hemos entrado, habla de una gravedad seria. Es momento de calibrar a qué nos enfrentamos y cómo es posible hacerlo. Creo que es necesario que ciertos pasos se den desde la sociedad civil para ir alineando fuerzas y pensar qué toca hacer. El intento de copamiento va más allá de lo que significa este régimen y quiere ir más allá de este tiempo. Hay una pretensión de copar también los órganos electorales.
— Pero cuando se habla de sociedad civil, tanto desde la derecha conservadora y desde la izquierda autoritaria, la califican como un sector conformado por “caviares”. Pareciera que hay un enemigo en común entre estos extremos que se alían para copar instituciones.
— Este enemigo en común les resulta incómodo a ambos extremos del ámbito político e ideológico, en tanto defienda los derechos humanos y la institucionalidad democrática, y esté plantando cara para sacar a flote lo que queda de nuestra democracia.