La caída de Bolsonaro: juicio por intento de golpe define el futuro político de Brasil y su relación con EE. UU.
Bolsonaro enfrenta un juicio histórico por conspirar para desconocer la elección de 2022. Trump responde a la justicia con sanciones y aranceles, lo que eleva la tensión diplomática entre Washington y Brasil.
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El juicio contra Jair Bolsonaro comenzó en Brasil en un clima de máxima tensión política. El expresidente, derrotado en las elecciones de 2022 por Luiz Inácio Lula da Silva, enfrenta cargos por liderar una conspiración destinada a desconocer el resultado electoral, impedir la asunción de Lula y decretar un estado de sitio. Este proceso expone las grietas de la democracia brasileña y amenaza con modificar el equilibrio de poder rumbo a las elecciones 2026.
La Fiscalía acusa a Bolsonaro de encabezar una red que, según los investigadores, planearon maniobras para anular el voto popular. Bolsonaro, inhabilitado políticamente hasta 2030, permanece en arresto domiciliario en Brasilia y podría enfrentar hasta 43 años de cárcel si se confirma su culpabilidad.
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Bolsonaro frente a la justicia por conspirar contra la democracia
El proceso judicial ha sacado a la luz un complejo entramado. Entre los acusados figuran siete de sus colaboradores más cercanos: el exministro de Defensa Paulo Sérgio Nogueira, el exministro de Justicia Anderson Torres y el jefe de inteligencia Alexandre Ramagem. También están bajo investigación altos mandos militares que participaron en reuniones privadas con Bolsonaro durante la transición de poder.
Los documentos incautados incluyen borradores de decretos para declarar un estado de excepción y propuestas de intervención en el Tribunal Superior Electoral. El juez Alexandre de Moraes, pieza clave del Supremo Tribunal Federal, lidera el proceso. “Ninguna democracia puede tolerar intentos de subvertir la voluntad popular”, declaró Moraes en una de las audiencias.
Un exayudante militar reveló que se discutió incluso la posibilidad de eliminar físicamente a Lula y a su vicepresidente electo Geraldo Alckmin. Aunque esta versión no ha sido confirmada en su totalidad, la mención ha incrementado la gravedad del caso. La defensa de Bolsonaro insiste en que se trata de una persecución política, pero las pruebas documentales y los testimonios complican su situación.
Sin embargo, según The Economist, el caso Bolsonaro convierte a Brasil en un ejemplo de resistencia frente al populismo. En este sentido, el medio estadounidense señala que el recuerdo reciente de la dictadura impulsa a la sociedad brasileña y al Supremo Tribunal Federal a proteger la democracia, y que de esta manera muestran imitables signos de madurez política: mientras Estados Unidos se desliza hacia el autoritarismo, la mayor democracia sudamericana asume el rol de “adulto responsable” del hemisferio.
Las sanciones de Trump profundizan la crisis económica en Brasil
El juicio no se limita al plano interno. La presión internacional se intensificó cuando Donald Trump, aliado estratégico de Bolsonaro, reaccionó con dureza contra el proceso judicial. El presidente estadounidense calificó el juicio como “una caza de brujas” y anunció aranceles del 50% a las exportaciones brasileñas hacia Estados Unidos, además de sanciones contra Alexandre de Moraes y otros funcionarios judiciales.
El golpe económico fue inmediato. Las exportaciones hacia el mercado estadounidense cayeron 18,9% en agosto, con fuertes pérdidas en sectores clave como el acero, la soja y la carne. Brasil registró un déficit comercial de más de 3.500 millones de dólares ese mes, el más alto de los últimos cinco años. El Financial Times señaló que los bancos brasileños enfrentan un dilema inédito: obedecer las sanciones de Washington o acatar las decisiones del Supremo Tribunal Federal.
La situación ha generado una crisis diplomática Brasil-Estados Unidos. Lula respondió asegurando que Brasil “no aceptará presiones externas ni injerencias en sus instituciones”. Desde Moscú y Pekín, tanto Rusia como China observan con atención el conflicto, interpretándolo como un nuevo capítulo en la pugna geopolítica de Washington en América Latina.
No obstante, para el politólogo Christian Lynch, el juicio a Jair Bolsonaro no solo es histórico para Brasil, sino que también marca un inédito pulso con Estados Unidos. Mientras Donald Trump presiona con aranceles y condiciona la política comercial a una amnistía para el expresidente, Brasil ha respondido defendiendo su soberanía y la fortaleza de sus instituciones democráticas. Según Lynch, esta resistencia revela que el país ya no acepta ser tratado como patio trasero de Washington, con lo que demuestra al mundo que puede blindar su democracia frente a presiones externas.
Amnistía y sucesión: la derecha dividida entre salvar a Bolsonaro o buscar un nuevo líder
El debate en el Congreso sobre una amnistía a Bolsonaro acentúa la fragmentación de la derecha. Un sector radical exige una medida amplia que incluya al expresidente y a todos los condenados por el asalto del 8 de enero de 2023 al Congreso, el Tribunal Supremo y el Palacio presidencial en Brasilia. Otro grupo, más moderado, solo respalda liberar a los simpatizantes sin responsabilidad de liderazgo.
La división también se refleja en el núcleo familiar de Bolsonaro. Su esposa, Michelle Bolsonaro, ha ganado protagonismo en actos públicos y es mencionada como potencial candidata en 2026. Flávio Bolsonaro, senador, busca mantener influencia, mientras Eduardo Bolsonaro, radicado en Estados Unidos, ha tenido choques internos que debilitan la unidad del clan.
En paralelo, emergen nuevas figuras dentro de la derecha. El gobernador de São Paulo, Tarcísio de Freitas, exministro de Infraestructura, aparece como uno de los políticos con mayor proyección si Bolsonaro queda definitivamente fuera del tablero. Según analistas, su perfil técnico y moderado podría atraer a votantes conservadores desencantados con la radicalización del bolsonarismo.


























