Japón insiste en lanzar agua radiactiva al Océano Pacífico
Contaminación. Plan para descargar toneladas de agua radiactiva de la planta nuclear de Fukushima genera preocupación dentro y fuera de Japón que ven insuficientes las garantías de seguridad aportadas por las autoridades niponas.
El principal bloque de la oposición en Corea del Sur, el Partido Democrático (PD), inició una acción de filibusterismo parlamentario en la Asamblea Nacional (Parlamento) a través de la cual todos sus escaños ocuparán la tribuna del hemiciclo por turnos durante más de 12 horas en protesta por el plan de Japón de verter agua depurada de la central de Fukushima al océano Pacífico.
La protesta llega después de que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) publicara esta semana un informe que establece que el plan de vertido “cumple los estándares de seguridad internacionales” y tendrá un impacto “insignificante” para la salud humana y el medio ambiente.
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El PD, que ha restado validez al informe del OIEA y acusado al Gobierno surcoreano de ser un lacayo de Tokio por respetar el informe y comprometer así la salud de los surcoreanos, ha convocado también una protesta multitudinaria ante el edificio de la Asamblea Nacional para hoy sábado.
Su portavoz parlamentario, Park Kwang-on, ha pedido al Ejecutivo de Yoon Suk-yeol que denuncie la situación ante la Organización Marítima Internacional (OMI).
Temor en China
Por su parte, la Administración General de Aduanas de China prometió un “alto grado de vigilancia” sobre las importaciones de alimentos procedentes de Japón ante el plan de Tokio de procesar y verter al mar el agua contaminada de la central nuclear de Fukushima, iniciativa fuertemente criticada por Pekín.
El plan “ha generado preocupación entre los consumidores chinos sobre la seguridad de los alimentos importados desde Japón”, indicó Aduanas en un comunicado publicado hoy en su página web, en el que aseguró que “asumirá la responsabilidad absoluta para con los consumidores chinos” a este respecto, algo para lo que “tomará todas las medidas necesarias con arreglo al desarrollo de la situación”.
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El plan de Tokio, que previsiblemente comenzará este verano, pasa por descargar en el Pacífico a lo largo de varias décadas en torno a 1,32 millones de toneladas de agua contaminada de la central, tras ser procesada para retirarle la mayoría de los isótopos radiactivos (salvo el tritio) y mezclada con agua marina.
Tokio sostiene que esta agua -aquella que se usa para enfriar los reactores dañados y la que se cuela en los mismos a través del subsuelo y debe después almacenarse en miles de tanques- tendrá una concentración de tritio muy por debajo del tope legal establecido para el agua potable.
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No obstante, el plan de Japón ha generado intranquilidad en países vecinos como China o Corea del Sur, donde las encuestas muestran que más del 80 % de la población rechaza el vertido.
Científicos de China, Japón y Corea del Sur se muestran escépticos sobre las medidas adoptadas para mitigar los riesgos derivados de verter al mar el agua tratada tras resultar contaminada de residuos altamente radiactivos procedentes de los reactores de Fukushima Daiichi.
Un modelo de corrupción empresarial
La catástrofe de Fukushima simboliza la corrupción en Japón.
Todo empezó con el terremoto y tsunami del 11 de marzo del 2011 que inundó la central nuclear de Fukushima, ubicada a orillas del mar, en el epicentro del seísmo.
Desde el siglo pasado, los expertos habían exigido el cierre de la central nuclear por su alto riesgo, pero sus propietarios sobornaron autoridades locales y nacionales durante años para mantener funcionando a la central.
La catástrofe del 2011 se pudo evitar, pero se impuso el poder de las élites gobernantes y empresariales.