Nandelle ama estudiar, pero las clases en el colegio nunca han sido como ella espera. “Solo quiero que me permitan usar mi celular para investigar lo que no entiendo y llevar puestos mis audífonos”, cuenta la menor de 15 años. Y este pedido no es un capricho, sino una necesidad, pues la niña, que vive con el trastorno del espectro autista, es parte de esa cifra tan baja (12 %) de niños y adolescentes con discapacidad que acceden a una educación en el Perú.
Bárbara Herrán, su madre y también autista, mira a la pequeña con orgullo, se refleja en ella y dice que no permitirá que Nandelle se “adapte a este sistema”, sino que continuará en la lucha que aún afronta para que no deje de estudiar. “Le negaron la vacante en un colegio porque me dijeron que ya tenían otra niña autista y no sabían si la profesora iba a poder educar a ambas”, recuerda.
Según el Censo Escolar 2018 del Ministerio de Educación (Minedu), existen 756 499 personas con discapacidad que se encuentra dentro de la edad escolar; sin embargo, 665.543 (88 %) no estudian. ¿Qué sucede con ellos?
“Uno va al colegio a tener un proyecto de vida, pero el Estado peruano sigue manteniendo dos sistemas educativos, uno para los que no viven con discapacidad y otro para los que sí ”, advierte Malena Pineda, jefa del Programa de Discapacidad de la Defensoría del Pueblo. Y es que, según explica, desde 2008 el Estado suscribió la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, y tiene la obligación de garantizar la educación inclusiva en un sistema regular para todos los niños y adolescentes con capacidades diferentes. Sin embargo, esto no se cumple.
Luego de supervisar a 775 instituciones educativas a nivel nacional, la Defensoría halló que uno de los principales problemas para este poco acceso a la educación es que los colegios, públicos y privados, no reservan una vacante para los estudiantes con discapacidad, pese a que es una obligación dada por el Minedu.
¿Y por qué? El 96.15 % de estos centros indicó que no reciben materiales específicos para la enseñanza a estudiantes con discapacidad. Otro 73.69 % consideró otra serie de barreras por las que deniegan la matrícula: una de ellas es que los niños no presentan certificado de discapacidad. “Durante todos estos años, el Ministerio de Salud solo ha avanzando con las certificación de 7 % de la población con discapacidad. El Minedu puso en la norma que los padres deben llevar un certificado, pero si yo pongo ese tipo de condiciones se vuelve una complicación”, explica Pineda.
La segunda “excusa” es que no hay docentes capacitados y que no se cuenta con la suficiente asesoría del Servicio de Apoyo y Asesoramiento a las Necesidades Educativas Especiales (Saanee). “En cada institución, hay máximo 3 o 4 profesionales del Saanee. Además, antes, a ellos les daban 10 alumnos por cada visita, pero ahora les dan 20. Entonces, como dicen, sus visitas parecen de médico”, indica Gilmer Meza, secretario general del Sindicato Único de Trabajadores en la Educación (Sutep) Lima.
Según indica el Minedu, la poca demanda de la carrera de Educación Básica Especial, se da porque “la modalidad no es atractiva”. Y es que, según el representante del Sutep, “no existen cursos de actualización en las diversas especialidades y las evaluaciones de ascenso no están afines a la labor que ellos hacen. Los profesores no deben generar cursos autodidactas solo porque el Estado los ha abandonado”.
Cabe destacar que existe el Programa Presupuesta 0106 del Minedu, que destina dinero para la dotación de materiales y acondicionamiento de espacios a fin de incluir a niños y jóvenes con discapacidad en la educación básica y técnico productiva. Sin embargo, esto aún parece no ser suficiente para una verdadera educación inclusiva
“Mi hijo siempre ha tenido que esperar y eso no es justo”, dice Margarita Cabrera, angustiada porque no cree llegar a las clases de su hijo Dann, un joven sordo de 17 años, quien todas las tardes acude a una academia para lograr su sueño de ser profesor de educación primaria.
En aquel centro educativo, Margarita es la intérprete de señas de su hijo, pues es la única manera que encontró para que Dann acceda a la educación.
“Acá no se trata de que si voy a querer o no, se trata de un deber legal y ético. El hecho de que un niño con discapacidad no estudie significa que se convertirá en altamente dependiente”, dice Malena Pineda de la Defensoría.
Desde que Margarita se enteró que Dann vivirá en silencio supo que ella sería su voz y empezó un largo camino. Así, junto a un grupo de padres, impulsó la creación de un colegio exclusivo para personas con discapacidad auditiva, “Ludwing Van Beethoven”, ubicado en el Cercado de Lima.
“Mi hijo estudió allí su primaria. Los cambios que se hicieron fueron procesos largos, y mi hijo no pudo alcanzarlos. La lucha por acceder a la educación secundaria también fue díficil, pues en las Centro de Educación Básica Especial (Cebe) no existe ese nivel y mi hijo no estaba preparado para estar en una educación regular”, recuerda Margarita.
Así que Dann, en ese entonces apenas un niño, tuvo que levantarse a las 5:30 a. m. durante varios años para poder llegar diariamente desde Manchay a un Centro de Educación Básica Alternativa (Ceba) Hipólito Unanue, ubicado en Cercado de Lima, para culminar su secundaria con el apoyo de un intérprete de señas.
“Exigimos al Estado que el colegio Bethoven exista el nivel secundaria, pero han pasado siete años y esto aún no es realidad”, denuncia Margarita, incansable en su lucha por la comunidad sorda.
Hoy Dann ha logrado terminar su secundaria y ahora busca ingresar a un instituto nacional donde lo preparen para ser un profesor de niños sordos. “En mi primer colegio me dieron una buena educación, pero no era inclusiva, los profesores no sabían cómo enseñarnos. Tuve que luchar mucho porque tampoco había accesibilidad. Ellos desconocían la cultura sorda”, dice en lengua de señas.
En base a su investigación, la Defensoría advirtió que el 86.44 % de colegios supervisados no cuenta con un intérprete de señas. “Necesitamos profesores que conozcan cómo se trabaja con personas sordas”, dice Margarita, quien asegura que seguirá abriendo caminos para que su hijo nunca deje de estudiar, aprender y crecer.