Con un toque de presagio, la presidenta de la Corte Superior de Justicia de Cajamarca, Edith Alvarado Palacios, consideró que la borrasca que domina el concurso público para la elección de los siete miembros titulares y siete suplentes para la Junta Nacional de Justicia (JNJ), podría resultar, al final, peor que el fenecido Consejo Nacional de la Magistratura (CNM).
La magistrada dijo que “todo está dentro de lo posible, justamente por eso es que están caminando un poco más lento, con ánimo de solucionar los problemas y la nueva convocatoria que se haga pueda solucionar estas dificultades”.
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Si uno quiere integrar este ente —opinó— es porque tiene una vocación de servicio al país, porque para dotar de buenos magistrados (jueces o fiscales), necesariamente hay que tener vocación, porque si uno va a ir solamente alentado por la remuneración o por el prestigio que da el cargo, corremos el riesgo de que se susciten nuevamente esas corruptelas.
Alvarado precisó que la JNJ, si bien quiere solucionar o corregir los problemas del antiguo CNM, tiene una gran dificultad en su conformación, porque si queremos una Junta que esté integrada por juristas preclaros, la gente de prestigio no se va a someter a un concurso y menos a uno no sé si riguroso o general como se ha puesto.
Recordó que en la última convocatoria “hemos visto que el examen ha sido demasiado general, de tal manera que de 120 postulantes solo tres aprobaron, esto no significa que los demás hayan estado descalificados sino que ahora el Derecho es de especialidad, un especialista en Penal obvio no va a saber mucho de tributario, laboral o aduanero. Y si nos toman la universalidad del Derecho en un examen escrito es muy probable que todos no salgan aprobados, y esto un profesional de prestigio no va a poner en riesgo, sometiéndose a un examen de esta naturaleza”.
Las personas —justificó— somos una integridad, somos padres, madres, hijos, políticos, pero para ser íntegros tendría que estar de acuerdo nuestro discurso con nuestra vida y si decimos que somos profesionales de prestigio, moralistas, personas honestas, también nuestros actos deben corresponder a ese discurso.