María Elena Moyano Delgado enfrentó a los terroristas de Sendero Luminoso, cara a cara, boca a boca, puño a puño. Por lo tanto, sabía que su asesinato como represalia era una posibilidad más próxima que lejana.
Estaba enterada perfectamente de que Abimael Guzmán había decretado el traslado del centro de la guerra del campo a la ciudad, y que parte del plan para capturar la capital era eliminar uno a uno a los dirigentes populares como ella que se le oponían y destruir a los comedores populares, a los centros de distribución del vaso de leche, a todo lo que fuera ayuda asistencial para los pobres. Estaba consciente de que era un objetivo terrorista. Así se lo dijo a La República el domingo 22 de setiembre de 1991, en la que sería su última entrevista para el diario:
Si han asesinado a campesinos (asesinar), a dirigentes creo que ya eso se convirtió en parte de su actuar (de los terroristas). Es táctica, como ellos le llaman. Creo que sí van a continuar. Para llegar a Lima tienen que asesinar a los dirigentes.
¿Dejaría su cargo?
De ninguna manera, es parte de mi vida. Hay gente que me pregunta si tengo miedo. A veces lo tengo, pero yo tengo mucha fortaleza y fuerza moral. Siempre he estado dispuesta a entregar mi vida. Tengo fe. (...) Si el pueblo se organiza, centraliza esfuerzos, podemos derrotar a Sendero. Las cosas no son fáciles, pero tampoco son imposibles.
Doloroso adiós. Los vecinos de Villa El Salvador acudieron a los funerales de María Elena Moyano, en reconocimiento a su sacrificio en defensa de los más pobres y contra la violencia terrorista. Foto: Archivo La República
En ese momento, Moyano era la teniente alcalde de Villa El Salvador, uno de los centros neurálgicos de la infiltración senderista, y había sido presidenta de la Federación Popular de Mujeres del mismo distrito. Era una reconocida dirigente izquierdista que rechazó la penetración terrorista. Combatió el plan senderista de combatir cualquier forma de asistencia alimenticia a los pobres. Abimael Guzmán pretendía que los sectores populares se sumaran a la guerra senderista por el hambre, la sed y la miseria. Antes de que atentaran contra María Elena Moyano, este perverso y criminal plan se cumplía rigurosamente:
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No había duda del sentido del brutal mensaje terrorista con este tipo de homicidios selectivos. Moyano percibió que los balazos sonaban cada vez más cerca. Y no solo por los crímenes mencionados sino también porque el pasquín senderista El Diario difundía información difamatoria contra la dirigente popular de Villa El Salvador. Le atribuían latrocinios para así justificar el crimen.
Podría haber decidido abandonar Villa El Salvador. Ella prefirió combatir a los senderistas en su misma cancha. En la misma línea de fuego. Así lo dijo:
¿Usted vio venir esto?
Sí. Lo sentí cuando, hace quince días, atacaron (y asesinaron) a Juana López (León, dirigente del Vaso de Leche, el primero de setiembre de 1991). Hace un año El Diario atacaron a la Federación de Mujeres y a mí. (...)
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¿Pensó que se harían presentes con tal violencia?
La verdad es que no. Hasta hace un tiempo yo pensaba que Sendero era un grupo equivocado y que, de alguna manera, intentaba luchar por alguna justicia. Pero cuando mataron al dirigente obrero Enrique Castilla (Linares, el 31 de octubre de 1989), tuvieron todo mi repudio, sin embargo, yo no me atrevía a condenar esta actitud terrorista de Sendero. Ahora han tocado a las organizaciones de base, donde están los más pobres. ¿Quiénes son los que están en los comedores y en el Vaso de Leche? Los que no pueden comer en su casa. Entonces, yo no entiendo a este grupo desquiciado. Pretenden socavar este tipo de organizaciones y que avancen más los niveles de desnutrición y de muerte.
Moyano no era retórica. Cuando Sendero Luminoso decretó para el 14 de febrero un paro armado en la capital (es decir, el que no acataba la medida, era asesinado o su negocio o vehículo destruido), María Elena desafió a los terroristas y organizó una Marcha por la Paz. Así arengó a sus compañeras que salieron a las calles a desafiar a los terroristas:
Nosotras no estamos con quienes asesinan a dirigentes populares, masacran a dirigentes de comedores populares y el Vaso de Leche. Estamos contra los que socavan las bases del pueblo y quieren imponerse por la fuerza y la brutalidad.
Compañera. Moyano con un ejemplar del pasquín senderista que la difamaba todos los días. Foto: Archivo La República
Luego de una jornada familiar en la playa, el sábado 15 de febrero de 1992, Moyano asistió a una reunión festiva con dirigentes del Vaso de Leche, entre quienes se encontraban los terroristas infiltrados que ejecutarían el homicidio.
El asesinato se cometió a las 7 y 15 de la noche en la entrada del local comunal del Grupo 23, Sector 1, de Villa El Salvador. Fue un crimen de odio.
Así lo informó La República:
María Elena Moyano, la mujer que a rostro descubierto se enfrentó reiteradamente al terrorismo, fue brutalmente asesinada por presuntos subversivos, quienes no solo le dispararon en la cabeza, sino que, en el grado más alto de la bestialidad, la destrozaron con una poderosa carga de dinamita que hicieron explosionar bajo su cuerpo.
Había terroristas dentro y fuera del local.
Emblemático. Portada de La República que resalta la valentía de Moyano. Foto: Archivo La República
Más de un año después, en marzo de 1993, agentes de la Dirección contra el Terrorismo (Dircote) consiguieron detener a miembros del “Comando de Aniquilamiento” senderista, que estaba dirigido por los hermanos Óscar y Johnny Seldemayer Armas, dos conocidos asesinos que eran buscados hacía tiempo. Pertenecían a Socorro Popular, que se convirtió en un aparato militar senderista en Lima entre fines de los 80 y comienzos de los 90. Estaba directamente vinculado con la cúpula dirigida por Abimael Guzmán. Por lo tanto, la orden de matar a María Elena Moyano provino del funesto “presidente Gonzalo”, quien desde cómodos departamentos residenciales disponía de la vida de los dirigentes populares.
No se equivocó María Elena Moyano cuando afirmó que el camino elegido por Sendero Luminoso no redimiría a los pobres sino más bien significaba la muerte. Ella se encargó de convencer a sus compañeras y compañeros de Villa El Salvador de que así cayera a manos de los terroristas, continuaran enfrentándolos. Y así fue durante los funerales. Los vecinos salieron a rendirle homenaje, despedirse y prometerle que no se rendirían. En 1991, cuando La República la eligió personaje del año, dijo:
¡No podemos sucumbir al terror! (...) temor por mí no siento. Por mi familia, mi esposo, mis hijos, sí. Ellos se asustan a veces. Pero están preparados. Siempre lo conversamos. Mis hijos saben que si algo me llega a suceder, ellos tienen que ser fuertes. Les he pedido que estudien, que crezcan siendo ellos mismos.
El terrorismo no pudo vencer a María Elena Moyano.
Despedida. El homicidio de María Elena Moyano terminó siendo una derrota terrorista. Foto: Archivo La República
Ante los infundidos diseminados por el pasquín terrorista El Diario, María Elena Moyano difundió un mensaje a sus vecinos para aclarar a quienes serían sus asesinos.
‘’Mi práctica es una práctica de entrega y sacrificios sin recibir nada a cambio. (...) Lo que construí con mis propias manos jamás lo podrán destruir. (...) Vecinos, la revolución es afirmación a la vida, a la dignidad individual y colectiva, es ética nueva. La revolución no es muerte ni imposición, ni sometimiento, ni fanatismo. La revolución es vida nueva. Es luchar por una sociedad justa, digna y solidaria’', explicó.
Y terminó: ‘’Seguiré al lado de mi pueblo, de las mujeres, jóvenes y niños. Seguiré luchando por paz con justicia social. ¡Viva la vida!’’.
11.00 a. m. Homenaje popular en el monumento a María Elena en Villa El Salvador.
Declaración de María Elena como ‘Mujer del Bicentenario’ por el Ministerio de la Mujer.
3.00 p. m. Sesión solemne en Municipalidad de Villa El Salvador.
7.00 p. m. Obra de teatro Pétalos de arena. Grupo Vichama. Villa El Salvador.