El Ferrocarril Transiberiano, el más largo del mundo, conecta la Rusia europea con las provincias del Lejano Oriente ruso, Mongolia, China y Corea del Norte. El vehículo cruza ocho franjas horarias, 87 pueblos y ciudades, 16 ríos, además de que funciona a temperaturas de -20 grados centígrados en viajes que pueden durar hasta 1 semana sin paradas.
La construcción del Ferrocarril Transiberiano comenzó a finales del siglo XIX, bajo el gobierno del zar Alejandro III. La falta de comunicación entre Moscú y las remotas provincias de Siberia representaba un problema económico y político significativo (Rusia es el país más grande del mundo, abarca una décima parte de toda la masa terrestre del planeta), por lo que se impulsó el proyecto en 1891.
El Transiberiano se extiende por aproximadamente 9.289 kilómetros desde Moscú, en el oeste de Rusia, hasta Vladivostok, en el extremo oriental del país. Foto: El Periódico
El proyecto fue monumental y se considera una de las hazañas de ingeniería más impresionantes del mundo. Se estimó que la línea principal tendría aproximadamente 7.000 kilómetros y se extendería desde Moscú hasta Vladivostok. La construcción se llevó a cabo en varias secciones simultáneamente y fue supervisada por Sergei Witte, entonces Ministro de Finanzas, quien jugó un papel crucial en la movilización de recursos financieros y humanos.
El terreno inhóspito presentó desafíos significativos: terrenos pantanosos, bosques densos, montañas y ríos grandes. Los trabajadores —incluidos convictos, soldados y campesinos locales— enfrentaron condiciones extremas de frío y aislamiento. Además, la falta de tecnología avanzada significaba que gran parte del trabajo se realizaba manualmente.
La construcción del Ferrocarril Transiberiano comenzó a finales del siglo XIX, bajo el gobierno del zar Alejandro III. Foto: National Geographic
El tramo principal de Cheliábinsk a Vladivostok se completó en 1904, aunque las mejoras y las conexiones adicionales continuaron durante varias décadas. El ferrocarril no solo facilitó el desarrollo económico al transportar recursos naturales, como madera, carbón y metales, sino que también fue estratégico desde el punto de vista militar, especialmente evidente durante la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905) y las dos Guerras Mundiales.
Después de la Revolución Rusa de 1917 y la subsiguiente formación de la Unión Soviética, el ferrocarril se expandió aún más con la construcción de líneas adicionales, como el ferrocarril Baikal-Amur. Durante la era soviética, el Transiberiano se modernizó y se electrificó parcialmente, lo que mejoró la eficiencia y la capacidad de transporte.
En las décadas de 1970 y 1980, la línea se expandió significativamente con la construcción del Baikal-Amur Magistral (BAM), una alternativa al Transiberiano que pasa más al norte, lo cual abrió regiones hasta entonces inaccesibles de Siberia Oriental y el Lejano Oriente.
La ruta atraviesa increíbles paisajes de Rusia europea y asiática. Foto: Amo Viajar
El Transiberiano, en la actualidad, sigue siendo una arteria vital para el transporte en Rusia, ya que conecta el oeste con el este sobre más de 9.000 kilómetros. Asimismo, se ha convertido en un emblemático viaje turístico que atrae a viajeros de todo el mundo, además de ofrecer vistas espectaculares de la vasta y variada geografía rusa.
El tren conecta la Rusia europea con las provincias del Lejano Oriente ruso, Mongolia, China y Corea del Norte. Foto: Transiberiano