Hace más de 35 años, Kim West dio en adopción a su bebé de apenas una semana de nacido. Aunque es difícil de asimilar, cuando ambos se reencontraron experimentaron la conocida “atracción sexual genética”, es decir, se terminaron enamorando. En 2016, contaron su historia a un medio y, desde ese momento, parece que la Tierra se los hubiera ‘tragado’.
La madre, que creció en Londres, quedó embarazada a la edad de 19 años cuando aún era una estudiante en la ciudad de California, en Estados Unidos. En diciembre del 2013, cuando su hijo ya tenía 29 años y estaba casado con una mujer llamada Victoria, recibió una carta que pedía un reencuentro entre ambos.
En el 2014, cuando se vieron, comenzaron una relación de madre e hijo fuera de lo común. Ben Ford, el hijo, contó al diario The New Day que, en cada encuentro íntimo que tuvo con su esposa, no podía evitar pensar en su madre.
“Cada vez que tenía relaciones sexuales con mi esposa, me imaginaba que era mi madre, sino no hubiese podido excitarme”, señaló.
Madre e hijo aseguraron que se sintieron atraídos desde el minuto uno. Ellos contaron que su primer beso fue acompañado de una botella de champagne en un hotel, y luego pasaron a tener relaciones sexuales. Tras unos días de este hecho, Ford tuvo una conversación con su esposa y le expuso su intención de separarse de ella porque se iría a vivir con su madre biológica.
“Tenemos un sexo alucinante”, reconoció Ford ante Victoria.
Los ‘amantes imposibles’, como fueron denominados por médicos ingleses, residieron en Michigan y querían tener hijos juntos. Kim West comentó a la periodista Alley Einstein que lo que vivía con su hijo no era incesto, sino “atracción sexual genética”. “Somos como dos gotas de agua y estamos destinados a estar juntos”, añadió.
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Ella, además, reconoció el desprecio de los ciudadanos por su relación, pero alegó que “cuando uno es golpeado por un amor que te consume, estará dispuesto a renunciar a todo por él. Hay que luchar por él. Es una oportunidad única y algo a lo que Ben y yo no estamos dispuestos a renunciar”.
En la ciudad de Michigan, el incesto es un delito. Por ello, la pareja deseaba trasladarse a una ciudad a vivir su amor sin ataduras. Desde el momento que decidieron hacer pública su relación, recibieron diferentes reacciones y pasaron a la clandestinidad, ya que podrían ser procesados por cometer incesto.
No hay registros certeros sobre su paradero desde el 2017. Algunos rumores señalan que aún viven en Estados Unidos con identidades modificadas, otros aseguran que se mudaron a Inglaterra, y algunos incluso dicen que optaron por radicar en un país de Centroamérica.