Los shipibo-conibo reconstruyen sus viviendas con maderas y plásticos. Dirigentes piden que se les brinde casas prefabricadas mientras se define su futuro. La ayuda llega pero no es suficiente para aplacar las necesidades. Después del incendio.,"Fue un día triste en la historia de Cantagallo. Las madres empezaban a llorar y llorar, levantaban con sus manos las cenizas de su trabajo y decían: con eso yo comía, ¿ahora con qué voy a comer?, ¿cómo me la busco?", relata Olinda Silvano, artesana en la comunidad. Ha pasado más de una semana desde el incendio y el recuerdo del fuego todavía la estremece y le impide contener las lágrimas. "Nosotros los shibipo-conibo no pedimos limosnas, no pedimos favores. Nosotros ofrecemos nuestro trabajo", asegura Olinda con determinación. En lo que queda de su pequeña habitación guarda algunas mantas y pulseras que su hijo rescató del fuego. Su plan es vender sus artesanías hechas a mano, juntar capital y volver a empezar. En los pasajes polvorientos, otras artesanas tienden telas bajo el sol y sobre ellas acomodan sus productos. "Esas ventas son nuestra fuente de ingreso, con eso las mujeres shipibas sustentamos nuestro hogar (...). Les hemos pedido a las autoridades un espacio, ¿cómo es posible que no tengamos un lugar para vender?", agrega Olinda. Frente a su casa desfilan voluntarios con botellas de agua al hombro, bolsas de ropa y cajas con alimentos. Aunque la ayuda llega incluso en camiones, todo parece insuficiente a la luz de las muchas necesidades. "Cocinamos para el día porque no tenemos refrigeradora. Yo cocino para ayudar", dice Mauricia Huilca, mientras prepara una olla común para 100 personas. A pesar del calor y la tristeza, el movimiento es intenso y constante en Cantagallo. Los shipibos lo perdieron todo, pero tienen mucho por hacer: reconstruyen sus casas con maderas y plásticos, juntan agua en baldes, lavan sus ropas llenas de polvo y ceniza, transportan donaciones, improvisan cocinas, remueven escombros, entre otras tareas que repiten a diario. En las noches, en medio de una calma aparente, la situación no es menos difícil. El frío ingresa en las chozas, les hace temblar. Algunas familias, como en el caso de Ofelia Calderón, lograron salvar apenas un colchón. "Lo utilizan mis hijitos. Yo tengo que dormir en el suelo", cuenta. Incertidumbre Cantagallo se levanta entre escombros mientras crece la incertidumbre sobre su futuro. La posibilidad de ser reubicados, dice el dirigente Wilson Valles, aún es incierta porque la Municipalidad de Lima no ha presentado ninguna propuesta formal. "Dijeron que podía ser Martinetti, pero no hay nada concreto. Si no es formal, la comunidad no va a decidir", afirma Valles. En la misma línea, la representante Karina Pacaya asegura que la falta de "viviendas dignas" es la necesidad más urgente. Por ello espera que se pueda ejecutar algún programa para acceder a casas prefabricadas. Mientras tanto, Cantagallo no espera, se levanta desde sus cenizas. Avance Mañana se reunirá la mesa de trabajo multisectorial que se formó con la intención de atender el problema de Cantagallo. En la sesión participarán el Viceministerio de Vivienda y Urbanismo, el Organismo de Formalización de la Propiedad Informal (Cofopri), la Superintendencia Nacional de Bienes Estatales y los municipios de Lima y el Rímac.