Sociedad

“Sentíamos miedo a contaminarnos, pero nuestra misión es salvar vidas"

El testimonio de la enfermera María Sánchez Villanueva, quien atendió el primer caso COVID-19 en Hospital Regional de Trujillo.

“Sentíamos miedo a contaminarnos, pero teníamos que salvar su vida”
“Sentíamos miedo a contaminarnos, pero teníamos que salvar su vida”

En estos más de 60 días que lleva el coronavirus conviviendo en nuestro país, hay héroes anónimos que entregan día a día sus propias vidas para salvar la de otros. Personal de primera línea que está alejado de sus familias, como es el caso de las enfermeras del Hospital Regional de Trujillo.

La República tuvo acceso al testimonio de María Sánchez Villanueva, enfermera que atendió al primer paciente COVID-19 en este nosocomio. Además, cuenta toda la experiencia que viene teniendo en su labor diaria luchando contra este virus que ha cobrado cientos de vidas en el país.

“Desde que ingresa el paciente estamos en todo momento con él. Activamos el protocolo para brindarle todos los cuidados especializados, que pueda sentir el apoyo emocional y la calidad de vida mientras está hospitalizado”, destaca la enfermera.

Sánchez narra cómo fue la atención a ese primer positivo en el Hospital Regional y todo el temor que sintieron.

“Tuve la oportunidad de atender al primer paciente COVID-19, al principio hubo temor porque no sabíamos cómo manejarlo, sentíamos el miedo a contaminarnos, pero nuestra misión es salvar vidas. Personalmente confío en donde trabajo, estamos muy protegidas, apenas llegamos al hospital vamos a por la entrega del equipo de protección personal (EPP), pero igual sentíamos todo ese riesgo por ser algo nuevo”, explicó.

Alejada de su familia

Es que al estar en esa primera línea se asume riesgos y muchas cosas cambian en su vida diaria. “Genera una nostalgia el llegar a casa, el no poder abrazar a tu mamá, a tu familia, estar aislados para no contagiarlos, el comer en un cuarto aparte. El no estar con ellos es totalmente difícil, saludarlos de lejos. Decirle mamá te amo, es duro”.

Su trabajo es de doce horas, donde permanecen con todo el equipo, que hasta marcas en la cara le deja, pero su única función es salvar la vida de muchos, aunque también sienten la impotencia cuando todo ese trabajo se desvanece porque el paciente fallece.

“Es una sensación triste, doce horas con todo el material colocado y que el esfuerzo que hicimos para esa persona y al final verlo morir, sin que su familia no se pudiera despedir, es desgarrador, pero debemos seguir adelante, mucha fortaleza mental”, indica.

Finalmente hizo un llamado a que la ciudadanía tome conciencia, que con salir a la calle no se desafía a la autoridad, si no que ponen sus propias vidas en juego y piensen en ellos y sus familiares.