Atrapados entre los relaves de La Joya Mining y las sombras del envío de oro
Familias de San José denuncian que relaves están muy cerca a sus casas y padecen el polvo, ruido y vibración. Productora minera, pese a reportar limitaciones logísticas, hoy exporta considerables volúmenes de oro al mercado mundial.
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El crecimiento acelerado de La Joya Mining ha encendido alarmas en Arequipa. Vecinos del sector San José, en el distrito de La Joya, denuncian que sus viviendas se encuentran a escasos metros de un depósito de relaves que la empresa opera como parte de su actividad de procesamiento de oro. La cercanía, sumada a la falta de medidas de seguridad, ha convertido la zona en un riesgo sanitario permanente.
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La operación de esta planta se desarrolla en un contexto especialmente sensible: el sur del país es señalado por especialistas en minería y crimen organizado como una de las zonas donde el oro de origen informal circula con mayor facilidad. En este escenario, las empresas que procesan y exportan mineral —incluida La Joya Mining— operan bajo un escrutinio creciente debido a que la región presenta vacíos históricos en trazabilidad y fiscalización.
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A ello se suma que la compañía ha logrado exportar importantes cargamentos en un periodo relativamente corto, pese a que estudios técnicos previos —incluido uno realizado por la PUCP— advertían limitaciones en infraestructura, personal y capacidad logística para operaciones de mayor escala. La ausencia de información pública sobre cómo se superaron dichas brechas mantiene abiertas preguntas sobre la solidez de su cadena de abastecimiento.
Los testimonios de familias afectadas, junto con las dudas técnicas sobre la capacidad de acopio y procesamiento de la empresa, adquieren mayor relevancia en un contexto en el que Emiratos Árabes Unidos —su principal destino comercial— ha sido citado en investigaciones internacionales como un nodo crítico del comercio global de oro sin trazabilidad clara.
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Logística insuficiente
El estudio “Business Consulting – La Joya Mining S.A.C.”, elaborado por un equipo de la PUCP, concluyó que la empresa —clasificada como pequeño productor minero— enfrenta un problema estructural que compromete su sostenibilidad: controles logísticos insuficientes para asegurar la compra sostenible de mineral. El informe se basó en entrevistas con directivos, análisis de su cadena de acopio y revisión del modelo comercial. Su diagnóstico fue claro: la compañía carece de mecanismos sólidos para verificar, rastrear y asegurar la procedencia del mineral que ingresa a su planta.
La consultoría identificó brechas en todas las etapas de la operación: acopio, producción y comercialización. Señaló que la empresa no solo tenía dificultades para adaptarse a cambios del mercado, sino que dependía de proveedores sin suficientes garantías, generando riesgos en su trazabilidad y en su proyección como exportadora. Para resolverlo, recomendó dos acciones estratégicas: mejorar condiciones comerciales con los actuales proveedores e ingresar a nuevas zonas de acopio, además de invertir más de US$5 millones en automatización y procesos internos.
El dato clave es que, pese a estas advertencias, La Joya Mining comenzó a exportar mayores volúmenes de oro en menos de un año, sin que se haya reportado públicamente la ejecución de la inversión recomendada ni la implementación total de los controles sugeridos. El salto comercial no coincide con el diagnóstico técnico: si la empresa tenía falencias logísticas que impedían garantizar un abastecimiento confiable.
Las dudas sobre el verdadero origen del oro que procesa La Joya Mining se profundizan con las estimaciones técnicas del ingeniero metalurgista Roberto Inofuente Velazco, quien ha operado plantas de capacidades similares. Según explica, una planta que procesa 200 toneladas por día con leyes de 10 a 12 gramos por tonelada difícilmente podría superar los 60 a 80 kilos de oro al mes, una cifra muy por debajo del volumen exportado por la empresa. “Si están sacando más, ¿de dónde estará saliendo ese oro?”, cuestiona.
Inofuente advierte que el “exceso” podría provenir de otras plantas que amalgaman mineral con mercurio, donde se funden “queques” de oro sin trazabilidad, o de acopios externos en los que —como señala— la empresa pagaría solo la mitad de la ley real del mineral, una práctica conocida en el sector como ‘robo de ley’.
Intentamos comunicarnos con Juan Pepper, director comercial de Michell & Cía. S.A. y representante de La Joya Mining. Sin embargo, al cierre de esta nota, no obtuvimos repuesta.
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Denuncias ambientales: casas cercanas al relave y un riesgo que avanza
En San José de La Joya, las viviendas colindan a menos de diez metros del relave y las instalaciones de procesamiento de La Joya Mining. Los vecinos describen un ambiente inestable: polvo fino que cae de día y de noche, vibraciones que hacen temblar las casas y humos de tonos anaranjados que se elevan desde la planta. Ninguna de las viviendas cuenta con barreras que las protejan del material que la empresa deposita en el área, y la población asegura que nunca recibieron información clara sobre los riesgos asociados a convivir tan cerca de una operación de este tipo.
María Calapuja, residente de la zona desde hace años a diez metros de Joya Mining, afirma que su casa amanece cubierta por una capa de partículas “color plomo” que se adhieren a patios y plantas. Dice que el polvo es constante y que, cuando la planta opera de noche, “parece que temblara”, debido al ruido y la vibración de la maquinaria. Asegura que ni la Municipalidad ni el Gobierno Regional han realizado visitas de inspección, pese a las reiteradas denuncias: “Nadie viene a vernos. No hay atención para nosotros”, sostiene.
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La situación se repite en la vivienda de Gerónimo Vilca, otra de las familias ubicadas junto al relave, a 30 metros de distancia. Él relata que las vibraciones diurnas rajan las paredes de su casa y que, durante la noche, el polvo vuelve a asentarse sobre todo lo que rodea su vivienda. También describe “humo anaranjado o verdusco” y malos olores provenientes de la fundición: “A ellos no les interesa”, lamenta, señalando que la empresa mantiene las operaciones a cualquier hora.
El ingeniero Roberto Inofuente, especialista que ha acompañado denuncias ambientales de la comunidad, explica que el problema se agrava porque la empresa no estaría realizando monitoreos ambientales independientes. Afirma que, en ocasiones, cuando debía hacerse un control con participación vecinal, la planta apagaba sus máquinas, alterando los resultados. También advierte que las vibraciones intensas provienen del molino y el chancador, equipos de gran potencia que operan a pocos metros de las viviendas. Sobre el relave, recuerda que ya hubo derrames reportados hace algunos años, sin que la autoridad ambiental adoptara medidas correctivas.
Aunque no existe un estudio epidemiológico oficial en la zona, los vecinos denuncian afectaciones recurrentes a la garganta y molestias respiratorias, y expresan temor de que la exposición prolongada al polvo fino empeore su situación. Las familias exigen que una institución independiente evalúe de inmediato la calidad del aire, la estabilidad del relave y los riesgos para la población, así como que se determine si la ubicación del depósito y la planta vulnera normas que prohíben este tipo de infraestructuras en áreas urbanas o cerca de viviendas.
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Exportación de oro a EAU y la conexión con redes que financian la guerra en Sudán
La exportación de oro de La Joya Mining hacia Emiratos Árabes Unidos (EAU) ocurre en un escenario internacional marcado por cuestionamientos sobre los estándares de trazabilidad de ese mercado. Un reportaje de Ojo Público documentó que EAU se ha convertido en el principal destino del oro sudamericano debido a normas de importación más flexibles, que permiten recibir cargamentos sin los niveles de verificación exigidos en otros países. Esta situación ha sido observada por diversas agencias y medios internacionales, que advierten que esa falta de controles facilita que oro de orígenes diversos —incluido el informal y el ilegal proveniente de terceros países— ingrese a su sistema comercial.
El Financial Times ha descrito cómo esta debilidad regulatoria ha permitido que parte del oro que llega a Dubái termine mezclado en cadenas donde, por la ausencia de certificación robusta, puede perderse el rastro de su origen. En esos circuitos, señalan, también ha ingresado oro que financia a actores involucrados en el conflicto armado en Sudán. El periódico británico subraya que este fenómeno no depende de una empresa en particular, sino del funcionamiento del sistema global de refinación y reexportación que opera en ese país del Golfo.
Este contexto internacional refuerza una preocupación más amplia: sin mecanismos fuertes de verificación de origen, países exportadores como el Perú pueden estar expuestos a riesgos sistémicos, aun cuando sus empresas operen dentro del marco legal. Especialistas consultados señalan que fortalecer la trazabilidad es clave para evitar que el oro peruano —de cualquier operador— pueda ser absorbido por cadenas opacas en el extranjero. Mientras tanto, en zonas como La Joya y San José, las comunidades continúan lidiando con los impactos ambientales directos del procesamiento del mineral, independientemente del destino final de las exportaciones.

























