“Trump pelea con todo el mundo”: su ofensiva arancelaria desata caos global y deja sin efecto acuerdos comerciales
La nueva ofensiva arancelaria de Trump castiga a más de 40 países del mundo, incluidos aliados, y convierte al comercio en herramienta de presión política y económica.
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El gobierno de Donald Trump desató una nueva tormenta comercial. Desde el 7 de agosto pasado, Estados Unidos implementó un esquema de aranceles que afecta a varios países con tasas elevadas, mientras ofrece reducciones a otros de manera estratégica. El argumento oficial: corregir los déficits comerciales que, según Trump, amenazan la seguridad económica nacional.
Esta nueva ofensiva arancelaria no responde a una lógica única ni coherente, sino que, como coinciden los analistas Armando Mendoza y Norberto Barreto, es una política en evolución, cargada de intereses políticos, económicos y personales. "Yo creo que se ha ido transformando en el proceso", señala Barreto. "Al comienzo era una forma de nacionalismo económico, pero se ha convertido en una herramienta de chantaje político a nivel internacional".
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Para entender la magnitud del cambio, primero hay que saber qué es un arancel. Según el economista Armando Mendoza, los aranceles cumplen también un rol fiscal. "Las tarifas o aranceles no son otra cosa que un impuesto o una suerte de peaje", afirma. De esa manera, Trump busca compensar los ingresos fiscales perdidos por sus reformas tributarias favorables a las élites económicas.
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La guerra comercial de Trump no distingue aliados de adversarios
La decisión de imponer estos aranceles no solo afecta a rivales estratégicos de Estados Unidos, como China o Brasil, sino que también golpea a sus propios aliados. Países que históricamente han mantenido relaciones cercanas con Washington se ven ahora perjudicados por estas nuevas medidas. "Trump está peleando con todo el mundo", advierte Mendoza. En total, más de 40 países con déficit comercial frente a EE. UU. enfrentarán un nuevo arancel mínimo del 15 %, y 26 países verán tarifas superiores, como Brasil, que recibió un arancel total del 50 %.
El uso de los aranceles no se limita al terreno económico. Trump los convirtió en un arma de presión geopolítica. Es decir, una forma de influir en otros gobiernos a través de castigos comerciales. Según Mendoza, "hay casos como el de Brasil o la Unión Europea donde el mensaje es claro: si no me apoyas políticamente, te castigo económicamente". Esto se ha evidenciado en amenazas a Europa con retirarse de la OTAN si no hay concesiones comerciales, o con países como Canadá y México, también golpeados sin justificación técnica. Por ejemplo, Canadá enfrentará aranceles del 35 % sobre productos no exentos, mientras que México logró prorrogar por 90 días un arancel del 25 % tras una conversación directa con Trump.
Lo llamativo es que muchos de los países más afectados son aliados históricos de Estados Unidos. "Uno imaginaría que, si China es el rival estratégico, Trump reforzaría lazos con socios como Japón, Europa o India", señala Mendoza. "Pero lo que ha hecho es pelearse con todos. No hay lealtades. Ni siquiera Milei, que se decía su amigo, se ha salvado de las medidas". En el caso de la Unión Europea, se preveía un arancel del 30 %, pero tras una negociación exprés se aplicó un 15 %.
El uso de aranceles como arma geopolítica rompió las relaciones con aliados históricos. Según una encuesta citada por Barreto de Brookings, "Canadá y México estaban entre los países con peor imagen de Estados Unidos durante la era Trump". Y eso sin contar la tensión con Europa, Japón y la India. "Está debilitando su poder blando y usando el poder económico para bulear", resume el internacionalista.
Pero el efecto más grave podría estar dentro del propio sistema político estadounidense. "La anterior presidencia mantenía un balance entre los tres poderes, eso se acabó", advierte Barreto. Con una Corte Suprema dominada por jueces nombrados por Trump, su capacidad de maniobra es casi total. "Trump es lo peor que le puede haber pasado a Estados Unidos y al mundo", sentencia. Su visión del mundo, basada en un "imperialismo de garrote", amenaza con llevar a Estados Unidos a una decadencia aún mayor.
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Del libre comercio al desorden global: el impacto de la política arancelaria
El impacto de los nuevos aranceles no se limita solo a Estados Unidos. Hoy en día, casi todos los productos que consumimos —ropa, celulares, electrodomésticos, autos— se componen de piezas provenientes de distintos países. Funciona como una cadena en la que una parte se produce en un país, otra en otro, y todo se ensambla antes de llegar a las tiendas. Si un país como EE. UU. introduce obstáculos inesperados al comercio, como el aumento de impuestos a las importaciones, esa cadena se ve interrumpida o retrasada. El resultado es el encarecimiento de los productos, la reducción de inversiones empresariales y la creciente inestabilidad de la economía global.
Por otro lado, Trump modifica las reglas sin previo aviso. En ocasiones, anuncia aranceles y luego los cancela; en otras, los aumenta sin dar explicaciones. No hay fechas claras ni acuerdos establecidos. Esto genera desconfianza, ya que ningún país o empresa puede planificar a largo plazo si no sabe qué ocurrirá en el futuro. La incertidumbre impide que muchos gobiernos y empresas se arriesguen a invertir, lo que frena el crecimiento económico a nivel mundial.
Tratados rotos, aranceles en alza y un mundo sin reglas claras
Uno de los aspectos más preocupantes de la política comercial de Trump es su carácter unilateral. "Ya no existen tratados", sentencia Mendoza. "El sistema de gobernanza internacional que Estados Unidos construyó tras la Segunda Guerra Mundial ya no vale nada". Las decisiones de Trump han pasado por alto los compromisos multilaterales, rompiendo con la institucionalidad de organismos como la Organización Mundial del Comercio (OMC).
El escenario actual es el de un desorden global. Ni siquiera los aliados estratégicos como Canadá, Japón o la Unión Europea han escapado a las tarifas. La imposición de aranceles unilaterales, sin consulta ni negociación previa, representa una violación directa de los principios fundamentales de esos tratados.
Países como Perú, que cuentan con acuerdos de libre comercio en vigor desde hace más de dos décadas, han recibido nuevas tarifas sin notificación oficial ni diálogo diplomático. "Ni una reunión, ni una nota diplomática. Solo una imposición de facto", afirma Mendoza. El hecho de que se enteraran por los medios "es una muestra del nivel de improvisación y de desinstitucionalización de la política comercial estadounidense", concluye.




















