
La historia de Kim Ung-Yong, genio surcoreano que ingresó a la universidad a los 3 años, conquistó la NASA a los 8 y terminó dejando todo por su madre
Kim Ung-Yong, prodigio surcoreano con un IQ de 210, decidió alejarse del estrellato tras su paso por la NASA. A sus 63 años, es profesor en la Universidad Shinhan, priorizando la felicidad personal.
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Hoy en día, pocas biografías han despertado tanto interés y reflexión como la de Kim Ung-Yong. Nacido en 1962 en Corea del Sur, obtuvo reconocimiento global por su extraordinario coeficiente intelectual de 210, lo que le aseguró un lugar en el Récord Guinness. No obstante, su camino se apartó del recorrido típico de los niños prodigio, optando por una existencia discreta y alejada del protagonismo mediático.
Aunque colaboró durante casi diez años en proyectos científicos con la NASA y obtuvo un doctorado en física a los 16 años, Kim Ung-Yong decidió distanciarse de ese entorno para regresar a Corea del Sur, reencontrarse con su madre y adoptar un estilo de vida más modesto. En la actualidad, con 63 años, ejerce como profesor universitario en la Universidad Shinhan, permaneciendo fuera del foco mediático que marcó su juventud.
Un niño prodigio con un talento sin precedentes
Desde los primeros meses de vida, Kim Ung-Yong mostró un desarrollo cognitivo deslumbrante. A los seis meses ya hablaba con fluidez y antes de cumplir los tres años leía en coreano, inglés, japonés y alemán. A los cuatro resolvía cálculo diferencial e integral, lo que lo llevó a ingresar a la Universidad de Hanyang con apenas tres años.
Su caso se convirtió en un fenómeno internacional. Participó en programas televisivos en Japón y, a los ocho años, fue invitado por la NASA para colaborar en investigaciones científicas. Permaneció allí hasta los dieciséis años, época en la que completó su doctorado en física, según informó The Korea Herald.
Estas hazañas lo catapultaron a una fama temprana difícil de manejar. Su nombre apareció en el Récord Guinness como la persona con el coeficiente intelectual más alto registrado, lo que incrementó el interés mediático y académico sobre su figura.

Kim sigue siendo el alumno más joven que tuvo la universidad surcoreana Hanyang. Foto: X
Renuncia a la NASA y regresa a Corea del Sur
Pese a sus logros científicos, Kim Ung-Yong experimentó una profunda insatisfacción personal durante su tiempo en Estados Unidos. En entrevistas con The Korea Herald, confesó sentirse como “un mono de zoológico”, observado por todos, pero emocionalmente solo. “Vivía como una máquina: me despertaba, resolvía ecuaciones, comía, dormía. No sabía lo que estaba haciendo”, afirmó.
Lo que más anhelaba era regresar con su familia. Esa necesidad afectiva lo llevó a dejar la NASA y postularse en una universidad cercana a Seúl. Sin embargo, sus estudios realizados en el extranjero no fueron convalidados en Corea del Sur, por lo que tuvo que cursar nuevamente el sistema educativo local. Sin embargo, logró completar ese proceso en menos de un año.
Tras su decisión de volver, fue duramente criticado por sectores académicos y mediáticos, que interpretaron su regreso como un fracaso o retroceso. No obstante, él defendió su elección como un acto de cuidado emocional y autenticidad personal.
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Nueva etapa como profesional en la Universidad Shinhan
Con el tiempo, Kim Ung-Yong reconstruyó su camino profesional, esta vez enfocado en la docencia. Comenzó impartiendo clases en reconocidas instituciones como Yonsei, KAIST y Sunkyunkwan, hasta ser nombrado profesor a tiempo completo en la Universidad Shinhan, en la provincia de Gyeonggi.
Esta etapa representa una consolidación personal para él. Desde la enseñanza, Kim se dedica a formar nuevas generaciones bajo un enfoque humano y cercano, transmitiendo no solo conocimientos científicos, sino también una visión distinta del éxito. “Prefiero ser una persona feliz antes que un genio infeliz”, ha dicho en varias oportunidades.

Kim acepta haberse sentido como un "mono de laboratorio". Foto: X
Su historia ofrece una poderosa reflexión sobre los modelos de éxito convencionales y sobre cómo incluso una mente brillante puede optar por una vida modesta, si con ello encuentra paz y coherencia con sus valores personales.