El periodista y escritor Luis Jochamowitz, autor de Ciudadano Fujimori y Vladimiro: vida y tiempo de un corruptor, sobre el exdictador y su asesor, entre otros libros, reflexiona respecto a la partida de Alberto Fujimori, la despedida de parte de sus familiares, seguidores y el actual Gobierno; la memoria respecto a su régimen y vida política; y lo que queda del fujimorismo sin su fundador, y de los Fujimori.
—Usted compartió una reflexión sobre Alberto Fujimori y la mentira. ¿Cuán marcada tuvo esta característica?
—Yo diría que fue central: la mentira, el engaño o la falta de información, de varias formas.
—Y actos mucho más graves. Empero, tuvo despedida multitudinaria. ¿Cómo lo explica?
—Cuando se murió Juan Velasco, también fue multitudinario y un periodista zahorí, Manuel D’Ornellas, dijo que el pueblo peruano era necrofílico: ante la muerte, se conmueve. Tal vez sea eso. Y hay otras razones, no hay que negar a Fujimori su importancia. Fui crítico, pero no tengo dificultad en recordar algunos hechos de su gobierno.
—¿Cuáles principalmente?
—Muchos. El principal, y quizá el que más mueve a la gente, es que él personalmente se ocupaba de casi todo. Si se debía repartir una frazada en Huánuco, él personalmente lo hacía. Volaba en helicóptero esa mañana y al mediodía estaba allí con su frazada y la repartía. Esos son hechos inolvidables para mucha gente. Los que recibieron esa frazada ya no lo olvidan.
—¿Eso surge de él o es algo maquinado por una asesoría?
—Eso lo leyó. Él leía a un autor, William Deming, quien hablaba de la microgerencia, que es decir: no delegues, hazlo tú mismo, si quieres que te recuerden.
—Es cosecha de Fujimori...
—Él tenía sus características muy marcadas. Recuerdo un video en que está él con una tijera y un sobre manila, recortándolo para volverlo a usar o darle dos vidas, unos 5 minutos. Le encantaba sacar el jugo a la materia.
—Usted ha recordado algo que 24 años después varios han olvidado, que Fujimori tenía un alma gemela: Vladimiro Montesinos. Se hablaba del fujimontesinismo, ahora se usa poco...
—En realidad, eran siameses. Es una palabra muy larga y complicada: fujimontesinismo.
—¿Cuánto era Fujimori y cuánto era Montesinos? ¿Eran muy parecidos o muy diferentes? ¿Cómo surge esa simbiosis?
—Habría que observarlo, pero ninguno de los dos ha dicho nada. Guardan el silencio de su relación porque es muy comprometedor. Prefieren no decir nada porque sería incriminarse. Lo que sabemos es que 10 años vivieron juntos prácticamente.
—Cuando cae, tras el vladivideo hace 24 años, a Montesinos le achacan todos los males.
—Como el chivo expiatorio. Pero eran los dos. El jefe era Fujimori, no me cabe duda. Y Fujimori lo dejaba hacer. Se haría el desentendido, pero no podía ignorar determinadas cosas, como que había un tráfico de dinero enorme hacia el SIN (Servicio de Inteligencia Nacional).
—Y Montesinos al principio empieza a echar a Fujimori y hasta involucra a Keiko por el pago de sus estudios, pero luego calla y el tiempo ha hecho que mucho se haya olvidado...
—Han pasado demasiados años y hechos. Desde luego, el tiempo siempre produce ese efecto, que la gente se olvide.
—Ahora, ¿el fujimorismo se fortalece o se debilita con la muerte de Alberto Fujimori?
——Se fortalece en el corto plazo: hablan maravillas, lo llaman el mejor presidente… Después se irá debilitando a menos que tenga una dinastía, deje una herencia, deje algunos buenos administradores. Keiko no ha demostrado serlo hasta ahora.
—Ha perdido ya tres veces a punto de ganar, con la Presidencia en la puerta del horno...
—Está en capilla, pero en política nada es definitivo. Puede ocurrir lo que nos parecía imposible. Y aparece otro heredero, que es Kenji.
—En el entierro, muchos gritaron ¡Kenji presidente! Antes, en la misa, también a Keiko le dijeron presidenta, pero menos…
—Es que Keiko es la mancha: se portó mal con su hermano, con todo el mundo, hasta con su padre. Kenji, en cambio, era callado, estaba dispuesto a hacer cualquier concesión, entenderse con Pedro Pablo Kuczynski y sacar al padre. Entonces, eso lo deja a él en una mejor posición.
—Si en el corto plazo se fortalece el fujimorismo, ¿subiría un poco Keiko en encuestas?
—En el muy corto plazo. Seguramente, va a subir, pero esperemos dos, tres meses o en las elecciones a ver cuántos lo recuerdan como ahora se hace.
—Fujimori salió indultado, pero luego dijo que iba a ser el candidato a la Presidencia, celebrado por Keiko a pesar de su edad y a que ellos habían dicho que estaba muy mal de salud.
—Son indestructibles. Escuché el discurso de Keiko en Huachipa. Increíbles algunas cosas. Era una mezcla de política y muerte. Keiko dijo que hace poco tiempo fueron y él dijo: ‘Quiero que me entierren acá cerca de Susana, pero no juntos’, como diciendo ‘nos hemos acercado, pero no tanto tampoco’.
—Se ha cuestionado el uso político hecho a las honras de Fujimori en el Gran Teatro Nacional y en el cementerio, que parecía una campaña, al son de ‘El ritmo del Chino’, llamando a la unidad y con promesas de construir un mejor futuro...
—Era una mezcla de muerte y política. Bien desconcertante. Pensé: ¡qué mal gusto! Después pensé: no hay solución, así somos los peruanos o así son ellos.
—¿Lo considera un uso válido o es ya un exceso de cálculo de parte del fujimorismo?
—Me parece un mal gusto, horrible. Uno esperaría que la muerte sea cerrada y un luto personal o familiar y nada más, no vas a estar sacando réditos de allí para dentro de unos años.
—La anunciada candidatura presidencial de Alberto Fujimori ¿tenía también algo de este cálculo, este aprovechamiento?
—Quien lo anunció sabía que Fujimori tenía un cáncer avanzando y no iba a llegar a las elecciones con salud entera. Creo que su hija lo sabía, pero a pesar de eso lo anunció como quien dice: vamos a ver, nos jugamos huachito y a ver si nos liga.
—El médico dijo que Fujimori quería probar el tratamiento. Keiko dijo que lo hizo pese al riesgo porque quería servir al Perú.
—En su ambición, son indestructibles. Ahora ha dejado una dinastía que es otra forma de eternidad, ¿no? No gobiernas tú mismo, pero gobiernan tus hijos, o sea, tus genes. Eso es muy oriental. En el Perú que yo recuerde no ha habido dinastía.
—Cuando explotó la podredumbre en el 2000 y el fujimorismo luego quedó con tres congresistas, parecía el fin, pero ha crecido, tiene escuela y hay jóvenes fujimoristas que no han vivido el pasado, pero que tienen el discurso de que fue el presidente que salvó al país.
—Es asombroso, esas cosas a mí me parecen asombrosas. Debe de ser porque he vivido otra época y me parece casi inconcebible… Gente que no conoció nada de los noventa puede creer todo lo que le digan.
—¿Un legado de Fujimori es la impunidad? Nunca reconoció crímenes que algunos simpatizantes justifican por la guerra contra la subversión, y consiguió un indulto irregular, siendo que su sentencia fue vista como ejemplo del Perú al mundo. ¿Qué queda?
— Nunca quiso reconocer crímenes. Es una figura enormemente controvertida. Yo que he sido un opositor toda la vida, no puedo negar que Fujimori ha sido uno de los presidentes más decisivos que hemos tenido en el siglo XX. Quizás sea comparable solo con Leguía en los veinte o con Velasco en los setenta. No estoy diciendo que era mejor o peor, estoy mencionando antecedentes nada más. Los otros presidentes pasan como agua tibia al lado de ellos que han transformado el país para bien o mal.
—¿Qué le pareció el reconocimiento que le que le hizo el Gobierno de la Dina Boluarte?
—Era tan simbólico. Eso delata por qué lado estás, más que una votación en el Congreso. Darle tres días de honras fúnebres, bandera a media asta... Por lo menos se dejan de hipocresías y se forman ante el ilustre que despiden. Es el que les ha dado todo. Es la base del régimen actual. Somos herederos de esos años. Sin él seríamos incomprensibles. El Perú cambió.
—¿Qué será lo más difícil de superar del legado de Fujimori?
—Recrear la buena fe: del juez, de la república peruana para con sus propios ciudadanos... Lo que les debemos a los ciudadanos peruanos. Después de Fujimori, es muy difícil creer en la verdad. Un personaje que ha hecho del doblez regla… En realidad, parte de la responsabilidad es de los peruanos. Fujimori era como un espejo en el que nos veíamos y veíamos lo que queríamos: si queríamos ver a chino honrado, allí estaba; si queríamos ver al tramposo, allí estaba. Era como un espejo vacío en el que nos proyectábamos infinitamente. De hecho, durante 30 años, nos hemos proyectado en él, en ese espejo. Eso lo sabía Fujimori. Y con gran habilidad sonreía. Antes era muy seco, me refiero a la época de la Universidad La Molina, era famoso por ser seco, no sonreír nunca, pero cuando comenzó a hacer política universitaria al principio, comenzó a sonreír y se dio cuenta de que ese era un mecanismo para convencer a multitudes. Y en 1990, en las elecciones , ganó porque Mario Vargas Llosa cometió grandes errores, pero a Fujimori se le recordó con una sonrisa, diciendo: “Yo no tengo nada que ver, yo soy nuevo”. Y era verdad, era nuevo. Luego, vino lo demás.
—¿Cómo ve las siguientes elecciones respecto del fujimorismo? ¿Keiko tiene chance o debería ser Kenji?
—Sobre Keiko, si yo fuera del interior del Perú donde dijeron que era fraude y mi voto no valía, estaría furioso contra el fujimorismo.
—¿Y Kenji tiene chance?
—Es bien elemental Kenji. Quizá eso sea un punto a favor lamentablemente.
—¿Qué deben hacer las siguientes generaciones respecto del tema Fujimori?
—Lo ideal sería dejarlo en paz. Cuando escribí mi libro, pensé: “Lo publico y se acabó”. No, él nos ha perseguido. Estos días se habla porque se ha muerto, pero si vuelven a lanzar candidatura, volvemos. Los psiquiatras hablan de ecolalia: cuando repiten y repiten una palabra. Un poco la política peruana es ecolálica. No pasamos página, seguimos repitiendo los mismos fenómenos, mismos procesos…
—Y así no avanzamos.
—Porque no solucionamos, no avanzamos. Si le pusiéramos el sello de cancelado, simplemente ya quedó atrás. No cancelamos porque no solucionamos.
—La solución para ellos, según el discurso de Keiko y que materializa bien al fujimorismo, es ‘déjense de odios irracionales’. Es el sello que quieren.
—No está mal dejar de odiar. Cancélalo, olvídalo, termínalo, pero soluciónalo.
—¿Es necesaria la justicia o se la puede pasar por alto?
—No puede haber olvido sin justicia, ese es el problema; por eso, no cerramos la página, porque no hay justicia. Si hubiera justicia, por impulso propio, la gente se olvidaría de Fujimori e iría a ver cuál es nuestro futuro. Nos convendría discutir eso, qué tenemos que hacer en el futuro.
—¿Era factible un Fujimori que acepte su responsabilidad, se haya arrepentido y pedido perdón?
—Los hechos han demostrado que no.
—¿Por cobardía o por mantener un mito?
—Habría que entrar en su mente. Tal vez a sus hijos les dijo: me arrepiento de tal y cual. Por ejemplo: me arrepiento de haberme asociado con Montesinos, debí buscar la mejor gente. No lo dijo. Él buscó la peor. ¿Por qué? Porque le convenía. Igual con los derechos humanos. Además, allí había reparaciones económicas. Él no quería pagar ni un centavo. Y no pagó.