José Alejandro Godoy: “La vida de Alberto Fujimori está llena de faltas a la verdad, desde su fecha de nacimiento”
El politólogo que más ha estudiado al exdictador y a su familia en los últimos años esboza un perfil de su estilo en el poder y sus omisiones.
Tomará años hacer un balance detallado de lo que fue el paso de Alberto Fujimori por la política nacional, uno que incluya los delitos por los que fue sentenciado, sus faltas, los personajes a los que dio la espalda y a los que empoderó, su manera de entender la gestión del Estado, y sus aciertos. En esta breve conversación, José Alejandro Godoy, el académico que más ha investigado al exdictador y a su familia en los últimos tiempos, esboza un perfil del personaje que irrumpió en el escenario político a inicios de los 90 y trató de perpetuarse en el poder a inicios de este siglo.
El jueves, Santiago Roncagliolo publicaba una columna en El País y esbozaba una idea de lo que es la herencia de Fujimori. Te la voy a leer. “Fujimori inventó la dictadura del siglo XXI. La nueva fórmula era civil y electoral. Hoy en día, gobernantes tan diversos como Bukele, Maduro o Putin emplean estrategias similares”. ¿Piensas igual que él?
Coincido. Fujimori inaugura a nivel latinoamericano y hasta cierto punto global, esta era de lo que Stephen Levitsky y Lucan Way llaman autoritarismo competitivo. Es decir, regímenes civiles donde hay elecciones, pero donde la competencia es desigual y donde hay violaciones frecuentes a los derechos fundamentales, que es un poco lo que ellos conceptúan como este tipo de régimen híbrido. Y en efecto, los ejemplos que Santiago muestra, que son los de Bukele, los de Putin, Maduro, añadiría a Daniel Ortega a la lista, son efectivamente los que se producen en ese ámbito.
Se va a hablar durante varias semanas sobre lo que deja Fujimori, su estilo, el legado, la herencia. En términos estrictamente electorales, ¿quién debería heredar todo esto que deja Fujimori? ¿La hija que supo crear una marca o el hijo que era el más cercano a él?
El problema es que el hijo que era cercano a él tiene una sentencia que lo inhabilita para ocupar cargos públicos. Por lo tanto, por ahora el hijo no va a ser. Va a ser ella. Además, hay una cosa, aunque en los últimos meses el fujimorismo jugó con esta carta de que Alberto Fujimori podía ser candidato —pese a que muchos alertábamos de que no iba a poder serlo, primero, por cuestiones legales y, segundo, por cuestiones básicamente de edad y de salud—, Keiko Fujimori siguió siendo la persona que dirigía los destinos del fujimorismo. Es ella quien presentó el video en el que Alberto Fujimori firma su inscripción al partido. Todo esto pese a que la familia Fujimori ya sabía que el patriarca del clan tenía un problema serio de salud por una complicación oncológica. Entonces, creo que es ella la que finalmente toma y ha seguido tomando las decisiones de Fuerza Popular. No hubo en ningún momento una suerte de coliderazgo, ni siquiera en los meses en que Fujimori gozó de libertad de forma irregular. Por tanto, es ella la que controla el Comité Ejecutivo Nacional. No había albertistas dentro de ese comité. De hecho, si miramos a los dos congresistas más cercanos a Alberto Fujimori, los hermanos Cordero Jon Tay, una ya no está en el Congreso y el otro ya no está en la Fuerza Popular.
Durante años, Keiko Fujimori trató de hacernos entender que Fuerza Popular no bebía del estilo de los noventa, que ella no era su padre. Y, sin embargo, en estos meses apareció junto a él, inscribiéndolo en Fuerza Popular. ¿Qué ganaba ella con eso?
El voto duro albertista. ¿Cuál es la idea que tiene Keiko Fujimori? “Con el voto duro que yo tengo y el que me va a endosar mi padre, yo paso a la segunda vuelta de todas maneras en el 2026, porque, dentro de los pequeños grupos que hay en la política peruana, yo soy el más sólido”. Creo que ese es el cálculo. Ahora, claro, eso tiene ciertas limitaciones. Una primera limitación es que ese razonamiento es básicamente para consumo fujimorista. Una segunda limitación, y ya lo estamos viendo en las imágenes que tenemos de las exequias de Fujimori, es que no son tan concurridas. Estamos dentro del promedio que vimos en las exequias de García, que eran básicamente dirigidas a partidarios, pero no fueron un gran movimiento de despedida al expresidente. Y en este caso, con nuestro último dictador, está pasando exactamente lo mismo. La gente está haciendo su vida completamente normal, más allá de los tres días de duelo nacional otorgados por la señora presidenta.
Ahora, ¿hay la posibilidad de que surja un heredero del estilo Fujimori que no lleve su apellido?
No.
¿Así de categórico?
No lo hay.
Ahora, hablemos un poco de la personalidad de Fujimori que tú has investigado. ¿Cuánto quedaba del líder que llegó al poder con el apoyo de la izquierda y de un grupo de la Iglesia evangélica cuando él, muchos años después, decidió renunciar por fax para escapar del brazo de la justicia?
Bueno, también llegó con el apoyo del Apra, no lo olvides. Yo creo que sí quedaba mucho. Luis Jochamowitz, en su momento, cuando escribió Ciudadano Fujimori, tuvo razón al mencionar y al decir que el estilo de gobernar de Alberto Fujimori era algo que venía de antes, cuando fue rector en la Agraria, esa idea de la maniobra política para obtener apoyos iniciales y luego desprenderse de ellos. Porque él ganó la rectoría de la Agraria con el apoyo de los albaneses. Para ubicar a los lectores más jóvenes: en la década de 1980, la izquierda, que era un archipiélago, venía por corrientes de distintos lados. Estaban los pro Unión Soviética, los pro China Popular, los pro Fidel Castro, los pro Teología de la Liberación, y había algunos que veían con simpatía al régimen de Enver Hoxha en Albania. Entonces, un grupo de estos albaneses, bien posicionados en la Agraria, en el cuerpo docente, obtiene los votos que Fujimori necesitaba para ganar. Pero una vez que él gana, se distancia de los albaneses y comienza a gobernar en forma superpopulista, con un Fujimori que atiende mucho las demandas de un sector de docentes y de un sector de alumnos, que interviene como una suerte de showman en todos los almuerzos de fin de año, regalando cosas. Alguien muy vertical, además, en su trato. Entonces, ese tipo de personaje luego se potencia a la ene cuando pasa de ser rector de una universidad pública a ser el presidente de la República del Perú.
Lo que me estás diciendo es, más allá de los cambios y de los socios que va adquiriendo, lo que se mantiene en su perfil es la traición.
Bueno, es que, en realidad, la vida de Alberto Fujimori está llena de faltas a la verdad, desde su fecha de nacimiento. Cosa que no es responsabilidad de él, cosa que es responsabilidad paterna y que se explica por el clima de xenofobia previa a la Segunda Guerra Mundial, contra los migrantes japoneses, que hacen que el padre lo inscriba tanto en el registro peruano como en el registro japonés, pero lo inscriba con dos fechas distintas, el registro japonés con la real y el registro peruano con la fecha de la fiesta patria.
A Alberto Fujimori, sus seguidores lo han pintado como un líder valiente, pero hay un momento clave que desmiente todo aquello, que es cuando él postula vergonzosamente al Senado japonés para escapar de la justicia. ¿Por qué ese hecho no ha calado en la población? ¿Por qué esa cosa no ha hecho que se vea de otra manera a Fujimori?
Lo que pasa es que Fujimori fue construyendo esta idea de líder valiente, de estar donde las papas queman, porque, claro, tenía los medios controlados y, además, en ese momento, entre los 50 y 60 años, en la vitalidad de sus funciones, él podía ir a inaugurar un colegio en la mañana, y estar presente en el fenómeno de El Niño del 97-98 en Piura, con las botas puestas, por la tarde. Pero, veamos, en efecto, ser candidato al Senado japonés para tratar de escapar de un proceso de extradición es probablemente una de sus mayores ignominias, pero no fue la única. El 30 de noviembre de 1992, cuando Jaime Salinas Sedó y otros militares intentan hacer una suerte de restauración democrática, luego del golpe del 5 de abril, Fujimori se va a ocultar a la Embajada de Japón, y quienes conjuran un poco las cosas son Montesinos y Hermoza. Otro acto de cobardía se dio en 1990, cuando no quiso presentar su gobierno y mandó a su esposa a decir que se había intoxicado por comer bacalao.
La politóloga Paula Távara habla sobre los efectos del manejo económico de su gobierno. Ella dice que Fujimori practicó una doctrina que “favorece a las élites, alienta la desigualdad y desarma el tejido social”. ¿Qué piensas sobre esa afirmación?
A ver, yo tengo un balance un poquito más mixto. O sea, las reformas de mercado sí son importantes, creo que el cambio de matriz económica sí fue importante, y ciertos fundamentos macroeconómicos que se consiguieron en los 90 ayudaron a que luego, en democracia, tengamos mucho más crecimiento económico del que tuvimos en los 90. Pero al mismo tiempo, creo que Paula Távara da en el blanco, sobre la forma en cómo se hizo esa reforma económica, con un costo social muy alto, con instituciones que no necesariamente eran fortalecidas, y con la idea, en el fondo, de una suerte de sálvese quien pueda. ¿Por qué? Porque no rige la idea de que el Estado tiene que, de alguna u otra manera, nivelar la cancha, sino que, y aquí apelo un poco a las ideas que tenía Robert Nozick, un importante filósofo del derecho. Él decía que para que haya un mercado que funcione tiene que haber un cierto grado de desigualdad, y creo que esas mismas ideas estaban teñidas, no necesariamente en Fujimori, que era más bien un pragmático, pero sí en buena parte de su equipo. ❖