¡Lo que hubiera mejorado el mundo si les contábamos a los televidentes que Beto y Enrique no eran solo amigos!,Enrique y Beto acaban de salir del clóset de Barrio Sésamo vía uno de los guionistas (el otro es homofóbico) que les dio vida. Mis amigas bebitas cuarentonas andan locas de gozo, yo incluida. Sí, es un alivio que a esa pareja de divertidos muñecos que parecían esposos con los que crecimos finalmente les haya sido concedido el derecho a la visibilidad. Pero no puedo evitar pensar que fuera de las pantallas, en la cruda realidad, durante todas las décadas en que Enrique y Beto nos divertían, protegidos por su mundo de cartón piedra y colorinches, de vampiros que te enseñan a contar y pájaros gigantes, había muchas otras parejas, a veces igual de evidentes, para los que también era imposible asumirse como eran. Porque en su caso se jugaban la vida. ¡Lo que hubiera mejorado el mundo si les contábamos a los televidentes que Beto y Enrique no eran solo amigos! Si dejábamos de contarles a los niños la mentira de que lo heterosexual es lo normal, eso que se presume y se da por obvio; si hubiéramos tenido referentes más diversos, si les hubiéramos dicho la verdad sobre Clara y Heidi, sobre Cagney y Lacey, sobre... Hoy, que en casi cada serie que ve mi hija hay por lo menos un adolescente gay, una niña trans o una pareja no normativa, me deja un sabor agridulce recordar aquellos lejanos tiempos de Xena, la princesa guerrera, cuando para que Xena y Gabrielle, esa pareja de hecho, se besaran, había que hacer que un hombre se metiera en el cuerpo de Xena y así, con un truco de la cámara, justo en el momento culminante del beso, viéramos solo a Gabrielle siendo besada por un fortachón más. Aunque hay cosas que se disimulan menos que hace veinte años, la vida real todavía no es Netflix para miles de personas sin igualdad de derechos, víctimas del odio, de los ataques homofóbicos y del acoso de los fanáticos religiosos en el Perú. Hoy, que Enrique ama abiertamente a Beto y Beto a Enrique, me pregunto si seremos capaces, finalmente, de educar a nuestros hijos en el amor. No el de algunos, el de todos.