El presidente del Congreso desprestigia a la institución.,Luis Galarreta sigue desprestigiando al congreso que preside al transformar su mortificación por las críticas a la transparencia, conveniencia y oportunidad de las compras en el parlamento, así como a los graves conflictos de interés no resueltos, en ataques a la prensa que se ocupa de estos temas, y le ha conferido a esta modesta columna el enorme privilegio de ser el centro de sus iras. En ese sentido, le debo agradecer profundamente a Galarreta por su lectura entusiasta de este humilde espacio, llegando hasta a paporretear columnas pasadas, algo infrecuente en la política peruana, donde es evidente que ya casi nadie lee nada. Galarreta me acusa sin fundamento de corrupción por recibir dinero de Odebrecht, al igual que algunos integrantes de su partido Fuerza Popular como Úrsula Letona el día de ayer. La donación de Odebrecht, junto con las de otras instituciones y empresas, para financiar el premio nacional de periodismo, se produjo cuando no se habían destapado los casos de corrupción de esta compañía; de manera rigurosamente transparente; y sin que ni un centavo fuera para ningún directivo del Ipys que tengo el honor de presidir desde 2012. Todo fue sometido a una auditoría que concluyó en la limpieza del proceso. Y fui a informarlo, hace más de un año, a la comisión lava jato. Galarreta sabe que miente, algo que no le puedo agradecer pues así avergüenza a una institución clave para la democracia. Asimismo, Galarreta me atribuye integrar una prensa mermelera adicta a la publicidad estatal. Yo critico el proyecto para prohibirla en medios privados por principio, porque creo que es una amenaza a la libertad de prensa, no por interés alguno vinculado a esos ingresos, que no recibo. Si Galarreta está tan seguro de sus agravios, debería denunciarme ante la justicia, lo cual yo le agradecería mucho pues permitiría desnudar la cobardía de su comportamiento. Él miente e insulta con descaro y sin pensar en la consecuencia porque goza de una inmunidad parlamentaria que utiliza para garantizar su impunidad. El problema de Galarreta, que he desarrollado en esta columna por sus amenazas y chantajes, es por la convicción de que se trata de un sujeto sin ninguna convicción por la libertad de expresión y por su vocación por amedrentar a la prensa para evitar la crítica que aborrece por el autoritarismo que exhibe cotidianamente. Ser criticado de manera violenta por alguien así, constituye una condecoración seguramente inmerecida pero que, sin duda, le agradezco. Gracias, señor Galarreta, muchas gracias.