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¿Cómo es el difícil entrenamiento de los monjes shaolin y en qué consiste la exigente prueba final?

En esta respetable disciplina, los aspirantes deben prepararse por más de diez años para demostrar si son dignos de convertirse en los guerreros más comprometidos en China.

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Los aspirantes a monjes shaolin deben pasar por una compleja preparación de una década. Foto: composición LR/BBC

En China, convertirse en un monje shaolin es sinónimo de respeto y admiración. Sin embargo, para que estos hombres sean considerados como los guerreros más comprometidos, deben enfrentar una compleja prueba física y espiritual para continuar con esta milenaria tradición china.

Quienes deseen ser uno de ellos, deben renunciar por completo a la vida que alguna vez tuvieron y aprender esta disciplina mudándose al Monasterio Shaolin, cuna del kung-fu. Allí, convivirán con los mejores monjes, quienes guiarán a las nuevas generaciones durante 10 años.

Los monjes shaolin deben ejercitar su mente, físico y espíritu. Foto: BBC WORLD SERVICE

La prueba final

Tras su largo proceso de aprendizaje, los aspirantes deben demostrar los conocimientos adquiridos ante un panel de ancianos expertos, quienes los evaluarán sobre sus saberes en torno al budismo, la meditación y el kung-fu.

En 2019, la BBC acompañó a Yandian, hombre que, luego de 11 años de preparación, demostraría si era digno de ser un monje shaolin. Es así que, en su primera prueba, debía completar el complejo truco del “palo de mono”, donde tienen que usar un palo para pelear, saltar o trepar por el lugar.

Tras un tenso momento, el muchacho logró cumplir con su objetivo dándole un final de broche oro: puso sus pies sobre el palo, se mantuvo inclinado y con mucho equilibrio, lo cogió con sus manos antes de que toque el suelo.

Pero, este no es el único desafío, ya que luego de ello, los aprendices deben recitar un pasaje de las escrituras budistas de memoria. Los examinadores pueden elegir cualquiera de los mantras al azar, por lo que los postulantes deben memorizar todas sus 200 páginas.

Quien complete estas complejas pruebas, pasará el resto de su vida entrenando, estudiando, meditando y buscando perfeccionar su camino hacia la fe. Mientras que, quienes no lo consignan, deberán esperar otros tres años más para volver a intentarlo.