Jennifer Crecente, quien fue asesinada en 2006 a los 18 años por su novio, se convirtió en el centro de una controversia cuando un usuario de la plataforma Character.AI creó un bot que utilizaba su nombre e imagen. La familia, al enterarse de la situación, ha denunciado la falta de ética en el uso de la inteligencia artificial.
El bot fue eliminado tras la denuncia pública, pero la indignación persiste, evidenciando la necesidad de establecer barreras de privacidad más efectivas en el uso de este chatbot IA.
La historia de Jennifer Crecente es un recordatorio de los peligros que puede acarrear el uso irresponsable de la inteligencia artificial. Su asesinato a manos de Justin Crabbe dejó una profunda huella en su familia y en la comunidad. Sin embargo, el reciente uso de su imagen para crear un bot ha reabierto viejas heridas y ha generado un debate sobre la ética en la tecnología.
Jennifer Crecente fue asesinada en manos de su novio. Foto: La Razón
El padre de Jennifer, Drew Crecente, se enteró de la existencia del bot a través de una alerta de Google. La indignación de la familia se hizo evidente cuando el tío de la víctima, Brian Crecente, utilizó su plataforma en X para expresar su descontento. En su publicación, Brian calificó la situación como "jodidamente asquerosa" y pidió a la comunidad que ayudara a detener este tipo de prácticas. Su mensaje resonó en las redes sociales, generando un amplio apoyo y solidaridad.
Ante la presión pública, Character.AI eliminó el bot y se disculpó, afirmando que la creación de dicho bot violaba sus políticas. Sin embargo, la familia de Jennifer sostiene que el daño ya estaba hecho. La situación plantea interrogantes sobre la responsabilidad de las empresas tecnológicas en la protección de la privacidad de las personas, especialmente de aquellas que ya no están con nosotros.