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Christian Zurita: “Fui el ciudadano más protegido del Ecuador”

El periodista ecuatoriano relata los acontecimientos que le tocó vivir como candidato a la presidencia de Ecuador en reemplazo de su fallecido amigo Fernando Villavicencio.

larepublica.pe
Christian Zurita. Foto: difusión

Es la noche del 17 de agosto de 2023 en Quito. Christian Zurita cierra con un mitin la fugaz campaña electoral en la que se ha involucrado tras el asesinato de su amigo Fernando Villavicencio, candidato presidencial del Movimiento Construye. Es un acto en el que destacan los chalecos antibalas que llevan todas las personas que se suben al estrado junto con Zurita. Todos le piden que gane los comicios. Hasta que una mujer se le acerca y se hace el silencio. “Soy Gloria Valencia, madre de Fernando Villavicencio. Y esta noche quiero decirle a Christian que tome el legado de mi hijo, que su muerte sea el motivo de su lucha”, exclama. Zurita agradece, en silencio. Su carrera y su lealtad lo han puesto en ese lugar. La política lo ha acogido, tantos años después de perseguir la corrupción como periodista de investigación. Pero él sabe que aquello es momentáneo. Pronto volverá a observar las cosas con ojos de reportero, para entender al Ecuador, su país, un territorio superado por la violencia y el crimen.

—¿Usted acompañaba al señor Fernando Villavicencio cuando fue asesinado en agosto del año pasado?

—Sí, estuve presente. No solía acompañarlo constantemente, pero aquel día teníamos algunos temas relacionados con la agenda de la campaña, que yo manejaba. Y suponía que luego de terminado el mitin tendríamos que hacer algunas cosas, pero, bueno…

—¿Cómo llegaron a ser amigos? Entiendo que hubo una relación de fuente y periodista.

—Nos conocimos en la universidad. Allí hubo una relación de camaradería que se va generando por la amistad que uno construye cuando es estudiante. Luego él pasó a trabajar a la Asamblea Nacional, donde tenía información por demás importante; él pedía información estratégica para que se haga pública, y de allí se fue entablando una relación de larga data. Inicialmente sirvió como fuente informativa y luego él hizo su propia eclosión en el periodismo.

La votación. El 20 de agosto de 2023, Zurita acudió a votar rodeado de policías y militares. Vestía chaleco antibalas y casco de kevlar. Delante de él se colocó en todo momento una cortina blindada. Foto: difusión

—Es verdad. Llegaron a coescribir un libro.

—Dos libros (Arroz verde, la industria del soborno, que denunciaba el financiamiento ilegal de las campañas electorales del partido Alianza País, que llevó al poder a Rafael Correa, y El discreto encanto de la revolución ciudadana).

—Hasta el 9 de agosto de 2023, cuando fue asesinado, ¿cuántas amenazas recibió el señor Villavicencio durante la campaña?

—Había una amenaza muy clara que venía de ‘Los Choneros’, un grupo criminal. Diez días antes del crimen de Fernando había sido asesinado el alcalde de Manta, que bien puede decirse que es la capital del narco en Ecuador. Y un crimen en Manta bien puede romper el tablero de lo que sucede nacionalmente. Al ser un espacio donde los grupos criminales se encuentran para sus acuerdos, es difícil pensar que haya un crimen de esta enorme naturaleza sin una coordinación. A partir de la muerte del alcalde se conoció de una amenaza que venía de estos grupos, que llegaba a personas de la avanzada o al equipo de campaña de Fernando. De otros había recibido afirmaciones que se dan en torno a la fogosidad de la campaña. Y aparte, en marzo del año pasado, cuando él todavía era asambleísta, denunció que otros asambleístas planificaban un atentado contra él. No puedo determinar cuántas amenazas había recibido. Era un hombre enjuiciado por nueve causas distintas, por las investigaciones y denuncias que hacía, yo compartía con él dos de esas causas, que aún mantengo. Es de suponerse que vivía bajo constante amenaza.

—¿Le tomó mucho tiempo decidir que usted lo reemplazaría en la campaña?

—No había forma de tomarse un tiempo para decidir un tema de esa naturaleza. Eso empezó a constituirse luego del entierro de Fernando. Él fue asesinado el miércoles 9 de agosto y a partir del sábado 12 tuve que decidir sobre eso en unas pocas horas. No me costó mucho, pesó un principio de lealtad.

—Cuando usted empezó la campaña, que fue muy breve (las elecciones presidenciales en Ecuador fueron el 20 de agosto), ¿qué tipo de seguridad le asignaron?

La de un candidato a la presidencia en alto riesgo. En ese momento debí haber sido el ciudadano más protegido del Ecuador.

—De allí vienen las fotos con el chaleco antibalas y el casco de kevlar.

—Era una cápsula de cuatro anillos de seguridad. Eso se prolongó durante la campaña. Y luego de ella, tuve medidas cautelares emitidas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y por eso la cápsula se mantiene ahora casi en las mismas condiciones que las de la campaña.

—¿Ahora mismo tiene esa seguridad?

—Por supuesto. Mi casa está cubierta por 16 policías. Las condiciones no han cambiado. Yo tengo una posición clara sobre estos temas. Quizá las cosas cambien un poco cuando se haga un nuevo análisis de riesgo de mi seguridad.

—¿Recibió amenazas el breve tiempo que fue candidato?

—No puedo responder eso. Yo no era dueño de mi vida ni de mi teléfono.

—¿Qué tanto han avanzado las investigaciones sobre el crimen del señor Villavicencio a nivel legal?

Creo que hay importantes hallazgos. Desde el punto de vista de los autores materiales, se ha identificado al 75% de la red que participó en el crimen. De esa red hay vasos comunicantes que llevan y denotan los acuerdos con el grupo denominado ‘Los Lobos’. Y a partir de la tercera semana de diciembre, cuando la fiscal general de Ecuador dio a conocer detalles de la operación denominada Metástasis (que confirma cómo el narcotráfico extendió sus tentáculos en instancias judiciales y políticas), aparecen nuevas líneas que involucrarían a personajes políticos ya en el ámbito intelectual del crimen.

—¿Qué tipo de relación tiene usted con el grupo parlamentario que fue elegido con el señor Villavicencio? Entiendo que son la segunda fuerza más importante en el Congreso.

—Es una interacción amigable. Si hay alguna información a la cual requiero acceder, pues no dudo en acudir a ellos. Pero no soy parte de la toma de decisiones del bloque legislativo. No soy parte de las planificaciones que hacen. Yo no dirijo el bloque legislativo bajo ninguna circunstancia. No manejo ni dirijo absolutamente nada.

Candidatos. Fernando Villavicencio (a la derecha) conoció a Christian Zurita en la universidad y luego trabajaron juntos en diferentes proyectos periodísticos. Zurita lo reemplazó como candidato cuando Villavicencio fue asesinado. Foto: difusión

—Desde fuera, todos vemos como casos aislados los hechos en Ecuador: el asesinato del señor Villavicencio, las intervenciones en las cárceles por el Ejército, el caso Metástasis que encabeza la fiscalía, y la violencia de la semana pasada. Sin embargo, todo está conectado y deberíamos entender que son parte del mismo problema.

—Sí, todo viene de la misma cuerda. Pero, ojo, a los ecuatorianos también les cuesta entender que no son hechos aislados, sino que son parte de un mismo proceso y complejidad. Así hay que entenderlo. Y, además, hay un antes y después del asesinato de Fernando, donde las acciones de violencia se han ido consolidando, al punto del estallido que tuvimos el martes pasado. Es más, yo creo que hubo un acuerdo entre las cabezas de los grupos de delincuencia organizada para provocar este caos que tenía las cualidades y formas de un paro armado.

—Como si fuera un grupo terrorista.

—Claro. Parecía un paro armado que detuvo en pocas horas el país. Empezó a generarse a la una de la tarde y a las tres y media o cuatro, todo el país ya estaba paralizado.

—Esta probable coordinación entre grupos del crimen organizado…

—No, no es probable, es real.

—De acuerdo, ¿esta coordinación es nueva? Entendíamos que grupos como ‘Los Lobos’ y ‘Los Choneros’, dedicados al narcotráfico, estaban en guerra, por territorio, pero usted dice que ahora se organizan y desafían al Estado.

—Sí, y eso identifica la particularidad del problema ecuatoriano. Usted puede observar que, en países como Colombia o México, que sufren problemas similares, sus grupos criminales tienen la capacidad de someter espacios territoriales. Y eso ya lo habíamos visto, pero que se actúe con la capacidad de cerrar, tanto la costa como la sierra, en un solo país, denota que existió un acuerdo. Esa es la diferencia. Acá, los dos grandes grupos se pusieron de acuerdo y a través de sus brazos o satélites lograron actuar mancomunadamente para generar caos en todo el país. Eso no se ha visto en ninguna parte, ni en Ecuador ni en América Latina.

—¿Y esta es una reacción a la intervención del Ejército en las cárceles?

—Tiene muchas respuestas. Pasa por las revelaciones del caso Metástasis, que las dio a conocer la fiscal general. Pasa por la fuga de Tito (líder de ‘Los Choneros’). Pasa por la captura de uno de los líderes de ‘Los Lobos’, directamente involucrado en el crimen de Fernando Villavicencio, y su fuga inmediata. Pasa por la posible detención y huida del expresidente Jorge Glass a la embajada de México. Todos estos hechos marcan un camino para lo que pasó la semana pasada.

—¿Por qué son tan importantes las cárceles para los grupos de crimen organizado en el Ecuador?

—Se ha identificado que todos los hechos de violencia se planifican y salen de las cárceles. Se han convertido en centros efectivos de decisiones que se cumplen fuera. A partir del 2012, cuando los cabecillas de pequeñas bandas fueron detenidos y condenados a periodos de 15 o 25 años, ellos constituyeron espacios en la cárcel que les permitieron desarrollarse. ¿Cuándo llegaron a obtener esta enorme capacidad de movilización fuera de las cárceles? No es un hecho que los ecuatorianos tengamos claro, pero sucedió. En las cárceles terminaron de crecer y se convirtieron en organizaciones de carácter nacional. En realidad, lo que hubo es la consolidación de un solo grupo, sustentado en una serie de liderazgos menores. Entre el 2012 y 2019, se consolidaron ‘Los Choneros’ como una sola organización que puede actuar en diversos niveles.

—¿Eso se mantiene hasta hoy?

—La organización se resquebrajó en diciembre de 2020, en plena pandemia, cuando su principal líder, Jorge Luis Zambrano, obtuvo un habeas corpus y salió libre para tomar el control de la organización. Luego fue asesinado en Manta. Igual, la organización de ‘Los Choneros’ se mantiene y hoy tienen un grupo armado llamado ‘Las Águilas’, que tiene la capacidad de responder con fuerza. Luego empieza un enfrentamiento con los disidentes de ‘Los Choneros’ en las cárceles, lo que ha dejado al menos 500 muertos en condiciones de brutalidad.

—Es una guerra por el control del territorio.

—Eso se da en las calles. Unos 5000 miembros de ‘Los Choneros’ pueden estar en hoy la cárcel, pero igual deben vender la droga en las calles. Y si hoy un muchacho entra a la cárcel, debe tomar posición de inmediato por una de las dos organizaciones enfrentadas. Si se hace chonero, debe darle droga a su banda o a su familia para que la venda. Son 5.000 presos que deben poner la droga en las calles. De lo contrario, los matan en prisión. Hay cálculos que dicen que de esa manera, hoy en Ecuador hay al menos unas 105.000 personas ligadas a esta economía ilegal.

—Todo esto ocurrió a partir de 2012, cuando el correísmo era gobierno, ¿qué responsabilidad reconocen ellos?

—Ellos dicen que cumplieron su trabajo al encarcelar a todos esos líderes de bandas menores. Rafael Correa se fue en enero de 2017. Todo esto sucedió en ese gobierno. Si hay un gran responsable, fue ese gobierno. ¿Cómo fue que los líderes de esos grupos menores se constituyeron en organizaciones de alcance nacional? Porque tuvieron pleno control de las cárceles.

—Quiero hablarle de un caso puntual. El de Leandro Norero, líder de ‘Los Lobos’, que estuvo escondido un tiempo en Perú. ¿Cuál es la relación de los grupos de crimen organizado en Ecuador con los países vecinos?

—Entre los dos espacios hay enormes vasos comunicantes. Nuestra frontera sur, con el Perú, es superpermeable y poco vigilada. Cualquier tipo de producción de cocaína que viene por la ruta del Perú encuentra un camino seguro en Ecuador, mucho más seguro que el que viene del norte, de Colombia. Los 500 kilómetros de frontera que tenemos con Colombia son muy violentos, es una presión constante estar en un lugar plagado de cultivos de todo tipo de narcóticos, desde amapola hasta coca. Eso no se da en la frontera con Perú. Por el contrario, hay una condición de complementariedad en todo tipo de economía. En el sur no hay ningún tipo de resguardo. Ecuador no tiene capacidad de discernir qué cantidad de droga viene de Perú.

—Es la tierra de nadie.

—Mire, Correa, entre 2007 y 2009, incautó 58 toneladas (de droga). Moreno incautó en su gobierno 203 toneladas. Lasso incautó 501 toneladas en su gobierno, en menos de dos años, el triple de lo que hicieron los otros. Frente a estos hechos, no tenemos claridad en los números. No se sabe cuánto entra al país. Y debe haber rutas muy seguras que manejan los grupos de crimen organizado.

—Me quedé pensando en el caso de Leandro Norero. Alguna vez fingió su muerte para escapar de la Policía, pero ahora se dice que murió dentro de prisión, en un enfrentamiento. ¿Cuál ha sido su verdadero destino?

—Leandro Norero heredó la estructura que dejó José Luis Zambrano. Él tomó el liderazgo de todas sus organizaciones. Aunque para entonces se pensaba que estaba muerto. De pronto aparece vivo y capturado en Guayaquil y pasa a prisión, justo cuando habían empezado las refriegas en las cárceles. Él tenía el control del tráfico de drogas a nivel nacional e internacional y trató de juntar a todas las facciones y fortalecer su organización. En eso se encontraba cuando hay un motín en la cárcel de Lacatunga, en el centro del país, y se denuncia de nuevo su muerte. ¿Pero podemos confiar en eso? Si él tenía control total de lo que pasaba en la cárcel, podía controlar a la justicia y todo lo demás.

—El último libro que ha coordinado se llama Los secretos de la deuda china, que es otra línea de investigación. ¿Qué pasa en Ecuador? ¿Hay casos de corrupción promovidos por potencias de fuera? Me recuerda un poco al caso Lava Jato, que vincula a Odebrecht.

—Se parece por las propias condiciones de negociación entre el Gobierno y las empresas chinas, bajo dos modalidades: deuda o captación de deuda bilateral. Allí hay un camino muy grande, no menor a los 25.000 millones de dólares. Hemos investigado la contratación de obras civiles, pero no hemos entrado a la contratación de temas de tecnología. Tampoco hemos entrado al tema de gastos militares, que los hay. Ecuador, en ese sentido, ha sido un laboratorio para ver cómo se podían reacondicionar estos acuerdos o contratos de adhesión que venían listos. Siempre se pueden adecuar a la medida de la legislación de cada país, pero siempre buscando condiciones favorables basadas en corrupción. Es un tema al que se debería poner ojo, sobre todo en los países que están entrando los capitales chinos. El metro de Bogotá es un tema, por ejemplo.

—¿Ha pensado dejar el periodismo y volverse un político a tiempo completo?

—Más bien he pensado lo contrario (sonríe).

—¿Su vida se ha complicado mucho después de haber participado en una campaña electoral?

—Por supuesto, tengo unas limitaciones de vida muy drásticas.

—Cuando nosotros lo buscamos, algunos colegas suyos en Ecuador nos decían que era complicado ubicarlo porque cambia mucho de teléfono por temas de seguridad.

—No es tanto así. No he cambiado ningún teléfono. El tema es que no respondía mi teléfono. No tenía la capacidad de hacerlo en el momento de la campaña.

—¿Y ha pensado dejar el Ecuador?

—Sí, lo he pensado. Ojalá que haya condiciones para que eso se dé.

Datos

Zurita postuló por el Movimiento Construye. Quedó tercero en las elecciones de agosto del año pasado en Ecuador.

Ganó el Premio Nacional de Periodismo de Ecuador en 2009 y 2019. Trabajó en Teleamazonas, la revista Vistazo y los diarios Expreso y El Universo.