Conocido el requerimiento de la justicia contra el expresidente Donald Trump, el país se dividió. Mientras los progresistas se burlaban de las “lágrimas de los trumpistas”, un grupo de simpatizantes del exmandatario acudió a su lujosa residencia en Mar-a-Lago, Florida, para expresarle su apoyo. Lo que para algunos es “una caza de brujas”, para otros es una histórica acusación. Todo ello arroja nueva luz sobre las profundas fracturas partidistas de Estados Unidos.
Parlamentarios y dirigentes republicanos, divididos por la nominación para las presidenciales del 2024 y desencantados también por lo que fue la administración en la Casa Blanca de Trump y sus exabruptos políticos, enterraron lanzas y se apresuraron a denunciar en la red Twitter una “persecución política”, “un día triste para Estados Unidos”, considerando “un escándalo absoluto” la acusación del gran jurado.
Según el periodista de El País Miguel Jiménez, en las primarias republicanas, ese clima de polarización favorece a Trump. Como decía hace unos meses Charlie Cook, analista político y experto en tendencias electorales, fundador del Cook Political Report, “cerca del 50% de los votantes de las primarias republicanas saltarían del Gran Cañón si Trump se lo pidiera”. Para los potenciales rivales de Trump, criticarle por la imputación sería ponerse del lado de los demócratas, lo que explica el cierre de filas.
Donald Trump, ex presidente de los Estados Unidos fue acusado formalmente por el gran jurado de Manhattan. Foto: Composición LR
En este escenario, los demócratas parecían sentirse más seguros en el camino a la reelección del presidente Joe Biden, quien quiere mantenerse alejado de los problemas legales de Donald Trump. Biden es consciente de que tendrá que ser con sutil si quiere sacar provecho político de la acusación de su potencial rival en 2024. Ayer, los abogados de Donald Trump se manifestaron confiados en que el juez desestimará la inculpación formulada.
Acusan. Trump y sus partidarios dicen que demócratas orquestaron la denuncia en su contra.
Imagen. Biden apuesta a la “pantalla dividida”. Un jefe de Estado que trabaja y al lado un expresidente en líos judiciales.