Las universidades en Argentina son de libre ingreso, a diferencia de otros países de Latinoamérica y del mundo. Su acceso no cuenta con barreras de entrada —ya sea pública o privada la institución a la que uno desea postular—, de acuerdo a la Ley de Educación Superior de este país.
La Ley 24.521, que rige a las instituciones universitarias del sistema educativo argentino, establece el denominado “ingreso irrestricto”. Fue aprobada en 1995, después de la reforma constitucional, y actualizada en 2015, en la que se establece la responsabilidad “indelegable y principal” del Estado respecto de la educación superior, y la considera un “bien público” y un “derecho humano”, términos que no aparecían en el texto anterior.
La ley reformada manifiesta que ningún ciudadano puede ser privado del acceso a la universidad por razones personales o de origen social y hace responsable al Estado de garantizar ese derecho.
En esta nación existen 112 universidades (62 públicas y 50 privadas). Del total, el 80% de alumnos pertenece a las estatales y el 20% a las particulares, según el informe de Síntesis de Información de Estadísticas Universitarias 2019-2020.
Todas las personas que aprobaron la educación secundaria pueden ingresar a la enseñanza de grado en el nivel de educación superior.
Las personas mayores de 25 años que no aprobaron el nivel secundario también pueden ingresar a la educación superior si demuestran que tienen preparación, experiencia laboral, aptitudes y conocimientos suficientes para cursar los estudios a los que quieren aplicar. Este último requisito puede variar dependiendo de cada centro de estudio.
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El ingreso es libre e irrestricto. Pueden existir procesos de nivelación y orientación, pero esos procesos en ningún caso deben tener un carácter selectivo, excluyente o discriminador.
Es un curso, usado por muchas universidades, que se compone de materias básicas de la carrera elegida para poder nivelar los conocimientos de los estudiantes que se inscriben, mientras se toma en cuenta que provienen de distintos colegios —públicos, privados o de otros países—. No es un curso separado de la universidad, para luego entrar, sino del primer ciclo o año universitario.
Pueden durar desde un mes a un año y suelen ser obligatorios, de acuerdo a la carrera o universidad.
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A pesar de que la Ley de Educación Superior garantiza el ingreso libre, en algunas facultades de ciertas instituciones (muy pocas, como en la Universidad Nacional de Mar del Plata), los alumnos deben rendir una prueba de selectividad. Se trata de un curso que al concluir exige una evaluación final, eliminatoria o selectiva. Si se aprueba, el alumno puede ingresar a cursar la carrera elegida. De lo contrario, deberá esperar al año siguiente para volver a intentarlo y aprobarlo.
Según el ranking U.S. News & World Report 2021, la Universidad Nacional de Mar del Plata se posicionó como la 6° mejor en Argentina. Foto: Portal Universidad
Cada año, las universidades públicas celebran dos convocatorias. La primera preinscripción debe hacerse en febrero/marzo y la siguiente en noviembre/diciembre. Esto depende de cada institución. En estas fechas se deben tener listos los papeles solicitados.
Luego de realizada la preinscripción y de pagar la matrícula universitaria requerida (en el caso de instituciones privadas), se debe aguardar la fecha de inscripción donde se anunciará el día del comienzo de clases. Este es el procedimiento general para acceder a la universidad en Argentina.
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La universidad pública argentina es gratuita y está financiada por el Ministerio de Educación.
Esta gratuidad surgió en 1949, tras el decreto 29.337 del presidente Juan Domingo Perón, en el cual suspendió el cobro de los aranceles universitarios.
El informe sobre desigualdad educativa en la Argentina del Observatorio de Argentinos por la Educación, de enero de 2022, señala que, entre los jóvenes de los sectores más pobres, tan solo uno de cada diez (12,4%) llega a la universidad.
Esta cifra guarda relación con las tasas de egreso en el nivel secundario, un alto porcentaje de los menores de condiciones económicas bajas no concluye el colegio. En un país en donde su sistema educativo universitario es gratuito y con ingreso irrestricto, esas dos propiedades no han podido romper la brecha de acceso a los estudios superiores.
En tanto, al otro extremo de la pirámide social, en los sectores económicos más altos, cerca de la mitad de los jóvenes (46,0%) asisten a la universidad.
Cifras del informe muestran que, a medida que avanza la carrera, los estudiantes que permanecen en la universidad pertenecen a clases de mayores ingresos, mientras que los alumnos de ingresos más bajos tienden a representar un porcentaje cada vez menor de la población universitaria.
El decil 1 representa a la población con la condición socioeconómica más vulnerable, y el decil 10 a las personas de mayores ingresos del país. Infografía: Argentinos por la educación
“En el primer año, los estudiantes de menores ingresos (decil 1) representan el 7,9% del total de alumnos, mientras que en el quinto año representan el 1,1% del total. En contraste, en el primer año, los jóvenes de mayores ingresos (decil 10) representan el 5,3% de la matrícula y alcanzan el 12,7% en el quinto año”, reporta el Observatorio de Argentinos por la Educación.
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“Es conveniente analizar las políticas que desde el Estado se han tomado para intentar resolver un modelo que resulta regresivo en sus resultados (los que más tienen reciben una mayor recompensa). Si bien es cierto que la apertura de nuevas universidades nacionales en localidades de los cordones más vulnerables del conurbano —en los años 1990 y a partir de mediados de los 2000— facilitó la llegada de estudiantes de primera generación universitaria, el sistema continúa siendo expulsivo para aquellos alumnos provenientes de los sectores de menores ingresos, a pesar del libre ingreso”, afirma Marcelo Rabossi, profesor e investigador de la Universidad Torcuato Di Tella, de Buenos Aires.