El diputado georgiano Aleko Elisashvili y sus amigos ponen rumbo a Ucrania para “derrocar a un enemigo común”. En tanto, tres exmilitares japoneses lo hacen “al ver a Rusia bombardear niños”.
Para Ucrania, toda ayuda es bienvenida, pero para Europa, la marcha de voluntarios a un país en guerra podría ser problemática. No hay datos oficiales, aunque se sabe que son miles los extranjeros que quieren luchar contra Rusia y que se han registrado en Estados Unidos, Georgia, Japón, Reino Unido, Canadá, entre otros.
Estos días hacen notar su presencia en las estaciones polacas, donde buscan una furgoneta que pueda acercarlos hasta la frontera o incluso a Leópolis, donde podrían registrarse.
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No es difícil detectarlos: son hombres generalmente jóvenes, con entrenamiento físico, que cargan con una mochila militar en la que no cabe ya ni un alfiler, con semblante serio y conversando en su idioma natal con el grupo de amigos que los acompaña.
“No me puedo sentar en casa y mirar cómo los bárbaros del siglo XXI, los rusos, destrozan Ucrania, y matan a civiles, niños, mujeres o ancianos. No me puedo sentar y verlo en Telegram o en televisión. Me voy con mis amigos a Ucrania a luchar. Necesitamos luchar, parar a esos bárbaros”, dice Elisashvili a EFE en la estación de Przemyśl, antes de salir corriendo hacia una furgoneta junto a su grupo de amigos.
Para este diputado, que hasta hace unos días comparecía en traje de chaqueta, Georgia y Ucrania “tienen un mismo enemigo: la Federación de Rusia y (su presidente) Vladimir Putin” porque “robaron ya el 20%” de su país, señala, y ahora “bombardean” Ucrania, por eso “hay que pararlos con las armas”.
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Como el resto de los candidatos, Elisashvili no tiene mucha idea sobre lo que hará una vez que alcance Ucrania: “Solo sabemos que tenemos que ir hasta allí para registrarnos con la legión extranjera” de la Defensa Territorial de Ucrania, que exige experiencia militar y disponer de “uniforme o sus elementos, equipamiento, casco y chalecos antibalas”. Por eso, este diputado ya viene ataviado en su uniforme con bandera de Georgia.
A sus espaldas, lleva una mochila “con todo lo que se necesita en la guerra, excepto las armas”, precisa.
El joven japonés Xiomi tiene 25 años, hizo el servicio militar en su nación y luchó “en otras”, pero admite estar “un poco nervioso” porque nunca ha estado en Ucrania, ni tiene amigos ucranianos y “no tiene ni idea” a dónde va. “Queremos ayudar a Ucrania y a su gente. No hemos decidido todavía qué ciudad, primero vamos a Leópolis”, explica.
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Quien sí tiene “muchos amigos” ucranianos es Hashin, de 23 años, y “tres de ellos ya han muerto en ataques rusos”, uno de los motivos que le impulsaron a llevarle la contraria a toda su familia, que le hizo “prometer que volverá” con vida.
“Quiero ayudar a niños y mujeres, soy veterano de guerra, trabajo en una base militar. No puedo ayudar de otra manera. No soy médico, soy militar y puedo ofrecer apoyo militar, por eso he elegido este camino”, relata. En su mochila lleva té japonés, algo de comida, proteínas, y ropa “porque en Ucrania hace mucho frío”.
No es su primera vez combatiendo en el extranjero. Afirma que abandonó el Ejército japonés y renunció a una legión extranjera francesa de la que formaba parte hasta ahora. “Tengo miedo a la muerte, pero no pienso en eso. Lo más importante ahora es hacer mi trabajo: esta es una manera de sobrevivir”, dice.