Una de las organizaciones implicadas en la defensa de Ucrania tras los ataques de Rusia es el Batallón Azov, un grupo paramilitar integrado al Ejército ucraniano.
Este regimiento, formado en 2014 por voluntarios nacionales y extranjeros para luchar junto al Ejército regular contra los separatistas prorrusos en el este del país, es conocido por su combate feroz.
Integrado oficialmente desde entonces a las fuerzas gubernamentales ucranianas, está acusado por oenegés y expertos occidentales de abusos graves, detenciones arbitrarias, ejecuciones sumarias y torturas, así como de tener en sus rangos a combatientes neonazis.
“(Sobre el Batallón Azov), una unidad paramilitar de la Guardia Nacional de Ucrania, que según el FBI está asociada con la ideología neonazi”, consignó un reporte del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) de EE. UU.
Esta organización despierta una fuerte controversia: por un lado, su papel en la resistencia les ha brindado un sello de salvadores y, por otro, su discurso ultranacionalista y extremista levanta críticas en la opinión pública, lo que genera argumentos de un proceso de “desnazificación” manejado por Putin para justificar la invasión.
Al respecto, los jóvenes Motyka y Kravshenko, dos defensores ucranianos heridos entrevistados por AFP el 5 de marzo, tienen tatuajes —calaveras y signos ultranacionalistas— que muestran su pertenencia al controvertido Batallón Azov.
“El Batallón Azov reúne a gente diferente, de países diferentes, y amamos a nuestros aliados” occidentales, clamó Kravshenko.
Cuando estén recuperados, “en algunas semanas” como máximo, Motyka et Kravshenko volverán al combate. “Nuestra moral está en lo más alto”, dijo el primero.
Semanas antes del primer ataque de Rusia a Ucrania, el Batallón Azov enseñaba de técnicas de supervivencia y autodefensa a ciudadanos de Kiev bajo la frase: “En lugar de entrar en pánico, prepárate”.
“El pánico puede aparecer cuando la gente no sabe cómo reaccionar, cómo utilizar un arma, cómo defenderse, qué hacer en caso de tiroteo”, explicó Maksim Jorin, excomandante Azov, al acoger a los participantes que formaban filas bajo los copos de nieve.
En pequeños grupos, los participantes, sobre todo jóvenes, y también familias enteras aprendieron a cómo sostener y manejar un arma utilizando réplicas de fusiles kalashnikov de madera.
Recibieron, además, capacitación en primeros auxilios y, en un edificio en ruinas, les mostraron cómo moverse en el interior tomado por el enemigo.
Con información de AFP.