El último fin de semana, Fumio Kishida, primer ministro de Japón, se mudó a la residencia oficial para este cargo, la cual había sido evitada durante nueve años por sus predecesores como Yoshihide Suga y Shinzo Abe por estar catalogada como ‘maldita’ o habitada por fantasmas.
La principal propiedad inmobiliaria en el centro de Tokio ha sido escenario de varios incidentes siniestros, entre ellos dos intentos de golpe de Estado como el de 1936, en el que varios altos funcionarios, incluido un ministro de Finanzas, fueron asesinados por jóvenes militares.
“Ayer dormí bien”, dijo este lunes 13 de diciembre el líder nipón en declaraciones a los medios locales al abandonar la edificación, donde alguno de sus predecesores afirmó haber tenido experiencias sobrenaturales.
Cuando le preguntaron si había visto algún fantasma de los que, según se dice, moran en el edificio de estilo art déco y de más de 5.000 metros cuadrados, el funcionario solo respondió que “hasta ahora, no he visto ninguno”.
Kishida, en el cargo desde principios de octubre tras reemplazar a Suga, residía hasta ahora en el complejo de viviendas para parlamentarios nipones situado en la misma zona, y afirmó que decidió mudarse a la residencia del primer ministro “para poder concentrarse en sus tareas oficiales”.
Las leyendas urbanas de este inmueble tienen sus raíces en el asesinato del primer ministro Tsuyoshi Inukai en 1932 a manos de oficiales de la Armada, seguido de otro intento de golpe de Estado en 1936.
Desde aquel entonces, las narraciones sobrenaturales no han cesado. Entre el 2000 y 2001, Yoshiro Mori se desempeñó como primer ministro. Él afirmó haber oído pisadas de botas militares junto a su dormitorio que le impidieron dormir durante su estancia en el inmueble oficial.
También se atribuye a esta residencia cierto magnetismo para atraer mala suerte a quienes la ocupan, lo que explicaría la escasa duración en el poder de sus inquilinos.
El ex primer ministro Shinzo Abe vivió durante unos 10 meses en el edificio antes de renunciar al cargo en su primer mandato (2006-2007) por motivos de salud, mientras que Yoshihiko Noda (2011-2012) había sido hasta ahora el último líder nipón en vivir allí, antes de que su extinto partido perdiera las elecciones por su mala gestión del accidente nuclear de Fukushima.
Cabe precisar que el mantenimiento de la residencia cuesta al año a los contribuyentes 1,25 millones de euros, según datos del Ejecutivo, algo muy criticado durante muchos años por la oposición al partido gobernante.