Australia realizó operaciones de espionaje en Chile en la década de 1970 para apoyar la intervención de Estados Unidos en ese país sudamericano durante el Gobierno socialista de Salvador Allende, derrocado hace 48 años, indican documentos de inteligencia revelados el viernes.
El Servicio Secreto de Inteligencia de Australia (ASIS en inglés) instaló una “estación” en Santiago de 1971 a 1973 a pedido de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), según registros australianos desclasificados publicados por el National Security Archive (NSA), un centro de investigación con sede en Washington.
“Cincuenta años después, se sigue conociendo la historia oculta de esfuerzos concertados y encubiertos de Estados Unidos, y otros apoderados, para desestabilizar al Gobierno chileno democráticamente electo de Salvador Allende”, dijo a la AFP Peter Kornbluh, historiador del NSA.
“El veredicto de la historia para países como Australia y Brasil, que también intervino en Chile, depende de que este oscuro pasado sea entendido en su totalidad”, señaló.
Allende, elegido presidente de Chile por la coalición de partidos de izquierda Unidad Popular en 1970, fue derrocado el 11 de setiembre de 1973 por un golpe de Estado liderado por el general Augusto Pinochet. Cercado, el mandatario se suicidó en el palacio presidencial de La Moneda.
Tres años antes, la CIA había solicitado ayuda al ASIS para realizar operaciones encubiertas en Chile.
De acuerdo con los memorandos e informes citados por el NSA, en diciembre de 1970, el ministro de Relaciones Exteriores australiano, William McMahon, autorizó abrir una célula secreta en la capital chilena, cuyos equipos y agentes llegaron a mediados de 1971.
Las operaciones, que implicaron reclutar activos chilenos y presentar informes de inteligencia directamente a la sede de la CIA en Langley, Virginia, duraron 18 meses.
Para principios de 1973, el nuevo primer ministro australiano, Gough Whitlam, ordenó al director del ASIS poner fin a la operativa en Chile, “inquieto” por la posibilidad de que se hiciera pública una participación de Australia “extremadamente difícil” de justificar, según los registros difundidos.
Australia desclasificó estos documentos tras las peticiones de Clinton Fernandes, un exanalista de inteligencia del Ejército australiano, quien invocó la libertad de información.
“El Gobierno australiano insiste en el secreto para evitar tener que admitir ante la opinión pública australiana que ayudó a destruir la democracia chilena”, opinó Fernandes, según el NSA.