Emma Kemsley (33) supo que estaba embarazada tras seis rondas de tratamiento de fertilización in vitro en Reino Unido. Una ecografía a las 12 semanas le confirmó que, pese a padecer endometriosis —aparición de tejido en los ovarios—, todo marchaba óptimamente.
Sin embargo, seis semanas después la británica recibió una noticia demoledora: la vejiga del feto estaba bloqueada y sus pulmones, riñones y corazón no se estaban desarrollando adecuadamente, de modo que tuvo que someterse a un aborto terapéutico.
Fue una experiencia “devastadora” que nadie debería atravesar, dijo Emma Kemsley a la BBC al denunciar violencia obstétrica durante el procedimiento. Según su testimonio, debido a las restricciones impuestas por el coronavirus, debió practicarse un aborto sin que pudiera acompañarla su esposo.
Incluso el técnico que le realizó la ecografía le comunicó la noticia y le dio un número de una clínica para que ella misma solicitase una cita para terminar el embarazo.
“El hospital básicamente se lavó las manos. Usaron un lenguaje muy clínico y me dijeron que lo debía solucionar yo. Estaba totalmente sola y mi marido, James, en el estacionamiento. Le tuve que dar la noticia por teléfono", contó conmovida.
Tras presentar una queja a su hospital —Addenbrooke Hospital, en Cambridge—, Emma Kemsley recibió ayuda para encontrar un centro especializado donde pudieran hacerle el procedimiento.
“Para ese entonces, yo estaba embarazada de 20 semanas. Sentía mucho miedo, y me sentía muy sola. James estaba desesperado por apoyarme, pero lo obligaron a quedarse otra vez en el aparcamiento. También era su bebé, tenía derecho a estar ahí", abundó.
En medio del dolor, James (37) dijo a la cadena británica que “nadie debería enterarse de la pérdida de su hijo por teléfono”.
Consultada sobre el caso, Amanda Rowley, jefa de parteras del hospital, pidió disculpas y reconoció que el cuidado que recibió Emma Kemsley estuvo “por debajo de nuestros estándares”.
Un portavoz del Colegio Real de Obstetras y Ginecólogos (RCOG) señaló que terminar un embarazo es un momento “increíblemente difícil” para las mujeres y sus parejas, “sobre todo si la mujer tiene que pasar por este proceso sola”.
El Servicio Nacional de Salud Pública de Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés), le escribió recientemente a los hospitales para pedirles que autoricen el ingreso de las parejas a las unidades de maternidad, sin embargo las restricciones se mantuvieron para los abortos.