Un matrimonio de años lleva a casa un mueble para armar. En torno a las piezas y la caja de herramientas, discuten de lo simple a lo complejo. “Tuvimos la intuición de que a la obra le haría bien ser dirigida por un hombre y una mujer. Es como el yin y yang, y hay respeto”, dice David Carrillo, quien dirige y protagoniza con Cécica Bernasconi la obra El mueble en el Teatro de Lucía (Jueves-Viernes y Sábados 8.00 p. m. Domingo 7.00 p. m. Joinnus).
En la obra se plantea que ciertas cosas no se dicen para no dañar el ego masculino, ¿no? Y Tati le dice al público: “Todos los hombres deberían ir a terapia”.
(Sonríe) Creo que al final Tati se termina de empoderar. En estos tiempos sería absurdo hacer una obra que diga lo contrario, ¿no? Claro, a menos que estés en el lado equivocado de la historia. Carlos está intentado dejar de ser un troglodita, está tratando de abrazar su vulnerabilidad, reconocer el “sí, he fracasado”. Esto me parecía importante en esta época porque para que haya un equilibrio no solamente tenemos que replantear lo que es ser mujer en el siglo 21, sino también qué tipo de hombre se necesita.
Están en un teatro familiar, pero mantener una sala no ha sido fácil. Cerraste Yestoquelotro en Barranco. ¿Cómo ves el regreso a las funciones?
A veces tener un teatro cerrado es más caro que hacer una obra que funcione más o menos. Es costosísimo, los equipos se malogran con facilidad. Ese volver a cerrar sería casi la muerte, sería la estocada final. También hacer teatro puede ser una actividad de más riesgo, pero un teatro como el De Lucía, que es una empresa familiar, o sea, el sueño de casi todo el mundo, me resulta como un ejemplo.
¿Por la apuesta que hace una primera actriz?
Sí, la señora Lucía(Irurita) todos los días camina de su casa al teatro. Llega a las 6.30 p. m., sube a los camerinos, conversa con Cécica, conversa conmigo. Ver a una de nuestras primeras actrices, historia del teatro, recibir al público y verla sentada en la última butaca en todas las funciones, eso es un ejemplo vivo de resistencia, de fe en el teatro, pero también ver al teatro como un método de supervivencia. Para mí es aleccionador. Estoy casi seguro de que Osvaldo (Cattone) seguiría en pie si no hubiera parado. Siento que muchas de las personalidades que hemos perdido tuvieron que ver con el factor parar. Uno no se jubila del teatro, es como estar en una maratón.
Cécica Bernasconi codirige la obra 'El mueble'
Y de coyuntura también has opinado en redes sociales.
Es que hay gente que actúa en obras y hay gente que hace teatro. Me interesa esa idea de construir teatro. Soy un activista cultural porque me involucro con lo que pasa con los otros. No solo me interesa mi teatro.
Un activista cultural se puede jugar mucho, ¿no?
Una de las cosas que me revelaron la pandemia y que no había sentido antes —yo siempre he sentido indiferencia, y con eso he convivido— es el desprecio. Esta polarización que surgió en la política también nos ataña, porque ahora, no sé, hacer teatro es hipercaviar. Ahora aprovechan el fantasma de Richard Swing para ‘swinguearnos’ a todos, dicen que somos de ‘una maquinaria caviar’ donde lo único que queremos es que el Estado nos dé plata. Y yo a una cantidad de trabajos les he dicho que “no, gracias” porque no quería estar involucrado.
¿Qué se ha aprendido en el teatro peruano?
Yo sí quisiera regresar al futuro, o sea, regresar de una forma distinta de lo que antes se hacía. No regresemos al pasado, regresemos a hacerlo mejor, con mejores temas, condiciones, mejores obras, dando espacio a la gente que vale la pena, trabajando con nuestros íconos que han estado tan descuidados. Ahora tú ves los Instagram de los actores, los regresos a las normalidades y yo no quiero comprar esa película.
Edgard Guillén dijo que se estaban haciendo obras como receta de comida rápida.
(Sonríe)Para mí es ya tan simple como que no voy a arriesgar mi vida ni la de mi familia por hacer una tontería de obra. Hay un virus en la calle, y me voy a arriesgar por algo que valga la pena.