Carlos Dada: “El Gobierno de Nayib Bukele ha demostrado una mayor capacidad para la corrupción que los anteriores”
El periodista, director de El Faro, denunció el autoritarismo en el que está cayendo El Salvador bajo la presidencia de Nayib Bukele y el peligro que supone para las democracias latinoamericanas. “Muchos políticos, particularmente populistas de derecha, lo han tomado como referente porque Bukele representa un sueño para ellos”, señaló.
El salvadoreño Carlos Dada es uno de los periodistas más prestigiosos de América Latina. El medio que dirige, El Faro, debió mudarse a Costa Rica frente al incesante acoso del Gobierno de Nayib Bukele, espionaje incluido a través del software Pegasus (por este hecho, los periodistas de El Faro han demandado al fabricante NSO Group). Dada responde sobre la controversial figura del popular presidente salvadoreño y explica por qué se trata de un real peligro para la libertad de prensa.
— Tuvieron que mudar a Costa Rica la estructura legal y administrativa de El Faro. ¿Por qué lo hicieron? ¿Para salvar al medio de Nayib Bukele?
— Sí. La llegada del presidente Bukele al poder, hace casi cuatro años, significó muchas cosas, pero una de ellas fue el inicio de un régimen autoritario en el que un pequeño grupo en el poder, con Bukele y su familia a la cabeza, están concentrando todos los poderes y desmantelando la institucionalidad democrática y, en ese camino, la prensa independiente les estorba. Por tanto, han dado pruebas fehacientes, por muchas vías, de sus intenciones de silenciarnos y a otras voces críticas. Teníamos avanzados algunos acosos por parte del Ministerio de Hacienda, el presidente mismo nos ha acusado de lavado de dinero. Ahora está de moda esto de silenciar al periodismo criminalizándolo.
— Los acusó en cadena nacional, además, ¿cierto?
— Sí. Nos acusó en cadena nacional. Hemos cumplido al pie de la letra con todos los requerimientos de cinco ejercicios distintos auditados por el Ministerio de Hacienda y han concluido igual en evasión de impuestos. Estamos apelando, pero (El Salvador) es un país en el que ya no hay Estado de derecho. Por eso decidimos sacar legalmente a El Faro de El Salvador e instalarlo en un país más estable, con más independencia de poderes, como Costa Rica, para estar fuera del alcance de Bukele y sus socios políticos e impedir que embarguen el periódico.
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— ¿Los reporteros siguen trabajando en El Salvador?
La gran mayoría, sí. Hemos tenido que sacar a algunos en determinados momentos porque la Asamblea Legislativa, también controlada por Bukele, ha sacado leyes que criminalizan el ejercicio periodístico.
— Bukele es alguien con mucha aceptación en El Salvador y proyecta una imagen positiva hacia afuera. Los análisis apuntan a que eso tiene que ver con su estrategia de seguridad, principalmente con respecto al tema de las pandillas, las maras. De hecho, han circulado varios videos. ¿Se están violando los derechos humanos en su país?
— Absolutamente. Se están violando todos los derechos humanos. Mira, ahora cumplimos catorce meses de régimen de excepción. Esto significa que desde hace catorce meses cualquier policía o soldado puede detener a cualquier persona sin necesidad de una orden judicial. Te pueden ir a sacar de tu casa por simples sospechas de vínculos con las pandillas, llevarte detenido, internarte en una prisión en la cual no tendrás derecho a que te vean tus abogados y familiares, no tendrás derecho a saber quién será tu juez. Según los números del Gobierno, que son los únicos que conocemos porque ya no hay acceso a información pública, se han detenido aproximadamente a 70 mil salvadoreños en estos catorce meses. Evidentemente, en un país tan pequeño como el mío, el Poder Judicial no se da abasto para procesar todos estos casos. Y, además, ya no hay límite para la prisión preventiva. En la práctica, el plazo puede ser el que les dé la gana. Y ahora se juzgan a 500 detenidos en un mismo proceso por un solo juez…
— ¿Es un juicio masivo?
— Correcto, en el que ya ni siquiera se individualizan responsabilidades. Si esto todavía no parece violatorio de los derechos humanos, en El Faro ya estamos publicando evidencias de torturas sistemáticas en las prisiones. Han muerto más de cien personas asesinadas en ellas y estamos recabando varios testimonios de torturas en manos de carceleros, de guardias, de policías.
— Hace un balance detallado de cómo se violan sistemáticamente los derechos humanos en El Salvador, sin embargo, la aceptación de Bukele es muy alta. ¿Cómo se explica esta contradicción?
— No tengo una respuesta para eso, Enrique. Nosotros seguimos reflexionando porque, ciertamente, es un fenómeno político, hoy por hoy único en América Latina. Bukele es el presidente que cuenta con mayor apoyo popular en toda la región y, además, se ha convertido en toda una referencia. Lo que tengo son piezas que pueden ayudar a comprender en algo lo que ocurre.
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— ¿Cuáles son?
— Una de ellas es que, efectivamente, buena parte de la población salvadoreña que habita en comunidades marginales -El Salvador es un país pobre- vivía bajo el yugo de las pandillas. Las pandillas les habían puesto una pistola en la cabeza: los extorsionaban, mataban a sus hijos, violaban a sus hijas. Son comunidades en donde el Estado nunca tuvo presencia y en donde estas pandillas o maras se nutrieron y crecieron. Para toda esa gente, en realidad, la democracia no significa mucho. Cuando alguien tiene urgencias en la vida y su principal preocupación es sobrevivir, el sistema político es bastante secundario. Si llega un hombre que les promete mano dura contra la delincuencia y vengarse de los políticos anteriores que fueron muy corruptos, ese hombre contará con el aplauso popular. Ciertamente, cuando Bukele entró al Gobierno, durante los primeros tres años bajaron dramáticamente las tasas de homicidios en El Salvador, uno de los países más violentos del mundo. Eso se debió a un acuerdo que el presidente hizo con los líderes de las pandillas.
— Que ustedes reportaron. Lo recuerdo.
— Lo documentamos, para quien quiera ver las evidencias. Están a la vista. Y ese pacto le permitió a Bukele bajar las tasas de homicidios porque incluía que los pandilleros dejaran de asesinar y que también lo favorecieran en las elecciones legislativas. Es decir, los convirtió en sus socios políticos. Este pacto se rompió hace catorce meses cuando las pandillas se sintieron traicionadas por el Gobierno y asesinaron a 87 salvadoreños en un fin de semana. Entonces vino la otra estrategia represiva, que tiene ahora a 70 mil pandilleros en las cárceles. Lo cierto es que en muchas comunidades por primera vez están viviendo sin esa pistola en la cabeza. Lamentablemente, cada vez más esto está siendo sustituido con la arbitrariedad con la que actúan las fuerzas estatales en esas mismas comunidades. ¿Qué más ayuda a explicar la popularidad de este señor? El hartazgo de la población con el sistema político que teníamos controlado por Arena, en la derecha, y el FMLN, a la izquierda. Y ambos demostraron, cuando controlaron el Poder Ejecutivo, una gran capacidad para la corrupción que, cuando se destapa, hace que la gente se sienta traicionada. Ahí aparece este joven con ideas frescas, con una nueva manera de comunicar con la gente, que es un maestro de las redes sociales, y que les promete vengarse de esos políticos corruptos. Pero es necesario decirlo: el Gobierno de Bukele ha demostrado una mayor capacidad para la corrupción que los gobiernos anteriores.
Presidente. Bukele es popular, pero carga varias denuncias. Foto: AFP
— ¿Más capacidad que Arena y el FMLN?
Incluso que los dos juntos, Enrique. Han desaparecido miles de millones de dólares. Por eso es que le es tan importante (a Bukele) tener el control absoluto de la narrativa, por eso es que necesita silenciar a la prensa independiente.
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— ¿Cómo definiría a Bukele?
— Primero, como un fenómeno político. Segundo, como un maestro de la narrativa. Tercero, como alguien absolutamente antidemocrático, con un proyecto dictatorial en el que, además, no hay utopías políticas. Es la vulgaridad de la concentración del poder per se y de la acumulación de dinero mediante la utilización patrimonial del Estado. Bukele ha cerrado todo acceso a la información pública y no rinde cuentas ante nada. La Asamblea, que él controla, ha aprobado leyes retroactivas para no rendir una sola cuenta de los gastos públicos. Bukele es un maestro que controla una maquinaria de propaganda sin paralelo en toda América Latina que le ha permitido crear una figura muy potente.
— Potente en El Salvador y fuera de él. ¿Qué ocurre en nuestros países para que una figura tan controversial como la de Bukele tenga esa imagen positiva?
— Muchos políticos, particularmente políticos populistas de derecha, lo han tomado como referente porque Bukele representa un sueño para ellos. No solo tiene un proyecto populista bajo su control, no solo ha concentrado todo el poder, sino que es muy popular. Es el sueño de todo populista autoritario. Cuando los objetivos son así de pedestres, todos quieren emular una fórmula así de exitosa. Hay algo muy paradójico: Bukele militaba en el FMLN…
— En la exguerrilla salvadoreña.
— Se peleó con el FMLN y ahora Bukele es el referente de la derecha latinoamericana. Y tiene como caballito de batalla pelearse con presidentes de izquierda. Lo hizo primero con Boric, en Chile. Luego con Petro, en Colombia. Aparte, desprecia toda supervisión internacional.
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— Antes de esta entrevista leí un tuit en el que despotricaba de las ONG de derechos humanos. Detesta todo lo que tenga que ver con organizaciones de ese estilo.
— Es que es alguien que nunca fue abierto ni al diálogo ni a la negociación. Bukele es un hombre que entiende el ejercicio de la política como la imposición de sus decisiones y nada más.
— ¿Tendremos a Bukele muchos años más en el poder?
— Eso depende de muchos factores. Si tuviera que apostar, diría que lamentablemente sí. El otro año será reelecto a pesar de que la Constitución salvadoreña lo prohíbe literalmente en siete artículos. Claro, le dio un golpe de Estado a la Corte Suprema de Justicia, se tomó la sala de lo Constitucional y los magistrados que él impuso reinterpretaron la Constitución. Esa reelección será inconstitucional. Nosotros en El Faro hemos dicho en nuestros editoriales que, en ese momento, Bukele pasará de comandar un régimen autoritario…
— A una dictadura.
— A una dictadura. ¿Por qué? Porque cuando violas la Constitución, en sus artículos pétreos, y eso no trae ninguna consecuencia, es que has convertido al país en objeto de una dictadura, en el territorio de un dictador, porque ya no hay contrapeso que limite el poder. Ni siquiera la Constitución, que se supone es la base sobre la que se construyen los proyectos políticos de nuestras sociedades, amerita ninguna consideración.
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“Me solidarizo con Gustavo Gorriti e IDL-Reporteros”
— ¿Percibe la intención en otros países de criminalizar el ejercicio periodístico?
— Sí. El acoso contra el periodismo en Centroamérica es algo generalizado. Nicaragua es el peor escenario. Ahí sí hay una dictadura.
— Desde hace años.
— Donde hay unos 200 colegas tratando de continuar su labor periodística desde el exilio, donde una docena de periodistas y empleados de medios estuvieron más de un año en prisión hasta que Daniel Ortega decidió vaciar las cárceles de los presos políticos y los desterró hacia Estados Unidos. Hoy no tienen ni siquiera la nacionalidad nicaragüense. Ortega ha cerrado los medios que no controla y Nicaragua es el único país de América Latina que no cuenta con un medio impreso. En Honduras, el narco-gobierno de Juan Orlando Hernández –preso en Nueva York enfrentando un juicio por narcotráfico– fue muy duro con la prensa. La llegada del nuevo Gobierno, se pensaba, podría significar un cambio radical, pero no ha sido así. La presidenta Xiomara Castro desestructuró a todo el sistema nacional de protección a los periodistas, mientras siguen los asesinatos y los desplazamientos. Y en Guatemala, la situación es terrible. Los viejos poderes se sintieron amenazados con un ejercicio muy interesante de la comunidad internacional, que fue la Comisión Internacional contra la Impunidad.
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— De Naciones Unidas.
— Que depuró el sistema judicial y empezó a establecer las bases para que hubiera justicia. Terminó metiendo a la cárcel a un presidente en funciones, Otto Pérez Molina. Pero cuando la comisión empezó a tocar a los empresarios, estos se juntaron con políticos de la vieja guardia y militares y decidieron cambiar el sentido del péndulo. Expulsaron a la comisión, a todos los jueces que participaban de ese esfuerzo, criminalizaron a los fiscales y luego fueron por la prensa. Ahora mismo, el fundador de El Periódico y presidente de ese medio, José Rubén Zamora, un referente en la lucha contra la corrupción, lleva nueve meses en prisión acusado de lavado de dinero. El encarcelamiento de Zamora es un mensaje: si alguien como él, el periodista más prominente de Guatemala...
— ¿Entonces nadie está a salvo?
Correcto. Y me solidarizo con Gustavo Gorriti e IDL-Reporteros, que está bajo el acoso de un pequeño grupo extremista y fanático que ya está amenazando con daño físico frente a lo que me parece, desde fuera, la mirada complaciente de las autoridades peruanas. Internacionalmente estamos siguiendo con mucha preocupación esta situación.