Guerra Fría: tres segundos de infarto en la final de básquet de las Olimpiadas de Múnich de 1972 entre USA y la URSS
Estados Unidos y la URSS disputaron durante la Guerra Fría la supremacía en todos los aspectos. La ciudad alemana de Múnich fue el escenario de un partido cuyo resultado iba mucho más allá de lo deportivo. Una situación como esta, podría repetirse, con potencias distintas, en las circunstancias actuales del mundo.
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De todos los Juegos Olímpicos que se han llevado a cabo, hay uno que se impone como el más recordado: nos referimos a los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972.
Estos juegos olímpicos se desarrollaron en la República Federal de Alemania/Alemania Occidental, del 26 de agosto al 11 de setiembre. Era 1972 y la llamada Guerra Fría atravesaba uno de sus contextos, paradójicamente, más calientes.
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Veamos: tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) entraron, a partir de 1947, en un abierto enfrentamiento discursivo a razón de la dinámica política que implementó el presidente norteamericano Harry S. Truman. Esta dinámica no era otra que la de combatir las ideas comunistas y, de este modo, fortalecer el sistema democrático. La URSS cogió el guante y también implementó una dinámica similar. En otras palabras, el capitalismo contra el comunismo.
Ambos sistemas se abocaron a ejercer la supremacía mundial en todos los aspectos. Pensemos en el discurso político e ideológico, en la economía, en el avance científico, en la carrera armamentista y en el apoyo a causas que mantuvieran un diálogo con sus intereses. A saber, la guerra de Vietnam, que duró 20 años, de 1955 a 1975, los enfrentó indirectamente. Estados Unidos entró a Vietnam en 1964.
En este escenario mundial, el deporte no fue nada ajeno.
Olimpiada sangrienta
A pocos días de la culminación de los Juegos Olímpicos de Múnich, ocurrió un hecho escabroso: en la madrugada del 5 de septiembre, un comando de la organización terrorista palestina Septiembre Negro ingresó a la villa olímpica. El resultado de la incursión es conocido: 11 integrantes de la delegación de Israel fueron tomados como rehenes y luego asesinados ante el fracaso de las negociaciones. Esta masacre, que paralizó al mundo, que lo vio en vivo y en directo, puso en riesgo la continuidad de las competencias que faltaban, pero Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico Internacional, ordenó que estos continuasen. También se forzó a regresar a sus países, por razones de seguridad, a todos los atletas de origen hebreo. Entre ellos, se encontraba el nadador norteamericano Mark Spitz, quien tuvo que volver con sus siete medallas de oro. Tuvieron que pasar 36 años para que se supere lo del legendario Spitz. Michael Phelps lo hizo en los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008 al obtener ocho medallas.

Septiembre Negro. Terrorista en un balcón de la Villa Olímpica de Múnich. La crisis fue transmitida en vivo. Imagen: Difusión.
La final de básquet
El sábado 9 de septiembre, en el Rudi Sedlmayer Halle, se jugó la final entre Estados Unidos y la URSS. Desde los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, los norteamericanos eran los dueños de la medalla de oro en básquet. Por su parte, los soviéticos eran del mismo modo una potencia en este deporte, pero no tenían medalla de oro olímpica, siendo su mayor logro hasta entonces el mundial que obtuvieron en 1967, en Uruguay, al derrotar a Yugoslavia en la final.
El encuentro entre Estados Unidos y la URSS fue el más esperado del certamen. Pero no solo se trataba de ganar en lo deportivo; la situación entre ambas potencias estaba en su punto más tenso, al punto que, para bajar la posibilidad de un conflicto militar entre ellos, el presidente norteamericano Richard Nixon y su par soviético Leonid Brézhnev firmaron meses antes, en mayo, el Tratado sobre Misiles Antibalísticos y el primero de los Acuerdos de Limitación de Armas Estratégicas. A esta reunión histórica se la llamó La Cumbre de Moscú.

Presidente de USA y líder de la URSS, Richard Nixon y Leonid Brézhnev en la Cumbre de Moscú, en mayo de 1972. Imagen: Difusión.
Para Múnich, los soviéticos estaban dispuestos a obtener la medalla de oro. De la delegación de la URSS, la selección de básquet fue la que mejor trato recibió. Eran prácticamente las estrellas. Estados Unidos y la URSS llegaron invictos a la final. Los gringos iban por su octava medalla de oro y los soviéticos por la primera.
Fue un encuentro que, aparte de emoción, generó asimismo desconcierto. La escuadra gringa, siendo muy joven en comparación con los soviéticos, que eran experimentados, hizo gala de un sistema ultradefensivo por disposición del entrenador Henry Iba (ganador de la medalla de oro en las Olimpiadas de Tokio de 1964 y en las de México de 1968). Por su parte, el conjunto de la URSS, dirigido por Vladímir Kondrashin, plasmó un esquema de ataque permanente.
En los primeros minutos de juego, los retadores consiguieron una ventaja de 10 puntos. El equipo gringo no salía de la pusilanimidad y los periodistas acreditados señalaron a Iba como el principal responsable. La primera parte finalizó 26 a 21 a favor de la URSS.
Para la segunda mitad, Iba dispuso presión con salida lateral y ataques diagonales. Pero los soviéticos seguían imparables, sus contragolpes eran letales y cuidaban su ventaja, ahora de 38 contra 28 puntos. Sin embargo, la vergüenza de no perder salió a flote. Iba mantuvo la nueva táctica y, mediante carajeada de por medio, sus dirigidos empezaron a sumar puntos.
A falta de 10 segundos para el final del partido, la ventaja era de 49 a 48 para los soviéticos, quienes querían que el partido acabe ya.
El punto de quiebre
Los soviéticos perdieron una pelota en salida, lo que generó una falta violenta contra Doug Collins, la estrella del combinado norteamericano. Estados Unidos tenía la oportunidad de remontar. Pero antes del segundo tiro, el entrenador Vladimir Kondrashin pidió tiempo muerto para enfriar y desconcentrar a Collins, quien convirtió los dos tiros libres. Estados Unidos había alcanzado los 50 puntos y la URSS se quedaba con 49.
Faltaban solo 3 segundos para el final. Si los soviéticos querían ganar, pues de todas maneras tenían que lograr una canasta de 2 puntos. Demasiada tensión para los equipos. Para esos instantes, los roles se invirtieron: los norteamericanos deseaban que el partido termine ya.
La polémica
El árbitro brasileño Renato Righetto anuló el primer saque de los soviéticos. Este reparó en el hecho de que Kondrashin había pedido tiempo muerto después del primer tiro libre de Collins. Debían disputarse 3 segundos exactos. Para el segundo saque, el balón cruzó el campo en dirección a Modestas Paulauskas, quien estrelló el balón en el tablero, desatando la algarabía total de los norteamericanos en el Rudy Sedlmayer Halle. Por su parte, los soviéticos no lo podían creer, regresarían sin nada cuando prácticamente lo tuvieron todo para coronarse campeones olímpicos. Los relatores televisivos y radiales consolaban a los perdedores como campeones morales, puesto que, por lo demostrado en los partidos, la URSS había sido el mejor equipo de básquet del certamen.
Sin embargo, una poderosa presencia bajó por las gradas. El secretario general del Comité Olímpico, William Jones, le ordenó a Riguetto jugarse otra vez los 3 segundos finales. ¿La razón? Invasión del campo de juego por parte de la suplencia y los periodistas acreditados. Algunos analistas deportivos sugirieron que lo más saludable para los norteamericanos era que se retiren, en vista de que lo acabado de hacer por Jones tenía una sola definición: intento de robo.
El tercer saque: el balón voló hacia las manos de la estrella roja Aleksandr Belov, quien, luego de desprenderse de un par de gigantes, encestó en el segundo final. 51 a 50. La supremacía de Estados Unidos había llegado a su fin.

Jugadores de básquet de Estados Unidos pasaron, en cuestión se segundos, de la gloria a la tristeza absoluta. El partido captó la atención mundial. Imagen: Difusión.
Horas después la delegación perdedora apeló. El Comité Olímpico se reunió y resolvió el reclamo a votación. Los directores de las delegaciones de Italia y Puerto Rico votaron a favor de Estados Unidos. Y los de Bulgaria, Cuba y Rumania hicieron lo propio con La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Han pasado más de 50 años y se sigue discutiendo sobre los pormenores de esos 3 segundos finales. ¿Robo? ¿Justicia deportiva? ¿Así es el básquet? Lo cierto es que las medallas de plata aún permanecen en el Museo Olímpico de Suiza. Todos los subcampeones olímpicos de 1972, han estipulado en sus respectivos testamentos que esa medalla no debe ser reclamada, ni mucho menos aceptada, bajo ninguna circunstancia.





















