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Mario Lubetkin de FAO: "El costo de alimentarse bien en América Latina es mayor que el de África"

El representante de la FAO reconoce que si no se producen cambios importantes, el objetivo de eliminar el hambre y la malnutrición para el 2030 será imposible. Es más, advierte que, con las actuales tendencias, para ese año habría más de 690 millones de personas con hambre.  

Mario Lubetkin es representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe desde agosto del 2022. Foto: Marco Cotrina / La República
Mario Lubetkin es representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe desde agosto del 2022. Foto: Marco Cotrina / La República

A nivel global, el hambre alcanza a 730 millones de personas. El 24% de los ciudadanos latinoamericanos sufre de obesidad y, a pesar de su capacidad de producción, es más caro comer de manera saludable en América Latina que en África. Estos son algunos de los datos que arroja Mario Lubetkin, el subdirector general y representante regional para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Llegó al Perú para la firma del Marco de Programación País (MPP) que busca una colaboración estrecha entre la FAO, el Gobierno nacional, los Gobiernos regionales y locales y distintos sectores de la sociedad civil. 

-Un informe de 2023 señala que en América Latina hay 43,2 millones de personas con hambre. ¿La pandemia empeoró la situación?

-Sin duda. Nuestros datos indican que hubo un crecimiento entre pre y pospandemia de casi un 30% y son cifras que no se han recuperado.

-¿Y ha habido una recuperación parcial al menos?

-Nosotros somos la referencia de los grandes números sobre seguridad alimentaria y nutrición en el mundo. Desde ese punto de vista, el informe SOFI de 2023 da un dato nuevo: por primera vez alrededor de 3 millones de personas salieron del escenario del hambre en el 2022. Es decir, que empezaron a comer.

-3 de 43 no es mucho.

-Es poquito, y no podemos decir que es una tendencia, pero digamos que es una luz que podría ser algo más, dependiendo de los resultados que salgan este 2024.

-Estamos peor de lo que estábamos antes de la pandemia, entonces.

-Sin duda.

-El mismo informe que le señalo dice que hay altos niveles de obesidad y sobrepeso en la población infantil. Esto también es parte del problema.

-Todos nos estamos adecuando a escenarios que van cambiando. El escenario de la obesidad, como señala, es una novedad absolutamente dramática. A nivel global el hambre alcanza a alrededor de 730 millones de personas mientras que la obesidad supera los mil millones. Los niveles de riesgo de vida son altos para el hambre como para la obesidad. Solamente en América Latina, el 24% de los ciudadanos son obesos. Es demasiado alto. Y en los menores de cinco años las cifras también son muy elevadas: 8,6% en el 2022. Nos estamos nutriendo mal.

-¿Por qué la comida ultra calórica es más barata?

-O podríamos definirla, usando lenguaje popular, como la comida chatarra, que afecta lo que debería ser una alimentación equilibrada. Sin duda en el ciudadano de América Latina hay una dificultad económica. El promedio de costo para alimentarse bien en América Latina y el Caribe es de 4.08 dólares diarios.

-Esta es una época en la que se incide mucho en lo que uno come. Hay una consciencia cada vez mayor sobre la importancia de una alimentación saludable para evitar enfermedades graves, como el cáncer. Incluso hay un boom de lo orgánico. Pero no es barato comer saludable, con una dieta calórica equilibrada. ¿Por qué?

-Es correcto. Primero, porque un producto de mala calidad cuesta menos que uno que tenga todos los componentes. Ayer tuvimos una visita a San Antonio de Cañete como parte de un proyecto de apoyo a los comedores estudiantiles. La comida era una combinación de productos proteicos, pero con respeto a lo originario. Además, estaban los productores de la zona y cuando fuimos a saludarlos nos decían que sin apoyos externos no podrían ofrecer sus productos. Eso significa que algo no está bien en las políticas públicas. Y los números son resultado de la gestión de esas políticas. El costo de alimentarse bien en América Latina, de 4.08, es mayor que el de África.

-¿Por qué cuesta más comer saludablemente en América Latina que en África?

No es un tema del costo base del producto. Cuesta más porque la cadena de producción no funciona bien, porque las políticas públicas de respaldo no van de la forma correcta, porque no debe haber incentivos, porque debe haber especulación. Nunca hay una sola razón. Pero el dato de la realidad es el que es. Claro, hay que considerar que ese promedio de 4.08 dólares es empujado por países como Haití, que atraviesa una situación dramática.

-¿En Perú el costo debe ser menos?

-Exacto.

-¿Qué debería hacer un Estado para reducir la obesidad?

-El Estado podría invertir para mejorar la calidad de los productos y con eso reducir los costos que suponen el agravamiento de la salud fruto de la obesidad. Le pongo un ejemplo. Una región que importa el cien por ciento de productos es el Caribe, porque tiene una capacidad de inversión muy grande a partir del turismo. Pero, claro, el turismo se afectó con el covid y no ha logrado recuperarse. Hoy, el Caribe, fruto de que tiene menor capacidad económica para adquirir productos, hizo que estos tuvieran una calidad menor. ¿El resultado? Aumento inmediato de la obesidad.

-¿Cuánto impiden luchar de manera eficiente contra el hambre problemas regionales de larga duración y persistencia como la pobreza o la desigualdad?

-Se lo coloco de otra manera: si miramos los datos objetivos, este es el peor momento para tener éxito en la lucha contra el hambre y la malnutrición.

-¿Tuvimos un buen momento alguna vez?

-Creo que nunca tuvimos un momento tan malo como este, en el que se combinan la pandemia, la pospandemia, la guerra de Ucrania, los fertilizantes…

-¿Es como una tormenta perfecta?

-Exacto, pero eso no justifica nada, porque el escenario hay que cambiarlo de cualquier manera. No hay cosa peor que sentarnos y justificarnos, porque eso lo podemos hacer siempre. De lo que se trata es de revertir la situación, pero los plazos son cada vez más breves. La comunidad internacional se planteó como objetivo en el 2015 reducir a cero, para el 2030, los niveles de hambre y malnutrición.

-Estamos lejos.

-Estamos muy lejos de ese resultado: son 730 millones de personas con hambre. Según nuestros estudios, si no hay una inversión muy fuerte a nivel global y si no hay cambios de tendencias, en el 2030 se reducirá pero igual vamos a tener más de 690 millones de personas que pasen hambre. ¿Sabe usted cuál era la cifra el 2015? 690 millones. Entonces, este puede ser uno de los grandes fracasos de la comunidad internacional, que hizo un recorrido de 15 años, con objetivos estratégicos…

-¿Para quedar igual?

-Para quedar igual. Lo que me estimula son las señales que recibimos de los decisores a diferentes niveles, completamente diferentes al pasado. El 16 de enero en Santiago de Chile se reunieron 27 ministros de Agricultura y acordaron por aclamación después de un año un nuevo plan de seguridad alimentaria 2024-2030. Usted sabe, en esta América Latina, llegar a un acuerdo de algo es casi imposible.

-Claro, pero oponerse la seguridad alimentaria…

-Bueno, pero hay temas en los que hay oposición y división. Acá hay un consenso muy fuerte en que cambiar el escenario del hambre y garantizar la seguridad alimentaria no tiene banderas políticas y no tiene colores. Le pongo otro ejemplo: en la conferencia de la FAO de hace dos semanas participaron 730 personas, entre técnicos, ministros y cuatro presidentes. Lo que quiero decir es que lo que antes era solo un asunto de ministros de Agricultura…

-¿Se ha convertido en un asunto de Estado?

-Que en varios países es encabezado por los mismos presidentes. Se ha llegado a un concepto básico: si no hay seguridad alimentaria, hay inestabilidad socioeconómica. Eso antes no estaba planteado. En julio, Brasil –presidente del G-20– va a lanzar una alianza contra la pobreza y el hambre. El G-20 nunca entró a los escenarios del hambre y la malnutrición.

-Presumo que Lula da Silva tiene un interés específico en esos temas.

-De acuerdo, está ese valor subjetivo de un presidente específico que tiene a esos temas como parte de sus políticas de Estado. Pero estamos hablando del G-20, de los grandes países poderosos del mundo.

-¿El hambre dejará alguna vez de ser un problema en América Latina o eso es una quimera?

-En algún momento el hambre debe dejar de ser un problema. No es un juego de palabras. Si le digo que tenemos la capacidad para producir alimento para 1.300 millones de personas y nosotros somos la mitad, entonces significa que desde las matemáticas sí se puede.

-Eso es algo que siempre se argumenta: que tenemos la capacidad.

-Perfecto. Pero yo le subrayo que aparte de los actores gubernamentales, hay otros que están actuando ya: el sector privado, la sociedad civil, la academia. Esto es un proceso. Hemos firmado un acuerdo de cuatro años con el Gobierno peruano y es la única forma de trabajar esto. Ninguno de estos temas, que acumulan años de retraso, se van a solucionar en meses. No basta la voluntad, no somos voluntaristas.