Los astrónomos se sorprenden: detectan en la superficie del cometa 3I/ATLAS unas erupciones ‘volcánicas’ pero de hielo
Nuevas observaciones sugieren que el misterioso visitante interestelar podría ser un objeto carbonoso primitivo, con "volcanes de hielo" incluidos.
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El cometa 3I/ATLAS no deja de asombrar a los astrónomos, quienes aprovechan su paso por nuestro sistema solar para estudiar su composición. Las nuevas imágenes obtenidas desde el Telescopio Joan Oró, en Cataluña, muestran la presencia de chorros de gas y polvo que son expulsados desde su superficie. Según el estudio publicado en el servidor arXiv, sugiere que el cometa posee crio-volcanes, también conocidos como “volcanes de hielo”, una característica propia de los cuerpos helados en el sistema solar exterior.
Desde que fue detectado por primera vez en julio, el cometa interestelar 3I/ATLAS ha sido objeto de una intensa observación por parte de astrónomos de todo el mundo. Este visitante cósmico es el tercero de origen interestelar jamás registrado después del Oumuamua y 2I/Borisov.

El cometa 3I/ATLAS parece tener chorros espirales que se disparan desde su superficie, interpretado como un tipo de criovulcanismo. Foto: Josep Trigo
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Los crio-volcanes del cometa 3I/ATLAS
A medida que el cometa se aproximaba al Sol, los astrónomos observaron un aumento repentino en su brillo y la aparición de chorros que emanaban de su superficie. Estos patrones de actividad coinciden con procesos de sublimación y liberación de gases desde el interior, característicos del criovulcanismo.

Imagen representativa de la actividad en la superficie del 3I/ATLAS. Foto: Josep Trigo
"Todos quedamos sorprendidos", declaró a Live Science el autor principal del estudio, Josep Trigo-Rodríguez, investigador del Instituto de Ciencias del Espacio en España. "Al tratarse de un cometa formado en un sistema planetario remoto, es notable que la mezcla de materiales que forma su superficie se asemeje a la de los objetos transneptunianos, cuerpos formados a gran distancia del Sol, pero pertenecientes a nuestro sistema planetario", agregó
El equipo detectó estas erupciones cuando el cometa alcanzó su punto más cercano al Sol, el 29 de octubre. La radiación solar calentó su superficie, provocando que compuestos como el dióxido de carbono sólido pasaran directamente a gas, generando una presión interna capaz de expulsar materiales al espacio. Según los investigadores, este proceso está asociado con una reacción química entre líquidos oxidantes y minerales metálicos presentes en el núcleo del cometa, como hierro, níquel y sulfuros.
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Análisis de meteoritos en la Antártida
Para reforzar su hipótesis sobre la composición del 3I/ATLAS, el equipo comparó sus observaciones con el análisis de meteoritos primitivos recolectados en la Antártida, específicamente condritas carbonáceas. Estas rocas, consideradas restos fósiles del sistema solar primitivo, contienen compuestos orgánicos y minerales similares a los detectados espectroscópicamente en el cometa.
Una de las muestras estudiadas incluía fragmentos con características propias de objetos transneptunianos, lo que permitió a los científicos establecer una correlación directa entre el 3I/ATLAS y estos cuerpos helados. El análisis espectroscópico reveló patrones de reflexión de la luz que coincidían con la presencia de materiales ricos en carbono y metales naturales.
Estas condritas han sido asociadas con los orígenes de la vida en la Tierra, ya que aportaron los volátiles necesarios para formar la atmósfera y favorecer procesos prebióticos. El paralelismo entre estos meteoritos y el cometa interestelar refuerza la hipótesis de que la química orgánica podría estar extendida en múltiples sistemas planetarios.
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La composición y origen del 3I/ATLAS
Aunque su tamaño exacto sigue siendo incierto, estimaciones basadas en observaciones del Telescopio Espacial Hubble sugieren que el cometa tiene un diámetro de entre 440 metros y 5,6 kilómetros. Si se confirma un tamaño de al menos 1 kilómetro, su masa podría superar los 660 millones de toneladas, según cálculos del equipo de investigación.
Lo más notable del cometa 3I/ATLAS es su trayectoria hiperbólica, que indica que no está ligado gravitacionalmente al Sol. Su velocidad, registrada en aproximadamente 221.000 kilómetros por hora, confirma su origen externo al sistema solar. Esto convierte al 3I/ATLAS en una reliquia estelar, una suerte de cápsula del tiempo que habría viajado durante miles de millones de años a través del espacio interestelar antes de ingresar brevemente a nuestro vecindario cósmico.
El nivel de radiación acumulado durante su viaje podría haber alterado su superficie, dificultando la identificación de su punto de origen. No obstante, la similitud con cuerpos transneptunianos sugiere que existen procesos comunes en diferentes regiones de la galaxia. Para Trigo-Rodríguez, estos objetos son claves para entender la evolución química del universo: “Son cápsulas espaciales que contienen información valiosa sobre la química que ocurre en otro lugar de nuestra galaxia”.
Además de su valor científico, los cometas interestelares representan un riesgo potencial de impacto, motivo por el cual los astrónomos subrayan la importancia de continuar observando su comportamiento mientras aún permanece en el sistema solar. Se espera que 3I/ATLAS lo abandone definitivamente el próximo año, tras completar su paso cercano al Sol.

















