Sobre un terreno descampado, en medio de enormes cerros grises, se encuentra la mayor infraestructura científico tecnológica del país que irónicamente se inauguró en 1988, durante la peor crisis económica que atravesó el Perú. Se trata del Centro Nuclear Óscar Miró Quesada de la Guerra (Racso), una imponente construcción que en sus más de 30 años de existencia ha funcionado como vehículo para desarrollar nuevas tecnologías y promover innovadoras investigaciones.
Su enorme torreón en forma de cúpula, que se erige como un oasis de concreto en el desierto, es lo que más resalta por fuera y no es para menos, pues en su interior alberga al reactor nuclear de investigación de mayor potencia de Sudamérica. Y aunque puede resultar aterrador por todo lo que sabemos sobre Chernobyl y Fukushima, esta inmensa edificación no tiene la capacidad para generar energía eléctrica y, por lo tanto, tampoco originar desastres de esa magnitud. Solo para poner un ejemplo, los seis reactores de la central nuclear de Fukushima tiene una potencia de 4.547 megawatts mientras que nuestro reactor solo usa 10 megawatts.
"El reactor que tenemos en nuestras instalaciones es de investigación. Además, si llegará a haber algún incidente, el IPEN cuenta con un plan de emergencia que se revisa periódicamente y cumple con todos los protocolos de seguridad", menciona con tranquilidad Mario Mallaupoma, presidente del Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN).
Mario Mallaupoma, presidente del Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN). Foto: Jeremias Querevalu
Con la ayuda de ingenieros mecánicos, electrónicos, químicos y físicos puros, todos los días el imponente reactor nuclear RP-10 se pone en marcha. Para ingresar en su interior uno debe utilizar una bata especial, un cubrezapatos y medir el nivel de radioactividad en su indumentaria. Una vez ahí, todo parece sacado de una película futurista: las paredes están completamente pintadas de amarillo, en cada espacio se advierte la presencia de avisos de seguridad contra la radiación y una especie de ‘piscina’ de 11 metros de profundidad llena fierros y cuerdas terminan de cerrar este panorama.
Centro de control del reactor RP-10. Foto: Jeremias Querevalu
En el núcleo, en lo más profundo de ese enorme pozo de agua, se producen los radioisótopos que luego son trasladados por unos brazos hidráulicos a un espacio protegido conocido como “celda caliente”. Inmediatamente, a través de un pasadizo que está conectado con el reactor, son conducidos a la planta de producción donde serán convertidos en radiofármacos. Con estos productos, más de 35.000 pacientes son atendidos en los centros de Medicina Nuclear para el diagnóstico y tratamiento de algunos tipos de cáncer y otras enfermedades.
Interior del reactor nuclear de investigación RP-10. Foto: Jeremias Querevalu
En esta planta se producen principalmente tres medicamentos radiactivos, que son el tecnecio 99m, ioduro de sodio y el producto dolosam. "El iodo 131, por ejemplo, se utiliza en la terapia de cáncer diferenciado de tiroides, adenoma tóxico e hipertiroidismo, mientras que el tecnecio 99m permite al médico tratante diagnosticar una posible enfermedad", explica Mallaupoma.
Los radiofármacos son distribuidos en clínicas y hospitales de Lima, como el Hospital Almenara y el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas - INEN, así como en otros centros de salud de Arequipa, Callao y Trujillo. Cabe resaltar que estos medicamentos contienen una dosis de radiación controlada que ‘decae’ con las horas. Algunos, como el iodo-131, tiene un periodo de semi desintegración de ocho días y otros, como el tecnecio 99m, tienen una vida media de solo seis horas.
Centro de producción de radiofármacos. Foto: Jeremias Querevalu
Es por ello que los ingenieros encargados de la planta de radioisótopos deben trabajar por las noches, incluso hasta la madrugada, para garantizar que todos los medicamentos lleguen con el nivel de actividad adecuado a manos de los médicos y sean aplicados a los pacientes de forma eficaz.
Además de producir radiofármacos, en el centro nuclear se realizan calibraciones dosimétricas, se gestionan residuos radiactivos y se desarrollan una gran cantidad de proyectos de investigación en rubros como la arqueología, la industria, la agricultura, entre otros.
Uno de los más resaltantes lo lleva a cabo el equipo liderado por el físico Enrique Rojas, quienes desde hace algún tiempo desarrollan una impresionante tecnología capaz de verificar las dosis de radiación ionizante que una persona recibe durante los tratamientos contra el cáncer.
El físco Enrique Rojas y su equipo de investigadores. Foto: Jeremias Querevalu
"Con esta tecnología podremos ver si en realidad la radiación que se utiliza en este tipo de tratamientos está atacando la zona que se necesita y no otras que son vulnerables. Además, gracias a las imágenes en 3D que se generan, el médico podrá establecer otro plan de acción que sea más efectivo para el paciente", menciona Rojas. El científico aclara que este proyecto ya se encuentra avanzado en un 50% y que pronto iniciaran las pruebas en hospitales.
El Centro Nuclear Oscar Miró Quesada de la Guerra está ubicado en la zona conocida como Huarangal, sobre la margen derecha del río Chillón, en la quebrada San Juan, en el distrito de Carabayllo.
El Centro Nuclear Óscar Miro Quesada se encuentra en el distrito de Carabayllo. Foto: Instituto Peruano de Energía Nuclear
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De acuerdo con la página web del centro nuclear Racso, este lugar comprende las siguientes instalaciones:
Instalaciones del centro nuclear Racso. Foto: Racso