Si bien el sicariato ha sido una constante en los últimos 15 años en distintas ciudades del país, en Lima y Callao experimenta un nuevo y peligroso boom.
Así lo indica la muerte de la comerciante de calzados Antonia Rosario Hinostroza Rojas, ocurrida el 19 de octubre último, en Barrios Altos, la de Jhonny Octavio Mayta Rivas, en San Juan de Lurigancho; o la de los cinco miembros de una familia, en Ancón, el 23 de agosto pasado.
Según la División de Homicidios de la Policía, en el 2019 se cometieron 109 asesinatos por encargo en Lima y 75 en el Callao. En el 2020 hubo 146 crímenes a sueldo en la capital; mientras que en la provincia constitucional, de los 127 homicidios, 57 fueron por sicariato.
Este año, solo entre enero y mayo fueron perpetrados, en Lima, 114 asesinatos bajo esta misma modalidad. Los investigadores aseguran que los ‘contratos’ se concretan en barrios populares. Pero la Policía también maneja información de que en la capital habría ‘oficinas’ que tienen como fachada negocios legales de ‘seguridad’.
En estos ‘negocios’ estarían operando delincuentes extranjeros que matan “por un sencillo”. La captura de Elvis Linares Escalona, alias Teco, en Ate, lo demuestra. Este exefectivo de la Guardia Nacional Bolivariana contrató a unos sicarios en su país por US$ 1.500 para asesinar a José Gregorio Vásquez Briceño, jefe de seguridad de la alcaldía de Cruz Paredes, en Barinas.
“Hasta hace unos cinco años un sicario peruano podía cobrar 10.000, 20.000 o 50.000 soles, dependiendo del cliente y el ‘paciente’ (víctima). Ahora hay delincuentes venezolanos que matan en el país por 500 soles y hasta por 200″, asegura el coronel (r) Jorge Mejía Asanza, exjefe de la División Antisecuestros.
Mejía señala que estos asesinos han encontrado un “escenario accesible”. Los colombianos, en cambio, están pasando desapercibidos, operando en sicariato, en ‘gota a gota’ (préstamo de dinero) y en el narcotráfico, añade el exoficial. “El sicario venezolano siempre anda bien ‘charli’ (vestido)”, indica.
El coronel Víctor Revoredo, jefe de la División Investigación de Homicidios, y quien en los últimos años ha seguido el comportamiento de estos asesinos a sueldo, indica que el sicariato se movió inicialmente en el país en torno a las mafias, los ajustes de cuenta entre los carteles.
Sin embargo, de los crímenes por encargo ya se hablaba en el país desde 1997. Ese año los narcos ofrecían 70.000 dólares por la cabeza de José María Aguilar Ruiz, alias Shushupe, quien implicó a Vladimiro Montesinos y a Fernando Zevallos. Su testimonio había permitido capturar a casi 20 traficantes de droga. El 31 de enero del 2005 fue asesinado.
El 19 de julio del 2006, fue victimado el vocal Hernán Saturno Vergara, a una cuadra de Palacio de Justicia. Lo eliminaron a pocas semanas de haber emitido sentencia contra 25 miembros del Cartel de Tijuana.
“Estos crímenes fueron cometidos por sicarios profesionales que operaban con mayor seguridad. Su capacidad técnica en el desarrollo de sus prácticas hacía más complejo el trabajo policial e investigativo”, admite un oficial de la Dirincri.
A partir del 2005, la ‘industria’ cambió debido a la persecución de la Policía a los capos del narcotráfico y la consiguiente desarticulación de grandes bandas criminales.
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Los delincuentes juveniles lo tomaron como modelo social. Empezaron en pandillas y luego vendiéndose a las bandas, hasta que montaron su negocio.
Antes, a la hora de contratar un pistolero, había la opción hasta de escoger el arma y la hora de la muerte, claro está, por una suma superior a 10.000 soles. Ahora son dos los factores por los que fundamentalmente son contratados estos sicarios: ajuste de cuentas (entre mafias) y venganzas.
Los ajustes ocurren entre la gente de construcción civil, pandillas, narcos, dirigentes vecinales o traficantes de tierra o personas que se niegan a pagar cupos, dice Revoredo.
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La mayoría de asesinos tiene entre 16 y 40 años y muchos llegaron al sicariato tras una infancia dedicada al robo, aunque ahora hay ‘baby sicarios’ de unos 13 años que cobran entre 200 y 500 dólares por matar. En el Callao, muchos vecinos ya piden que se reactive el estado de emergencia.
El asesino a sueldo mata únicamente por dinero, no tiene otra motivación que la económica, y de hecho, dependiendo de qué “trabajo” se trate, puede llegar a cobrar cifras altas, afirma el coronel Revoredo.
Carlos Bromley, médico psiquiatra
El sicariato tiene cuatro componentes: el contratante, el intermediario, el sicario y la víctima. Los tres primeros comparten el mismo perfil de su personalidad teniendo como eje central su absoluta falta de consideración por la vida humana, ausencia de empatía, frialdad emocional, crueldad, falta de arrepentimiento y culpa, así como pobre control de impulsos y poca o ninguna tolerancia a la frustración.
La ruta de formación del sicario se inicia en su infancia; la mayoría proviene de hogares disfuncionales con padres violentos y ausentes, consumidores de alcohol y drogas. Suelen ser violentos, promiscuos. Son psicópatas. Esta personalidad psicopática es posible detectarla desde la infancia a través de tres características: enuresis (micción involuntaria al dormir), crueldad con los animales y predilección por incendiar cosas.
No son ajenos a esta problemática los contratantes y sus intermediarios, con las mismas características de personalidad, son tan responsables como el propio sicario.
109 asesinatos por sicariato hubo solo en Lima y 75 en el Callao, en el 2019.
146 crímenes por encargo se registraron en el 2020 en Lima y 57 en el callao.
114 víctimas de sicarios hubo en Lima entre enero y mayo de este 2021.